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Presos y coronavirus: al final, ¿en qué quedamos?

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Nota extraída de Clarìn por Hèctor Gambini

viernes 8 de mayo de 2020 9:10

Después de los cacerolazos, se frenaron las excarcelaciones masivas y se anunciaron otras medidas de apuro.


Presos y coronavirus: al final, ¿en qué quedamos?


El minué de los políticos y los jueces por los presos se disolvió en el caldo amargo de las cacerolas, pero ¿en qué quedó el problema de fondo sobre qué hacer con los presos durante el coronavirus?

Tras la incomodidad compartida de los cacerolazos contra las excarcelaciones masivas, hubo desmentidas cronometradas (Kicillof tuiteó casi en simultáneo con Alberto Fernández), la Corte bonaerense congeló las liberaciones masivas apenas terminó de hablar Kicillof y luego la Asociación de Magistrados les retrucó a los políticos. Y así fuimos descubriendo, poco a poco, que al final nadie quiso sacar a los 2.000 presos que salieron de los penales. Sin embargo, la amenaza del coronavirus sigue ahí.

En los pases de factura cruzados entre políticos y jueces nadie mintió del todo, pero tampoco nadie dijo toda la verdad.

Que las libertades de los presos y el tema de las cárceles son sólo de los jueces es tan verdadero y falso a la vez como que son sólo de los políticos.

Si un preso sale es responsabilidad de la justicia, pero si un preso está hacinado es responsabilidad del gobierno. Si el juez encarcela y el preso se hacina, el gobierno le suele pedir al juez que encarcele menos. El juez puede decirle al gobierno que, si quiere que encarcele menos, mejore la seguridad para que haya menos delitos. Para que luego un tribunal superior le diga que encarcele menos porque la inseguridad no baja y ya no hay dónde poner a los presos. Poco después, un nuevo funcionario dirá que los jueces hacen que los presos entren por una puerta y salgan por la otra. Y así, una y otra vez, durante los últimos 30 años.

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Un detalle: el nombramiento de los jueces siempre es político y hay favores que se agradecen toda la vida.

La crisis carcelaria bonaerense abarca también a las comisarías, que tienen a 4.300 detenidos. Antes de los cacerolazos, Berni había anunciado que sacaría presos para ponerlos en contenedores, porque las cárceles no tienen lugar. Lo mismo había dicho León Arslanian, ministro del gobernador Felipe Solá… hace 16 años.

Esta vez, la encerrona en la Provincia comenzó cuando Kicillof asumió en diciembre con 10.000 presos en huelga de hambre. Enseguida la Corte provincial pidió medidas para solucionar la crisis penitenciaria y el ministro de Justicia Julio Alak formó una comisión para “aliviar la superpoblación”.

Cuando llegó el coronavirus y el gobierno tuvo necesidad de una respuesta sanitaria (se recomendó que hubiera sitios de aislamiento, pero no había espacio), un juez de la Corte decidió solo que los jueces de Casación podían decidir solos. Entonces se armó un habeas corpus masivo con casi 700 nombres y se lo dieron a otro juez, quien ordenó a sola firma que esos presos se fueran a sus casas. El primer juez fue Eduardo De Lázzari, ex ministro de Seguridad de Duhalde. El segundo, Víctor Violini, elogiado en un tuit de Cristina Kirchner y precandidato a intendente de La Plata por ese espacio político, que es el mismo del gobernador Kicillof.

Pero los nombres de los presos a salir no los inventó él: se los pasaron de los ministerios de Justicia y de Seguridad. Violini integraba las mesas de diálogo con los presos que armó el gobierno bonaerense y se reunía allí con Lisandro Pellegrini, el funcionario de justicia de Alak que antes había sido mano derecha de Gils Carbó.
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Kicillof le echó la culpa de todo a Conte Grand, el procurador nombrado por María Eugenia Vidal, que también había impulsado excarcelaciones. Es el mismo argumento que antes había utilizado Violini. Es decir, el gobernador criticó las excarcelaciones masivas alineado con el juez que las terminó firmando, pero diciendo que no tiene nada que ver con él.

Al final, la Corte bonaerense corrió a arreglar todo barriendo el habeas corpus de Violini bajo la alfombra a una velocidad inusual, justo mientras Kicillof y Alak anunciaban “ampliaciones” para que entren 1.350 presos más -en un sistema donde faltan 20.000 lugares- “en los próximos meses”. Y “centros sanitarios modulares” para 800 presos, un proyecto que recién apareció después de los cacerolazos -lo anunció el Presidente en una entrevista por TN- y no se sabe bien cuánto tardará en armarse.

Con ese plan, si el virus contagia al 2% de la población carcelaria habrá problemas.

El nuevo presidente de la Corte de la Provincia que frenó las excarcelaciones masivas a la velocidad que necesitaba la política (lo hizo minutos después de que Kicillof dijera “tengo fe en que la Corte ponga orden”) es Daniel Soria, funcionario de la Municipalidad de La Plata en los años noventa, nombrado por el entonces joven intendente Julio Alak.

A Cristina Kirchner le encanta decir que todo tiene que ver con todo.

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