Alberto quedó atrapado en la expectativa de cambios de Gabinete y hay más dudas sobre el rumbo

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Nota extraída de TN por Jesica Bossi

“Así no se puede gobernar”, se escucha decir en la Casa Rosada. Al parecer, sólo habría cambios en las segundas líneas del Gobierno.

Alberto Fernández generó una burbuja que le puede explotar en la cara. Pasó largas horas, por separado, con cada uno de los integrantes de su círculo íntimo para evaluar señales de autoridad en su pelea con Cristina Kirchner. De esas reuniones surgió una fuerte expectativa de cambio de gabinete, que ahora lo exponen con la decisión que tome: si las modificaciones son menores o si finalmente no toca nada, corre el riesgo de perder el apoyo de los pocos que aún lo respaldan.

El agotamiento de los funcionarios “albertistas” es indisimulable. “Así no se puede gobernar. La realidad se va a terminar imponiendo”, concluyó un colaborador de primera línea. La pelea más grave, por el impacto en la sociedad, se da en Economía y Energía, pero todas las áreas administrativas están atravesadas por la interna.

Un ejemplo: a Julio Vitobello, secretario general de la Presidencia, le llevó meses designar al subsecretario de Asuntos Políticos, Nicolás Ritacco, por la resistencia de La Cámpora.

La esperanza del relanzamiento del Gobierno de Alberto Fernández

En el entorno presidencial, casi todos consideran que hay una oportunidad de supervivencia si relanzan el equipo y definen un rumbo para dar la única batalla que les puede dar chances para 2023: bajar la inflación. Alberto Fernández ratificó a Martín Guzmán, que este lunes viaja a Washington para la asamblea de primavera del Fondo Monetario Internacional.

Guzmán parece seguro en su cargo, aunque hayan circulado posibles reemplazos. Desde el kirchnerismo, algunos postularon a Augusto Costa –mano derecha de Kicillof– y desde otras usinas rodó el nombre de Emmanuel Álvarez Agis, sugerido por fondos de inversión. Agis fue también funcionario de Axel, pero ahora no es cercano a La Cámpora, donde ven con malos ojos que se haya dedicado a hacer dinero en la actividad privada.

¿Cambios? En las segundas líneas

La atención está puesta en las segundas líneas, donde cerca de Alberto Fernández dan por descontado que habrá novedades. El secretario de Comercio, Roberto Felleti, y el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, son dos “no alineados” que entorpecen la gestión del ministro de Economía.

¿Alcanza con esas cabezas para mostrar autoridad? No todos opinan lo mismo. “El único cambio de impacto es el de Wado, el resto no mueve el tablero”, dice un interlocutor habitual del Presidente. Es poco probable que eso pase porque, sostiene Alberto, sería formalizar la ruptura con la vicepresidenta. Ese argumento es rebatible para algunos. ¿Qué podría hacer ella? El botón rojo de Cristina sería renunciar, pero ya avisó en sus cartas y en charlas que no lo va a hacer por su lugar que considera tiene en la historia. O sea, no va a apretar el botón rojo, lo que torna su posición más débil.

El rol de Wado de Pedro

Eduardo “Wado” de Pedro, al igual que Guzmán, también se va al exterior la semana que viene. El miércoles vuela a Israel, confiado en su permanencia. No cree que le puede pasar lo mismo que a Felipe Solá, que fue despedido en una escala aérea por Santiago Cafiero. Por las dudas, De Pedro no debería atender si lo llama por teléfono el canciller.

En la Casa Rosada se profundiza la desconfianza hacia el ministro del Interior, aunque él intente acercamientos con el Presidente. Fue uno de los pocos que lo visitó en el Sanatorio Otamendi, y le llevó ropa de regalo a su hijo Francisco.

De Pedro tendrá un rol clave el año que viene en el armado de las elecciones. ¿Le van a dejar ese papel cuando el Presidente tiene la fantasía de reelegir y puede haber una interna en el oficialismo? El mismo razonamiento fue parte de otras conversaciones con Alberto sobre Anses y PAMI. La Cámpora continúa colocando militancia en esos organismos, al igual que en las delegaciones de AFIP en el interior. Eso es caja y contratos para nutrir a la organización, que pasa sin que la Casa Rosada diga nada.

El estilo de Alberto Fernández vs el de Cristina Kirchner

Desde noviembre del año pasado, Agustín Rossi está en gateras. Esa demora en el ingreso al gabinete exhibe las enormes dificultades del Presidente para tomar decisiones y ejecutarlas. La lentitud contrasta en comparación con el implacable estilo K: cuando Cristina sacó a Rossi de la jefatura de bloque para designarlo como ministro de Defensa fue en un trámite exprés. Lo convocó a la Casa Rosada, se lo propuso; llamó luego a Arturo Puricelli para avisarle que pasaba de Defensa a Seguridad, y a Nilda Garré para que deje Seguridad y asuma como embajadora ante la OEA. Todo eso le llevó media hora.

El caso Rossi muestra otro aspecto del desconcierto presidencial. Es un nombre que busca incorporar pero no sabe donde. La creatividad del Estado para hacer cargos a medida es infinita, pero caería muy mal engordar más la estructura. Una opción es la AFI, lo que sería un arma de doble filo. Si bien Rossi tuvo a su cargo la inteligencia militar en dos gestiones distintas, incluida una con César Milani como jefe del Ejército, asumir esa función le anularía la posibilidad de situarse como vocero del Gobierno y lo mantendría con una agenda de dinámica prácticamente incompatible con la política.

¿Por qué podrían ofrecerle la AFI? Básicamente porque en esta guerra a Cristina Caamaño no hay nadie que la defienda.

Máximo Kirchner, ahora de bajo perfil

Hace dos semanas que el Gobierno está dedicado a operaciones internas, a la espera de un desenlace que no llega. En los últimos días, Máximo Kirchner, que venía siendo la voz de mando en la avanzada contraAlberto Fernández, bajó el perfil para dar protagonismo a la reaparición de su madre. Cristina repitió en la cumbre de Eurolat conceptos que ya había dicho, y se mordió la lengua para no atacar más directamente al Presidente. A lo Neustadt, dijo la frase “Dejémoslo ahí” cuando hablaba sobre los gobiernos que “no hacen las cosas que hay que hacer”. Es decir, no dobló la apuesta, calló lo que cuenta en privado y de esto tomaron nota en Olivos.

Mientras tanto, las proyecciones económicas empeoran. En el último informe de Eco Go, de Marina Dal Poggetto, elevaron la estimación de inflación para 2022 a 64% y bajaron la de crecimiento a 0,5%, lejos de la pauta oficial. En mayo, toca la primera revisión trimestral del Fondo Monetario Internacional, de las cuales dos estarían cumplidas (reservas y emisión monetaria) y hay dos a confirmar (deuda flotante y déficit fiscal). Aunque se supere la primera prueba, en el oficialismo reconocen un riesgo de incumplimiento a futuro.

Se asoman los antisistema

En la Casa Rosada tienen conciencia de que los movimientos de Cristina generan daño en el corto y mediano plazo. “La crítica constante hacia el Gobierno y decir que vamos a perder en 2023 funcionan como una profecía autocumplida”, evalúa un colaborador.

En su lectura, extendida en la mesa chica, hasta la pandemia había dos categorías políticas: estar con Cristina o en contra de Cristina. Esto aplicó en 2019, por esa razón tanto Alberto como Sergio Massa se reconciliaron y volvieron a su bando para ganar. Ahora creen que esos criterios se hicieron más difusos frente a la irrupción de una nueva categoría: los antisistema. Es difícil calcular cuánto puede pesar ese grupo, y también medir con qué velocidad se transforman los escenarios.

El hastío en los pilares de apoyo de Fernández es cada vez más notable, en tanto corre el reloj. La CGT y los empresarios no creen en la palabra del Presidente y están convencidos de que sus acciones están inexorablemente a la baja.