viernes, marzo 29

Alberto,los consejos que no escuchó y el número que asusta aCristinaKirchner

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Nota extraída de Clarín por Santiago Fioriti

El Presidente generó una grieta en la oposición y se le puede volver en contra. La pelea con la vicepresidenta sigue intacta. Las tarifas y Guzmán, eje de resquemores.

Alberto Fernández pidió silencio varias veces durante la presentación en el Congreso.

—¡Mentiroso! —le gritaron a Alberto Fernández. No fue desde una sola grada ni desde una sola banca. El sonido se filtraba con nitidez entre los gritos, pero el Presidente decidió clavar los ojos en Alfredo Cornejo.

Alberto tiene una cuestión con la mentira. No es este el ámbito para hallar respuestas que requieren de otros conocimientos para comprender los procesos mentales, pero sí para constatar hechos: el primer mandatario recurre con frecuencia a distintas frases para sacarse de encima esa acusación. Lo hace siempre con impulsividad. A veces con enojo, a veces como si intentara demostrar que la incriminación provoca en él una gran tristeza.

Se puede recurrir al archivo para verificarlo: incluso lo hace como un latiguillo antes de pronunciar una afirmación sin que haya ante él ningún interlocutor que esté cuestionando la veracidad de sus dichos. El cráter que afecta la confianza presidencial quizá potencien su necesidad de defensa.

Esa confianza se terminó de quebrar cuando dijo que no habría fotos de las fiestas en Olivos «porque esas fiestas no existieron». A las veinticuatro horas estaban las evidencias en los portales. Desde entonces, su popularidad se zambulle por un tobogán y en la nube de palabras que conforman los encuestadores -un juego a través del cual a los ciudadanos se les pide que identifiquen a los políticos con un único término- los resultados son categóricos.

—Yo no miento, Alfredo. Me conocés. Yo no miento —dijo Alberto, con la cara en el primer plano de la cadena nacional. Desde su banca, Cornejo parecía desencajado.

Fernández eligió pelearse con la oposición. Algunos rememoraron el discurso de Máximo Kirchner durante la discusión por el Presupuesto, cuando logró que la oposición decidiera rever su voto y darle la espalda. Alberto disparó ahora el enfrentamiento cuando insistió con que el Poder Judicial debe acelerar la investigación para analizar la deuda de 44.500 millones de dólares que contrajo Mauricio Macri con el FMI. En su equipo, y entre los diputados que procuran conseguir los votos para aprobar el acuerdo con el organismo -con Sergio Massa a la cabeza- había habido una intensa deliberación sobre la conveniencia o no de cuestionar al macrismo frente a la necesidad extrema de contar con su guiño en el tratamiento del acuerdo. «Si nos atacan, nos vamos», habían transmitido por distintas vías las voces macristas más duras.

El Presidente prefirió seducir los oídos de su agrupación, que le reprocha no haber sido del todo específico con la herencia ni haber defendido la supuesta ilegalidad del préstamo que el organismo le concedió a Macri. Claro, podía pasar lo que pasó: que el ala dura de Juntos por el Cambio no terminara de escuchar su discurso y dejara sobre sus bancas la bandera de Ucrania. ¿Y ahora? «Ahora vamos a ver qué hacemos. Veremos la letra chica y qué votan ellos antes de ver qué votamos nosotros«, confía un diputado macrista que tiene más ganas de expresarse en contra que a favor. 

A los halcones del PRO se sumaron otros actores de ese mismo espacio que, en otros tiempos, quizá no hubieran actuado de tal modo. Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, por ejemplo, que han hecho del diálogo con el kirchnerismo una conducta. Rodríguez Larreta, a quien Alberto llamaba amigo, y Vidal, la socia de Massa en la Legislatura bonaerense durante sus cuatro años como gobernadora. A ese punto ha llegado Alberto.

La tormenta perfecta comienza a cerrarse sobre la Casa Rosada. Máximo Kirchner desairó los pedidos para que pensara mejor la idea de pegar el faltazo. Eduardo «Wado» De Pedro prefirió concentrarse en la promoción de su viaje a Europa. Y Cristina no se caracterizó por los gestos de amabilidad durante el acto. Al contrario. «Dale, pedí ahora el minuto de silencio», le ordenó cuando vio que Mario Negri le quería copar la parada sobre la invasión de Rusia en Ucrania. El micrófono estaba encendido. Cristina no podía ignorarlo. Alberto obedeció.

«Estamos en el final del camino. Más allá de las internas y de si les gusta más o menos el acuerdo, nos van a tener que acompañar o nos quedamos sin país», admite en la intimidad un ministro de Alberto. ¿Habla del cristinismo o de la oposición? De ambos. Alberto se quedó sin balas. Ya no depende de él.

El entendimiento con el Fondo se terminó de concretar poco después del discurso en el Congreso. La letra chica se desconoce. Pero Fernández sinceró que están obligados a subir más las tarifas de los servicios públicos de lo que se viene anunciando. Una nueva pelea interna está en marcha,

Martín Guzmán difunde la idea de que los incrementos estén lo más cerca posible del salto inflacionario que se producirá este año, que podría ser récord. Es lo que le pide el Fondo. Cristina se opone a que las boletas de gas y de luz estén por encima del 20 %. Es lo que reclama su núcleo duro de votantes.

Alberto anunció que las tarifas estarán por debajo del Coeficiente de Variación Salarial. Que fue una manera elegante de blanquear que quiere que estén muy cerca de esa cifra y muy lejos de la que pretende el cristianismo. En 2021, el CVS fue de 56.4. Cualquier número que se acerque a ese asustaría al cristinismo.. 

Aunque el 22 de marzo la Argentina tiene vencimientos por casi 2.900 millones de dólares, y para esa fecha debe estar aprobado el acuerdo en el Parlamento para no caer en default, mucha agua correrá todavía debajo del puente.