jueves, abril 25

Al psiquiátrico lo detonó el odio mediático:elGobierno resolvió el atentado aCFK antes que la Justicia

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Nota extraída de TN por Diego Sehinkman

El acto “para defender a la democracia” se transformó en el 17 de octubre adelantado. El kirchnerismo le echó la culpa del atentado a la oposición y a los “medios hegemónicos”.

No fue la Revolución Libertadora ni la “derecha” ni la dictadura, fue la locura: un brasileño, sin pertenencia política conocida hasta ahora, con un historial de adhesión a ideas más bizarras que fascistas, inquilino de un monoambiente en pésimo estado de higiene en San Martín, donde encontraron cajas de balas, bolsas de papas, ollas sucias, juguetes sexuales y lencería femenina, casi produce un magnicidio. El enemigo vino de otro lado: mientras el kirchnerismo ve la amenaza en lo ideológico, se topó con lo psicopatológico. No fue un Falcon Verde, fue un chofer de Uber desequilibrado.

Sin embargo, desequilibrados hay miles y no planean homicidios. Cuando el discurso público se llena de palabras como muertos, enemigo, sangre, amor, odio, ellos y nosotros, se corre un riesgo grande: así como hace algunas décadas, alguien, para “hacer justicia” pasaba a la clandestinidad, hoy el riesgo es el pasaje a la literalidad. Miles y miles pueden odiar o insultar en redes sociales. Incluso desde lo más alto del poder se puede agitar la división, pero la novedad es que de repente, de ese caldo de palabras agresivas y divisivas, emergió alguien que pasó a la acción. El desequilibrado “actúa” lo que el odiador fantasea.

Fernando Andre Sabag Montiel, el atacante del Cristina Kirchner.
Fernando Andre Sabag Montiel, el atacante del Cristina Kirchner.

Y acá viene lo notable aunque previsible: el acto “para defender a la democracia” se transformó en el 17 de octubre adelantado, que tanto les venía costando organizar y fue, básicamente, para defender a Cristina y al peronismo. Para eso se leyó un documento, junto a gremios y organizaciones de DDHH, en el cual se le echa la culpa del atentado a la oposición y a los “medios hegemónicos” por -según dicen- generar un discurso de odio. Subtitulado: al psiquiátrico lo detonó el odio mediático.

Y así, en un pase de magia, el Gobierno se excluyó como agente odiador. “Llamamos a la unidad nacional, pero no a cualquier precio: el odio afuera”. Nadie en esa plaza, ni arriba ni abajo del escenario, considera haber colaborado jamás en la construcción del otro como “antipatria”, “cipayo”, “insolidario que trae el coronavirus de Europa”, o “surfer o runner egoísta y contagiador”, entre mil ejemplos. Wado de Pedro, al que algunos esperanzados describen como reflexivo y dialoguista, profundizó la autocrítica cero: “No es un loco suelto, son tres toneladas de editoriales en diarios, televisión y radio”. Un ministro del interior hablándole al interior de su espacio. A propósito, ¿la oposición no debía ser convocada a la marcha de la democracia? No ocurrió, aunque sea para ponerla en el aprieto de decidir qué hacer.

El kirchnerismo tomó en 2008 la vieja antinomia peronismo/antiperonismo, la recicló y con eso se fabricó una identidad al hacer de la división una cuestión de estado: nosotros y ellos. Esa herramienta política, la polarización por momentos muy radicalizada y a la que se subió una parte de la oposición y del periodismo, tuvo durante años alto retorno de inversión electoral. Hay que ser claros: la grieta no tiene un solo dueño, pero sí un accionista mayoritario: el gobierno. El que controla las hornallas del discurso público, subiendo el fuego o bajándolo, siempre está en lo más alto del poder.

Miles de militantes y seguidores de Cristina Kirchner colmaron la Plaza de Mayo para repudiar el atentado del que fue víctima la vicepresidenta. (Foto: AFP/Emiliano LAsalvia).
Miles de militantes y seguidores de Cristina Kirchner colmaron la Plaza de Mayo para repudiar el atentado del que fue víctima la vicepresidenta. (Foto: AFP/Emiliano LAsalvia).

¿Cuál es la novedad? Que la radicalización del discurso puede matar. La grieta, ese boomerang que el kirchnerismo lanzó con la 125, 14 años después casi le cuesta la vida a la vicepresidenta. ¿Puede costarle la vida a otros referentes políticos de otros espacios? Nadie está exento porque el mecanismo está en marcha. A pesar de eso el documento leído en Plaza de Mayo, sumado a varias declaraciones de altos funcionarios, hace pensar en una oportunidad perdida: el atentado se usará como insumo político para echar culpas y no para ensayar un freno a tiempo.

Se está jugando con fuego. Mientras, el gobierno se autopercibe bombero.