jueves, marzo 28

Alcohol y medicación: cuáles son los riesgos de mezclar ambas cosas

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Qué efectos se generan en el organismo

Debemos entender que el alcohol es una droga, como los fármacos lo son. Éste y varios medicamentos ingresan al cuerpo por la boca, se absorben en el tubo digestivo y se distribuyen vía sanguínea a los órganos. Una vez cumplimentado el efecto, deben eliminarse; para ello, pasan primero por el hígado que los metaboliza.

Al beber alcohol, si estoy tomando medicamentos, creo un conflicto para mi hígado. Las enzimas del metabolismo deben repartirse su tarea entre dos o más sustancias volviéndose menos eficientes, aumentando la permanencia activa del medicamento en la sangre y su efecto.

No en todas las personas es la misma reacción al combinar ambos. Hay otros factores que influyen y que pueden determinar un mayor o menor efecto. Entre ellos están:

– Sexo femenino: las mujeres, en general, poseen un metabolismo más lento del alcohol y son más propensas a efectos adversos de la combinación.

– Herencia: la genética juega su papel también en estos casos. Hay grupos familiares que son más propensos.

– Polimedicación: beber alcohol si estoy tomando medicamentos encierra un peligro mayor cuando los fármacos son varios al mismo tiempo.

Las benzodiacepinas, como el diazepam o el alprazolam, presentan un gran riesgo. El alcohol potencia su efecto depresor sobre el sistema nervioso central, aumentando la somnolencia y la falta de atención. La combinación puede causar accidentes de tráfico, por ejemplo.

Entre los analgésicos comunes, la complicación más frecuente es de tipo digestivo. El paracetamol con el alcohol se hace más tóxico para el hígado que ingerido solo. Y el ibuprofeno, en el mismo sentido, se vuelve más agresivo con el estómago.

En cuanto a los antibióticos, hay algunos mitos que no tienen sustento científico. Se sabe que unos pocos realmente interaccionan en forma peligrosa con el alcohol, como el metronidazol y la isoniacida. El resto no reporta efectos adversos de suma gravedad, en principio.

Al tomar unas copas de alcohol, su permanencia en la sangre rondará las seis horas. Durante ese tiempo, el metabolismo hepático repartirá energías entre los medicamentos y la bebida. En ese momento, el fármaco puede manifestar efectos adversos.

El metabolismo enlentecido dependerá también de la cantidad de alcohol ingerida. En general, una copa de vino o un vaso de cerveza no deberían ocasionar grandes problemas. Aunque falta determinar el otro factor interviniente que es el medicamento.

Una persona medicada con anticoagulantes o con anticonvulsivantes no debería arriesgarse ni siquiera a una copa. Son fármacos que no pueden suspenderse momentáneamente para asistir a una fiesta, ni tampoco es recomendable arriesgarse a que el cuerpo los metabolice más lentamente.

En el caso de fármacos de uso crónico, se debe consultar al médico de cabecera para determinar hasta cuánto es aceptable, para no alterar los efectos beneficiosos. Y, sea como fuere, no debería haber conducción ni trabajos de riesgo después de la ingesta.

Fuente: Mejor con salud