jueves, marzo 28

Adiós al chalchalero que siguió cantando hasta el final

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Polo Román falleció ayer a los 83 años en Mar del Plata, donde residía hacía 46 años. Fue internado en una clínica hace un tiempo por un accidente doméstico y contrajo neumonía, que deterioró su organismo hasta llevarlo a la muerte. 

Otra estocada a muerte para el folclore salteño. Ayer murió Polo Román, a los 83 años, en Mar del Plata, donde residía hacía 46 años. Según fuentes cercanas al músico, había sufrido hacía un tiempo un accidente doméstico y por ello lo habían ingresado en una clínica de la ciudad balnearia, donde contrajo neumonía, que minó su organismo y lo llevó a su deceso. 
Román había nacido en la localidad salteña de Cafayate en 1937 y se destacó como miembro de Los Chalchaleros, el entrañable grupo folclórico decisivo en el boom que vivió el género en los 60. Su ingreso a la formación liderada por Juan Carlos Saravia -quien murió el 17 de enero de este año- se produjo en 1966, cuando el grupo había experimentado importantes cambios. Junto a él entraron Ernesto Cabeza y “Pancho” Figueroa.
Desde entonces nunca más dejó de ser un “chalchalero” y los integrantes durante años fueron Juan Carlos Saravia, Ernesto Cabeza, “Pancho” Figueroa y “Polo” Román. Perteneció al conjunto hasta la despedida, en 2002. Para entonces ya Facundo Saravia llevaba casi dos décadas en el grupo tras ocupar el sitio del fallecido Cabeza. Luego, Polo formó una banda que se llamó Polo Román y Salta Trío. Esta propuesta musical nació en 2016 de la mano del chalchalero, quien sumó a Félix Saravia, Marcelo Mena y Gustavo Ciansi.

Los dolientes mensajes

Tras conocerse el deceso de Román las redes sociales se colmaron de mensajes de admiradores, extremadamente conmovidos. El locutor Oscar Humacata señaló: “El folclore de Salta está de luto, porque se va un hombre que ha sabido darle estirpe al canto salteño. Él era parte de la estirpe de la salteñidad en los escenarios. Su bombo, el acento salteño en el decir y en el cantar. Era un hombre de una narrativa franca en la escena. Su voz grave, tranquila, esa pausa bien salteña es lo que se pierde y ese paisaje del cantor vestido de gaucho en el escenario, porque no quedan casi conjuntos de ese estilo. Se va parte de la historia de los Chalcha, porque tenía 54 años de chalchalero y les había dado una impronta, un color, y claro que era un gran chalchalero y todos sentimos el luto por su canto y por su ausencia”. Por su parte, Félix Saravia dijo: “No tengo palabras. Solo decir que lo quise mucho y que lo recordaré con alegría, porque así era él: muy alegre. Ahora estoy triste. Vivimos experiencias extraordinarias con este chalchalero de alma y jamás me olvidaré de Polito, como le decíamos”. 

Un chalchalero

El Polo Román, junto con Salta Trío, en una de sus últimas visitas al diario El Tribuno. 
Los Chalchaleros registraron alrededor de 750 canciones, entre las que destacan “Zamba de mi esperanza”, “Mama Vieja”, “El arriero”, “Yo vendo unos ojos negros”, “La López Pereyra” y “La Nochera”.
Durante 1998 el grupo festejó medio siglo de actividad con la realización de una gira nacional e internacional que al pasar por todos los lugares que celebraron su obra, se extendió hasta 2002 y tuvo su cierre el 16 de junio en Salta, misma fecha y misma ciudad, pero 54 años después.

El Polo Román contaba con mucha gracia cómo el caprichoso destino lo había dejado trasponer las puertas del mítico conjunto. 
“Nunca pensé que me iba a dedicar a la música. Salí del servicio militar y rendí para entrar en Tribunales, de Metán, donde vivía mi familia. Aprobé y entré como escribiente, lo que me hacía muy feliz porque tener un trabajo allá no era fácil y yo me había recibido de bachiller. Después de un tiempo largo rendí en el Banco Nación, y me nombraron escribiente del Banco Nación. Nunca pensé que era frustrante ese trabajo. Me parecía un buen futuro para cualquiera, porque el bancario era bien mirado y tenía cierto prestigio en el pueblo, eras de ‘una familia de bien’”, relataba. 
Agregaba que su vida hubiera sido tan predecible como jubilarse de estatal hasta que con su conjunto de entonces, Los Puesteros de Yatasto, fueron a tocar a Venezuela, porque el embajador argentino en Venezuela era de Salta y les hizo una invitación. “Pedí licencia en el Banco Nación sin goce de sueldo y en vez de estar veinte días, me quedé cuatro meses. Yo era chango y tenía deseos de aventura. Era lindo conocer a otra gente y el escenario te atrapa y ves una vida totalmente distinta. Pasé momentos económicos muy duros con Los Puesteros”, señalaba. 
De hecho refería que antes de volver a su país había rifado en la Casa de Argentina las botas, el traje, el bombo, la rastra y el poncho de gaucho, porque estaba resuelto a divorciarse de la música, que nunca le había dado “un buen pasar”. Confiado en saltar el escollo de su desocupación se encaminó al Banco Nación de Buenos Aires con una recomendación del embajador, que era amigo del presidente del Banco, pero este le dijo que en los anales de esa institución nunca se había reincorporado a un renunciante. “Me dolió el alma. Me fui a la Telefónica, en Esmeralda y Corrientes, para llamar a mis padres, contarles que había vuelto y ver qué iba a hacer de mi vida. Salí de allí y vi un afiche celeste con letras negras que decía: Ariel Ramírez y Los Chalchaleros presentan a Jorge Cafrune, Jaime Torres, Raulito Barboza, Los Fronterizos y otros y como yo conocía a Juan Carlos Saravia me fui a saludarlo. En el Teatro Odeón hablé con un señor y le dije que quería saludar, que era de Cafayate y le metí un poco de verso y me llevó al camarín. Allí estaban Juan Carlos Saravia y ‘Dicki’ Dávalos, Ernesto Cabezas y Víctor José Zambrano. Me arrimo ahí y les cuento la historia y ‘Cocho’ Zambrano me dijo que me iba conseguir un trabajo de visitador médico”, relataba. Ese día era 1 de noviembre de 1965 y Román durmió en la casa de Zambrano, invitado por este. Alrededor de la 1 de la madrugada Zambrano le gritó desde su habitación: “¡Ñaño! ¿Querés cantar con los Chalcha? Me voy en diciembre y quiero que te quedes en mi lugar”. Román no pudo dormir “de la angustia, los sueños y de la ilusión”. Resolvió que lo confirmaría yendo a la casa de Juan Carlos Saravia, adonde llegó temprano y le pidieron que volviera en una hora. Para hacer tiempo Román daba vueltas a la manzana para no perderse y veía que los porteros lavaban la vereda. Saravia estaba desayunando en su cama cuando lo recibió. “Hacé de cuenta que sos Chalchalero”, le dijo horas más tarde y el resto es historia.