Nota extraída de TN por Marcos Novaro
Todo se complica para la nueva ministra a la hora de pasar de las palabras a los hechos. No consigue siquiera gestos formales de apoyo de Cristina Kirchner ni de los gobernadores. Los pronósticos para los próximos meses siguen empeorando
Poco a poco, va quedando claro que, aunque Martín Guzmán hizo casi todo mal en la gestión, eligió bien el momento para irse: dentro de unos años, en una reunión académica o en un encuentro con amigos, va a poder decir que hasta que él se fue la economía estaba “creciendo”, la deuda en pesos todavía podía renovarse y su último mes hubo “solo” 5,3% de inflación.
Silvina Batakis tendrá difícil emularlo
Aún cuando la esté ayudando el odio generalizado que genera en el oficialismo la sola mención del nombre de su predecesor, el escapista, ya está también bien a la vista que ella no va a disfrutar ni por asomo del tiempo interminable que a él se le regaló, porque Alberto Fernández creía que tiempo le sobraba.
Sobre la inflación, ya desde su primer mes las cosas pintan bastante peor para Batakis: nadie pronostica menos del 7% para julio, y como desde agosto se empezarán a aplicar los recortes de subsidios a las tarifas, hasta ahora el único paso concreto que Batakis pudo dar para honrar las promesas con que inició su gestión, es difícil imaginar que los índices vayan a ser mucho menores en adelante. Si le sumamos a eso la presión creciente de la falta de dólares (dado que empezarán a faltar los de la cosecha) no queda mucho espacio para ser optimistas.
En cuanto a la deuda en pesos, las cosas no pintan mucho mejor. La garantía que ofreció el Banco Central no pareció conmover a los mercados. Lo único que podría hacerlo sería que Pesce y Batakis cumplan la promesa que se viene haciendo desde que se firmó el acuerdo con el Fondo: tasas de interés positivas, es decir, por encima de la inflación. Pero de ir por ese lado se enfrentarían a críticas generalizadas, de adentro y de afuera del gobierno, porque el efecto inmediato sería una aguda recesión.
Recesión que, de todos modos, se viene gestando sin pausa y por varios otros factores desde hace tiempo. Junio parece haber sido el último mes que, en la comparación con el año pasado, todavía se pudo beneficiar de la fuerza de la recuperación poscuarentena, y comparado con los primeros meses de este año, al menos no arrojó un rojo generalizado.
El combo de las últimas semanas, en que se combinó la falta de dólares y el consecuente freno aplicado a las importaciones, con la falta de precios, por el descontrol que siguió a la salida intempestiva de Guzmán, tendrá un fuerte impacto negativo en la tasa de actividad de este mes. Que difícilmente se revierta en los que le sigan, dado que la escasez de dólares va a continuar, o se va a agravar más bien, por efecto combinado del fin de la cosecha y la continuidad de las importaciones de gas, y la inflación va a impactar cada vez más negativamente en el consumo. Para colmo de males, el arrastre estadístico de la recuperación se termina.
Las cosas no pintaron bien para Silvina Batakis
En este contexto es que Batakis tuvo que encarar sus primeros días en el cargo, y empezar al menos a convertir sus palabras en hechos. Y como era de esperar, las cosas no pintaron muy bien que digamos.
Más que los recortes en los subsidios, que ya estaba programado iniciar hace meses, no pudo mostrar ninguna iniciativa concreta. Lo que no sorprende, dado que es ministra de un gobierno que ha dejado incluso de mover expedientes, y no puede evitar que de la Casa Rosada se roben hasta las biromes, los termos y la vajilla.
Pero al menos ella podría haber explicado cómo piensa concretar la centralización de los recursos en una cuenta única, que anunció con bombos y platillos la semana pasada. O de qué manera cumplirá con el equilibrio de ingresos y gastos también prometido. No hizo nada de eso, y todo indica que no lo hizo por una muy buena razón: nadie en el oficialismo se digna a acompañarla en esas cruzadas, así que si realmente pretendiera llevarlas adelante correría un serio riesgo de quedar pedaleando en el aire.
¿Qué hace entonces Batakis?
Pareciera haber empezado una tarea de reclutamiento de aliados y selección de interlocutores. En la que tampoco las cosas empezaron del todo bien. Y consume un tiempo que no le sobra.
Tal vez su negativa a recibir a las organizaciones de desocupados haya estado justificada, pero como a continuación las recibió el presidente, su postura quedó debilitada. Empezamos mal.
Mientras tanto, se siguen sucediendo las reuniones entre Alberto Fernández, Massa y Cristina Kirchner, y a la ministra no solo no la invitan, sino que todo indica que ni siquiera le cuentan lo que conversan: tal el nivel de compartimentación con que se maneja la jefa.
Lo peor todavía estaba por llegar: fue lo que sucedió el lunes con los gobernadores: solo cinco se dignaron asistir a la reunión a la que los citó el jefe de gabinete, Juan Manzur, que se supone está ahí porque algún diálogo tiene con los caudillos provinciales, para que con su presencia dieran un mínimo respaldo a la nueva funcionaria.
Uno diría, si iban a hacer semejante papelón, ¿cómo no se enteraron antes?, ¿cómo no sondearon el terreno para no quedar tan alevosamente aislados? ¿O será que Batakis y Manzur prefirieron, antes que suspender el encuentro, hacerlo de todos modos y poner en evidencia a los jefes distritales del peronismo ausentes, dejar a la luz que Guzmán no es el único escapista, que hay unos cuantos más que se disponen a saltar a sus botes salvavidas? Podría ser. Pero si ese es el caso, es difícil que les funcione: ¿desde cuando en el peronismo se paga por seguir a pie juntillas lo que manda el instinto de supervivencia?
Ojalá estos episodios hayan bastado para que la jefa de Economía advierta lo complicado de su situación. Y sobre todo lo distinta que ella es de la que disfrutó Guzmán: él podía perder meses y meses en tratativas inconducentes, exploraciones absurdas e internas interminables. Pero todo eso terminó. Ella no tiene ni un minuto que perder, si quiere seguir en el cargo más que unas pocas semanas.
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