jueves, marzo 28

Alberto Fernández lanza señales contradictorias y desconcierta a su círculo íntimo

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El Presidente dice algo y al rato cambia de postura. Las idas y vueltas que desgastan su palabra y debilitan su poder frente a propios y extraños. El panorama de los reacomodamientos en el peronismo y en Juntos por el Cambio.

Por qué el presidente Alberto Fernández dice algo y al rato cambia de opinión? ¿Por qué los varios fracasos del peronismo, ahora y antes, permiten a algunos imaginar un mejor peronismo futuro? ¿Porqué los dirigentes de Juntos por el Cambio se miran el ombligo y no definen un modelo de país? Y, lo que es mucho peor, ¿por qué los argentinos, con esa dirigencia a la vista, tenemos que creer que las cosas mejorarán algún día?

El Presidente es un dirigente que boicotea sus propias decisiones. Se contradice en cuestión de horas, debilita su poder y desgasta su palabra. Prometió una guerra contra la inflación y no atinó a anunciar ninguna medida concreta. El jueves puso a Roberto Feletti y su política microeconómica de control de Precios Cuidados bajo la órbita del ministro que diseña la macroeconomía, Martín Guzmán, como si eso sirviera para alinear alguna artillería. Sacó a Feletti de la órbita de Kulfas, con quien tiene mala relación, pero ahora sumó dos fracasos: fracaso de control de precios y de inflación. ¿Es ese el camino para el éxito? Alberto sostiene a Guzmán, para no darle el gusto a Cristina Kirchner de echarlo, pero deja trascender que consulta a otros economistas y desliza que hará cambios en su Gabinete. Aseguró en España que definitivamente será candidato en 2023 y a los dos días aseguró que no lo será. Sabe que no tiene margen político para subir las retenciones a las exportaciones al sector agroexportador pero, anteayer, antes de participar en el acto que le organizó la UOCRA, sorprendió a todos diciendo por radio que sería adecuado que el Congreso trate ese aumento y, tres horas después, tuvo que desmentirlo uno de sus subordinados, Julián Domínguez. Para entonces, los jefes de bloques legislativos de JxC y Peronismo Federal habían hecho fila para explicarle que las retenciones ya existen, que los alimentos siguen siendo caros y que el origen de los males está en la pésima política económica que desarrolló este gobierno.

Alberto no lee correctamente los datos de la realidad. Él y Guzmán demoraron más de lo conveniente el acuerdo con el Fondo Monetario porque así lo exigía Cristina Kirchner y, cuando lo finalmente lo cerraron, Cristina le desató una guerra frontal. Ya nada de lo que haga puede satisfacer a la vicepresidenta, pero tampoco rompe con ella que lo critica desde una falsa oposición. El mundo enfrenta una enorme crisis alimentaria, según alerta la portada de la última edición de The Economist, pero el Presidente desaprovecha la excepcional oportunidad que le da la guerra de Rusia con Ucrania para multiplicar las exportaciones agropecuarias. Por otro lado, mantiene vigentes los topes a la exportación de carnes, para que no suban los precios internos, pero la carne sigue subiendo en las carnicerías. Está cerrada la importación de indumentaria, pero aún con ese beneficio ese ese el rubro que más empujó al alza la inflación y comprar prendas en Buenos Aires sale mucho más caroque en Europa (aún con la diferencia de la cotización del euro). Alberto habla de mejorar la redistribución de la riqueza, pero tuvo que salir Sergio Massa para marcarle la cancha a Guzmán y pedir que actualicen el piso del Impuesto a las Ganancias, para que el impuesto no absorba los aumentos conseguidos en paritarias. Tampoco está claro si el proyecto de impuesto a la renta inesperada está definitivamente desechado, como le dijo Guzmán a importantes empresarios, o si se impulsará su creación en breve, como vuelve a trascender en estas horas.

Hay decenas de ejemplos. Pero algo no funciona bien. Y Alberto se sigue manifestando creyente de un intervencionismo estatal que, en la práctica, mantiene atrasado al país: altos índices de pobreza y de inflación y un ingreso per cápita inusualmente bajo para un país como el nuestro, que oscila en poco más de 10.000 dólares y hace una década que no crece. A diferencia de lo que ocurre en países vecinos como Chile y Uruguay.

Quienes anteayer le brindaron apoyo, en el acto de la UOCRA, no se mueven por convicción alguna sobre el rumbo político: sólo dieron presente la mitad de los ministros, un único gobernador (Sergio Uñac) y la CGT que, además de defender a Alberto para evitar un avance del cristinismo sobre las obras sociales y los sindicatos, ya está organizando una movilización contra la inflación. La central obrera apoya a Alberto, pero para no responsabilizarlo por la suba de la inflación dirigirá la marcha contra las empresas formadoras de precios. Extraño. Es necesario crear fuentes de trabajo y se critica (aunque no sea más que un juego dialéctico) a los empresarios. Las ausencias en ese acto fueron más visibles y palpables que las presencias y mostraron que el Presidente está huérfano de apoyos.

Hasta el más creyente de los ciudadanos se pregunta a esta altura cómo llegaremos a diciembre de 2023. Todo un desafío a la imaginación.

Ayer el peronismo volvió a reunirse en Mendoza. El escenario lo puso la senadora cristinista Anabel Fernández Sagasti, titular del PJ provincial. El título del encuentro fue categóricamente claro: Peronismo Futuro. Da la sensación que el presente, así como están las cosas, no es muy promisorio. Una reunión que busca ampliar el peronismo y se manifestó contra la grieta. Pero el presidente del PJ nacional, Alberto, no estaba allí. Tampoco concurrieron a ese evento más gobernadores que en el acto de la UOCRA -aparte de Uñac, participó Axel Kicillof por Zoom-, porque los mandatarios provinciales sólo piensan en salvar su propio territorio. Ya no hay esperanza colectiva. Hubo, sí, autocrítica, o mejor dicho crítica a la actual gestión, cuando la senadora cristinista Juliana Di Tullio afirmó que un peronismo con 40 por ciento de pobres no es un peronismo que esta funcionando. Una autocrítica que también es una critica a Alberto. A confesión de parte, relevo de pruebas.

Fue Eduardo “Wado” de Pedro, de vínculo directo con Cristina, quien buscó darle mística al futuro peronista: propuso repensar la educación y darle un nuevo rol a la innovación para atraer a los jóvenes (los jóvenes antes le prestaban atención al kirchnerismo. Ahora se inclinan por Javier Milei o por JxC). Además, viene sosteniendo la necesidad de crear una mesa política en el FdT no sólo para mejorar la gestión actual de gobierno sino para tener lazos con otros sectores del justicialismo. Por eso le insistió a Juan Manuel Urtubey para que estuviera presente. El exgobernador es uno de los que teje un nuevo espacio, más moderado, con reuniones que suelen juntar a Juan Schiaretti, Florencio Randazzo, Emilio Monzó, Rogelio Frigerio, Graciela Camaño y el no tan moderado Capitanich (que conversa con Schiaretti más de lo que se sabe). Nadie se atreve a decir qué hacía Urtubey en Mendoza, que se ocupó de agradecer y también de tomar cierta distancia. Pero sí está claro que el ministro de Interior quiere otro perfil para el peronismo. Aunque tampoco se olvidó de la oposición: mudar la sede de YPF a la Patagonia, para que la empresa no siga tributando en CABA, donde gobierna el opositor Horacio Rodríguez Larreta. Fue en ese evento donde Wado pronunció otra frase más que sugerente. “Fracasar es parte del aprendizaje”, afirmó. No se refería expresamente a Alberto, sino a la experiencia de aprendizaje de los jóvenes, pero tampoco es necesario ser más explícito.

En ese escenario llegamos al 25 de mayo. Sumergido en su mar de dudas, el Presidente parece haber desistido de concurrir al Tedeum en la Catedral porteña. En algo se parece a Néstor Kirchner, que sólo asistió en 2004. Tal vez vaya a la Antártida, si la ventana del clima le permite llegar a territorio argentino tan inhóspito. Pero el trasfondo es que Alberto está malquistado con el Papa Francisco. Bergoglio recibió en el Vaticano a Wado de Pedro, a Jorge Capitanich, a Fernando Gray y a otros intendentes. Casi todos los que se lo solicitan, acceden a una entrevista personal. Menos él mismo y Santiago Cafiero.

Finalmente, Juntos por el Cambio. El viernes se realizó una reunión de los dirigentes de la mesa nacional en La Matanza. Desde que comenzó a organizarse, se sabía que Mauricio Macri no participaría. Y no lo hizo. Algunos sintieron cierto sinsabor al advertir que, mientras transcurría ese encuentro, Macri estaba reunido con el radical Rodrigo De Loredo, que aspira a ser gobernador de Córdoba o intendente de la capital de esa provincia. Pero, de todas maneras, no fue una reunión realizada en su contra. Hoy por hoy el expresidente sigue siendo una figura central en la alianza. Por el contrario, el encuentro estaba destinado a mostrar unidad y armonía. Hace varias semanas se había previsto su realización y el jueves último, el consultor Guillermo Raffo, propuesto por Mauricio Macri, les aconsejó a esos dirigentes algo mas que obvio: los argentinos no quieren ver peleas entre líderes del PRO ni de éstos con la UCR, sino que necesitan escuchar propuestas distintas.

“Si nos mantenemos unidos y no hacemos muchas tonterías vamos a ser gobierno en la Argentina¨, entusiasmó Miguel Ángel Pichetto a los participantes. La unidad es una condición hoy por hoy ineludible: una ruptura llevaría a esa alianza a una derrota casi segura. Lo de no pelear, es más complejo, porque todos son expertos en desarrollar tensiones. Pero el resultado de la reunión fue bueno, según opinaron hasta los que menos expectativas tenían. Rodríguez Larreta dio un consejo, que parece acertado: “Llegar a fin de año con un programa consensuado e integral”, sostuvo. El interrogante es si habrá un único programa de JxC, una por el PRO y otro por la UCR o tantas propuestas como candidatos cambiemitas.

En las últimas elecciones, hay un sector del electorado que votó al FdT pero que hoy no se siente representado. Ni la tibieza de Alberto ni las críticas de Cristina interpelan a esos electores.

Hay otro sector que votó a JxC. Hoy, una parte de esos electores, miran al ascendente Javier Milei, que sostiene ideas liberales -aunque lo hace con un discurso populista que genera mucha desconfianza-. Para esos electores es importante saber si el programa de JxC será más liberal o más socialdemócrata. Pero hoy por hoy, ni el ciudadano más atento escucha propuesta alguna, de ningún tipo. Y tampoco está todavía claro si el crecimiento de Milei en las encuestas -todavía ninguna detectó que haya comenzado a declinar o desgastarse- se debe a su impronta disruptiva, que atrae a muchos porque promete romper con la casta y todo lo actual, o si porque la ciudadanía está girando con convicción hacia posiciones más liberales.

Los argentinos promedio no tienen en claro hacia dónde van esos dirigentes, ni qué proponen ni cuáles son sus ideas, por más que haya varios equipos económicos pensando en eso. Los argentinos sólo saben que viven en una Argentina desbordada de inflación, pobreza e inseguridad; llena de planes sociales paliativos; con apenas 6 millones de trabajadores formales en el sector privado y 3 en el sector público que trabajan por salarios relativamente bajos y tributan altísimos impuestos para mantener el descontrolado gasto público.