Martín Guzmán recibe señales de los bonistas y se asoma a una encrucijada

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Nota extraìda de La Naciòn por Carlos Pagni .viernes 15 de mayo de 2020

En las entrevistas que Martín Guzmán ofreció en las últimas horas hay algunas afirmaciones que permiten entrever lo que está ocurriendo con la negociación de la deuda.


Martín Guzmán recibe señales de los bonistas y se asoma a una encrucijada

Esas explicaciones son también interesantes porque coinciden con algunas informaciones precisas que trascienden del Gobierno y del mercado. Pormenores de ofertas concretas que el Ministerio de Economía comenzó a recibir para aproximar posiciones con los acreedores.

Se pueden tomar las declaraciones que publicó El País , de Madrid. Allí Guzmán dijo: “Queremos convertir a la Argentina en un buen deudor que pueda hacer frente a sus compromisos”. La frase es de una corrección bastante obvia. Pero, si se la contrasta con el credo tradicional del kirchnerismo, parece una herejía. El sueño del “buen deudor”, cuidadoso de cumplir lo que prometió, implica una larga relación con quienes prestan los recursos. No se corresponde con la mitología del “desendeudamiento” ni con la condena sistemática a la “financierización” de la economía. Ese criterio general abre paso a otra oración significativa: cuando los periodistas describen la propuesta oficial como “tres años sin pagar, quita del capital y fuerte reducción de intereses”, el ministro aclara que “hay múltiples combinaciones de los parámetros de una oferta que son consistentes con la idea de lo que llamamos restaurar la sostenibilidad”. Nunca Guzmán había relativizado tanto el formato de su propuesta y, por lo tanto, nunca había demostrado con tanta claridad su disposición a negociar.

En el mismo sentido se puede leer lo que contestó cuando le preguntaron por los tres años del período de gracia. Esa cláusula de la reestructuración oficial es una de las que más resistencia plantean entre los acreedores. Por un lado, por la asimetría que supone en el esfuerzo para aliviar la situación fiscal. Alberto Fernández, en este período, no pagaría un solo dólar. Quiere decir que, para él, alcanzar un acuerdo o caer en default sería lo mismo. El sacrificio en esta etapa caería solo sobre los bonistas. Más allá de este duelo sobre costos, es interesante leer el período de gracia a la luz de la política: el ministro despeja el camino al presidente actual y a su sucesor. Néstor Kirchner pensaba en un reinado de 15 años. Este nuevo kirchnerismo prevé, por lo menos, ocho. Es demasiado prematuro preguntarse a quién está cuidando Guzmán con los segundos cuatro.

Lo importante es la respuesta concreta del ministro: “Hubo mucha discusión al respecto, ese era un parámetro crítico para nuestros acreedores. El análisis de sostenibilidad de la deuda del FMI sugería un período de gracia de cinco años, en las negociaciones propusimos cuatro y dada la importancia de ese parámetro bajamos a tres años. Es un proceso que sigue”. Síntesis: hemos cedido y podemos ceder más.

La contestación más sibilina fue la referida a qué pasa el 22 si no hay acuerdo: “La Argentina está en este proceso de reestructuración de la deuda porque no tiene capacidad de pago. Y la Argentina va a trabajar hasta conseguir el acuerdo. Claramente, todavía hay un camino importante por recorrer para llegar a un acuerdo”. Una explicación digna del I Ching. La primera oración daría a entender que se va al default. La segunda, que se va a buscar un arreglo a toda costa. Y la tercera, que se buscará una manera de superar esa fecha y seguir negociando. Esta última opción es la que sugieren quienes aconsejan una solución ecuatoriana: pactar una postergación de ese vencimiento y seguir buscando una coincidencia sobre toda la deuda. Ecuador entró en ese stand still con el auxilio del Fondo. Pero hay un detalle clave: antes debió conseguir que una mayoría de bonistas aprobara la prórroga.

Guzmán dijo algo que certifica informaciones que circulan en el mundo de los negocios. Ha mejorado el diálogo con los acreedores, aunque “después hay que ver a qué velocidad se desarrolla, pero hoy el diálogo está yendo por donde queremos que vaya”.

Esta visión combina con un dato. El domingo pasado, el Ministerio de Economía recibió una propuesta informal en la que se sugiere un posible acuerdo. Según versiones muy confiables, el autor de esa fórmula sería Hans Humes, el líder de Greylock Capital Management, uno de los tenedores de deuda argentina. Humes, que conoce a la perfección a los actores oficiales, habría coordinado su trabajo con otros acreedores de rango medio.

La oferta de este grupo financiero presenta las siguientes características. Los pagos de capital se adelantan un año. Comenzarían en 2025 y no en 2026, como en el papel de Guzmán. El valor nominal de los bonos, que el Gobierno pretende recortar en un 5%, no se tocaría.

A diferencia de Guzmán, que no admite pagar los intereses que corrieron hasta el 15 de mayo, la ecuación atribuida a Humes pretende que esos intereses se capitalicen. El cupón máximo de la oferta oficial se incrementaría, promedio, en 0,58%. El período de gracia, cuyo significado político ya se analizó, se reduce mucho en esta sugerencia de los bonistas. Ya habría pagos de intereses en 2021. Y la tasa máxima no se alcanzaría, como quiere Guzmán, en 2028, es decir, al cabo de ocho años de gestión, sino en 2026. Es decir, dentro del próximo período presidencial.