Ni los próceres pueden salvar al billete de$1.000:así se derrumbó su poder de compra

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Ni los próceres pueden salvar al billete de $1.000: así es como se derrumbó su poder de compra

El billete de mayor denominación perdió gran parte desde su valor desde que se lanzó en 2017, y ya no alcanza para comprar ciertos alimentos básicos

El poder de compra de los ingresos de la clase media se ve impactado por la alta inflación, efecto que también se traslada al valor del billete de más alta denominación, debido a que hoy el de $1.000 ya ni siquiera alcanza para comprar ciertos productos de consumo cotidiano, como un «simple» kilo de queso.

Algo que preocupa a los economistas, porque esta situación representa que se deben utilizar e imprimir más unidades de máximo valor en circulación, y más papel moneda en general de las otras cifras, para realizar las transacciones diarias.

Quizás por ello, vuelve a reflotarse la necesidad de que el Banco Central emita billetes de mayor valor, para reducir la cantidad de pesos requeridos para ir al supermercado, farmacia, ferretería o kiosco, como para poner algunos ejemplos de centros de compras habituales.

Además, la enorme cantidad de billetes que se requiere para adquirir diversos productos y bienes es también un problema que genera un «cuello de botella» en la logística de bancos y comercios, debido a que el volumen de dinero que deben acopiar y movilizar se incrementa de forma constante.

Por ende, tanto el costo de la reposición como del traslado es cada vez mayor. Mientras que el valor real de ese dinero es cada vez menor.

Cabe recordar que en diciembre de 2017 fue puesto en circulación el billete de $1.000 que es, en la actualidad, la unidad de mayor cifra en circulación en Argentina.

«Desde entonces, la inflación ha menguado su poder de compra, por lo que se estima que hoy este papel sólo permite acceder apenas a un 25% de la canasta de bienes y servicios que posibilitaba adquirir hace casi 4 años atrás, cuando fue lanzado a la calle», grafica este duro dato a iProfesional el analista Andrés Méndez, director de AMF Economía.

En resumen, si con una unidad de $1.000 se adquiría 100 de X producto en 2017, hoy con el mismo ejemplar del hornero se puede hacerse de sólo 25 de ese X producto.

El máximo billete de Argentina, que es el de $1.000, ya vale apenas un cuarto de su poder de compra cuando fue lanzado en diciembre de 2017.

El máximo billete de Argentina, que es el de $1.000, ya vale apenas un cuarto de su poder de compra de cuando fue lanzado en diciembre de 2017.

«Naturalmente, esta significativa depreciación conduce a que cada vez sean necesarios más billetes para adquirir un bien o un conjunto de bienes y servicios, como aquellos que refleja el IPC Nacional», advierte Méndez.

Y aclara que esto se refleja en «rubros sensibles», como es el caso de los alimentos y productos de primera necesidad, en los que en la actualidad el billete de máxima denominación «apenas» alcanza para adquirir una sola unidad del bien, ya sea expresado en kilos, litros, docena o lo que sea su medida de comercialización.

Por ejemplo, según el relevamiento realizado por AMF Economía para iProfesional, en base a datos de la canasta básica, hoy un billete de $1.000 alcanza apenas para comprar menos de un kilo de queso barra. O bien, apenas cubre pedir una docena de empanadas o un kilo de jamón cocido o de cuadril de carne.

En la mayoría de estos casos, en diciembre del 2017 ese mismo dinero alcanzaba, como mínimo, para adquirir 4 kilos (o docenas) de cualquiera de los mencionados productos.

El poder de compra del billete de $1.000 en los productos de consumo diario cayó a un nivel alarmante.

El poder de compra del billete de $1.000 en los productos de consumo diario cayó a un nivel alarmante, y una sola unidad ya casi no alcanza para ciertos alimentos.

«Es decir, cada día más, el billete de mayor denominación pasa a ser la moneda utilizada para efectuar pequeñas transacciones, algo que en el mundo desarrollado lo suelen cubrir las monedas. En consecuencia, no resulta extraño que ante cualquier consumo y/o transacción deban entregarse varios billetes de $1.000 a cambio del bien o servicio que se desea sufragar», detalla Méndez.

Y completa: «Queda claro que al momento del lanzamiento de esta máxima denominación, determinados consumos requerían aproximadamente algo más de 20% de cada billete, por lo que implicaba recibir un vuelto. En la actualidad, esos mismos consumos tienden a demandar una unidad o más de los de $1.000».

Este mecanismo monetario fue también visto hasta el final de 2015, durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, cuando la mayor cifra en circulación era la de $100 y no se convalidaba la emisión de papeles de más valor.

Por lo que la cantidad de los billetes de $100 llegó a representar casi el 80% de todo el dinero en poder de la gente y los bancos, con los consecuentes trastornos producidos en el manejo de efectivo y colapso de los cajeros automáticos.

En la región, el de $1.000 queda chico

Al analizar los billetes de mayor denominación que poseen los países vecinos, como Brasil (200 reales), Uruguay ($ur2.000) y Chile ($20.000), se puede asegurar que superan por lejos el valor en dólares que representa el de $1.000 en Argentina, que equivale apenas unos u$s5,9 al billete oficial «solidario».

Algo que se evidencia también al momento de compra de un producto de consumo masivo, como un kilo de queso en barra, donde se requiere más de un billete de máximo valor en Argentina, según lo consignado por la canasta básica elaborada por el Indec.

En cambio, en los países vecinos, ese mismo producto, apenas representa en precio un cuarto o un tercio de la mayor denominación que tienen cada uno de ellos en circulación.

Para comprar un kilo de queso en barra, según canasta del Indec, se necesita más de un billete de $1.000. En cambio, los máximos billetes de países vecinos alcanzan para mucho más.

Para un kilo de queso en barra, según Indec, se necesita más que un billete de $1.000. En cambio, los máximos billetes de países vecinos alcanzan para mucho más.

«En el gráfico se advierte con claridad, independientemente de los valores internos del bien, que nuestros vecinos tienen una relación billete/precio muy semejante a la que ostentó en billete de $1.000 en su lanzamiento», compara Méndez.

Es decir, en otros países, con un sólo billete de máxima denominación se pueden adquirir varios productos de primera necesidad. Hecho que implica que también les alcanza, para este tipo de compras, la utilización de ejemplares de menor denominación.

En la Argentina, lejos de la región, el costo del producto de por sí absorbe la totalidad del billete de $1.000.

«Y esto no es nada. Dentro de dos años, si no se lanzan billetes de mayor envergadura y la inflación sigue en estos niveles, mientras en los países escogidos la equivalencia que se deberá pagar pueda oscilar levemente, en nuestro país podrán requerirse casi dos billetes de $1.000 para adquirir un producto que hoy demanda apenas algo más de una unidad», advierte Méndez.

En resumen, el analista considera que esta situación plantea una «dualidad» entre el uso que puede asignársele a un billete de máxima denominación en nuestro país, y el que rige para nuestros vecinos.

«Mientras en la Argentina tiende a convertirse en un medio de pago adecuado al valor de los alimentos, donde progresivamente cada vez más productos van a ingresar en la ´zona´ de los $1.000, en la región el billete mayor está más asociado a compras de mayor cuantía», sincera Méndez.

Cabe recordar que cuando el billete de $1.000 fue puesto en circulación hace casi cuatro años, el objetivo fue el mismo al que tiene en los países vecinos.

«Un espíritu que afloró y que la inflación contribuyó a derribar. Algo que va mucho más allá de si su equivalencia en otras economías es suplantada por monedas. Es la diferencia entre una moneda transaccional (el peso argentino) frente a otras que, además de su utilización para transar, funcionan como reserva de valor«, concluye Méndez a iProfesional.-