jueves, marzo 28

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Cristina Kirchner, una voz en off en el Gobierno

Nota extraída de Clarín por Gonzalo Abascal.

A esta altura vale preguntarse si el silencio público de la vicepresidenta Cristina Kirchner fortalece o debilita a Alberto Fernández.

Cristina Kirchner, una voz en off en el Gobierno

Los últimos videos Cristina Kirchner los compartió en Twitter el lunes 8, poco después de la una de la tarde, y el jueves 11, antes del mediodía. De factura técnica similar, revelan el profesionalismo de un equipo sólido en el manejo de cámara, guión y montaje.

Nada hay casual ni descuidado en los 2:41 minutos de duración del primero, presentado como “Yendo a Lomas”, y los 3:49 del siguiente. Su audiencia fue de 700 mil a 800 mil visualizaciones, y la reproducción en los portales de noticias habrá sumado otro centenar de miles de espectadores.

Seguramente no se equivocan quienes piensan que detrás de estas películas producidas para redes sociales y compartidas por Cristina Kirchner está el ojo de Tristán Bauer, director de cine y actual ministro de Cultura de la nación, y Hernán Reibel, hombre de prensa y de confianza.

Aquellos que lograron franquear la puerta del Instituto Patria cuentan que allí se montó la isla de edición necesaria para la producción completa del material, que desde lo formal luce las cualidades del viejo radioteatro: pausas dramáticas, inflexiones, cambios de tonos y un final de alto impacto.

Semejante puntillosidad no sería importante si no fuera porque, con la excepción de las espaciadas sesiones en el Senado (también mediadas como nunca antes por las cámaras), constituye el particular modo en que Cristina Kirchner decidió dejarse escuchar desde la asunción del gobierno.

Y lo hace con un formato que consagra como nunca antes el concepto de relato, sencillamente porque es lo que la vicepresidenta hace: con su voz en off acompaña imágenes en las que apenas se la ve por unos segundos, al entrar a los tribunales de Lomas de Zamora.

El guión:

Va un paso más allá de sus inolvidables cadenas nacionales, y casi que se invisibiliza para utilizar el primer plano verbal en la expresión del único tema del que le importó hacer pública su posición en el último tiempo: denunciar una “asociación ilícita” conformada para espiar a opositores, entre otros, y de la que ella fue una  supuesta víctima durante el gobierno de Macri.

Pero la voz en off de Cristina Kirchner, entendida como la técnica del relato sin ubicarse visualmente delante de cámara, permite otra lectura política, vinculada con las decisiones concretas, y no ya con el plano simbólico.

Porque, ¿qué otra cosa ha sido Cristina Kirchner en estos seis meses de la presidencia de Alberto Fernández, sino una voz en off?

Esa condición explica la reciente fricción entre la acción del gobierno y su discurso previo. Porque ese discurso aparece amputado, y Cristina Kirchner elige transitar con su voz caminos de sorda influencia en la toma de decisiones.

La expropiación de la empresa Vicentin es el ejemplo más sonoro en ese sentido. Nada dijo hasta ahora sobre el tema, pero a esta altura nadie duda de que fue ideóloga e impulsora. Y de que los demás sólo respondieron a su voz en off, ausente en la justificación pública, pero ineludible en la determinación.

En el comienzo del gobierno de Fernández, cuando la ausencia de Cristina Kirchner se constituía como una novedad, se escuchó argumentar que su bajo perfil era su generosa estrategia para el fortalecimiento de la imagen pública del presidente.

Transcurrido este tiempo, y a la vista del presente, vale preguntarse si ese silencio y esa invisibilidad acaso no estén produciendo el efecto opuesto.