jueves, marzo 28

Bitcoin: el sistema anti-sistema

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Historia moderna de la inflación en Estados Unidos (un cuento corto en cinco actos) Por Rodrigo Benadon- @rbenadon

Acto I. El Viaje del Héroe

En 1974, el presidente de Estados Unidos, Gerald Ford, le declaró la guerra a la inflación. Le advirtió al Congreso en un gran discurso que la inflación era peligrosa y podría destruir el estilo de vida norteamericano. En ese momento, la inflación era alrededor del 10% anual.

Sus medidas para combatir la inflación no funcionaron y Ford perdió las elecciones ante Jimmy Carter. (Nota histórica interesante: Ford nunca fue elegido presidente o vicepresidente. Llegó a la vicepresidencia cuando Spiro Agnew renunció y a la presidencia cuando renunció Richard Nixon).

En 1979, Carter sabía que era muy necesario abordar el problema de la inflación y nominó a Paul Volcker para dirigir la Reserva Federal (el Banco Central de Estados Unidos), posiblemente uno de los cargos más desafiantes del país. El candidato favorito de Carter no aceptó el trabajo. Según los historiadores, los candidatos que estaban a la altura entendían que ser el presidente del Banco Central era el tipo de trabajo en el que todos en el país terminaban odiándote…

Volcker advirtió a Carter que para tener éxito tendría que restringir la cantidad de dólares disponibles. Estaba convencido de que la principal causa de la inflación era que la Fed había emitido demasiado dinero.

Los economistas entendían la lógica muy bien. Haciendo disponibles más dólares, los que ya están en la economía valen menos. Pero la receta para limitar la oferta monetaria, probada ya en el pasado, tiene consecuencias. Se necesitaba capital político para llevarlo a cabo hasta el final, a pesar de los sacrificios.

Acto II. It ain’t easy being green

Volcker aceptó el desafío y desplegó su plan para combatir la inflación. Principalmente, la Fed dejaría de imprimir dinero.

Sin embargo, poco después de que Volcker implementara su plan, la inflación se disparó al 14%. El desempleo también aumentó y Estados Unidos se enfrentaba a una recesión. Era difícil conseguir préstamos. El crédito se agotó y se vendían pocas casas y autos.

La gente odiaba a Volcker. Incluso se habló de destituirlo. De la misma manera que la mayoría de la gente hoy en día no se preocupa por las complejidades de la política monetaria, en ese entonces, la mayoría no entendía o no le importaba lo que estaba haciendo la Fed. Pero si entendían que estaban peor que antes.

Acto III. La Revelación: Ver Para Creer

Volcker se dio cuenta de que la razón por la cual el plan no funcionaba era que la gente simplemente no creía que la inflación iba a desaparecer. Y así, las decisiones se tomaban con la expectativa de que los dólares simplemente valdrían menos en el futuro.

Los precios se estaban fijando con la inflación ya incluida. Los salarios se negociaban “ajustados por inflación” para los años siguientes. La inflación era de esperar y había que anticiparse. Era una realidad arraigada, el círculo vicioso de una profecía autocumplida.

En pocas palabras: los patrones de comportamiento no se cambian fácilmente. Las creencias, después de todo, dan forma a los cimientos de la experiencia humana. Las emociones no se pueden restringir como la oferta monetaria.

En 1982, con Ronald Reagan como presidente, la gente comenzó a creer en el plan de Volcker y la inflación comenzó a ceder. En 1989, con George H.W. Bush en el cargo, una década después de que Volcker lanzara su plan, la recesión había terminado, el empleo había vuelto y la inflación había bajado al 0.2% anual. Sin embargo, desde el momento en que Volcker comenzó a restringir la oferta monetaria, el dólar había perdido alrededor del 60% de su poder adquisitivo.

Acto IV. La Amenaza Fantasma, La Venganza de los Sith y El Imperio Contraataca

Antes de morir en 2019, Paul Volcker le dijo a NPR que la gente cree que la Fed no permitirá que la inflación se vaya de control nunca más. Sin embargo, la Fed ha impreso billones (trillones) de dólares: el 40% de todos los dólares existentes se crearon en los últimos 12 meses.

En países como Argentina, con una larga historia de inflación paralizante, los ciudadanos están acostumbrados a jugar a ‘la mala moneda’. Aunque el peso se utiliza para transacciones cotidianas, la economía se cotiza en USD. Pero en EE.UU., la mayoría de la gente aún no ha experimentado este problema. Sin embargo, ahora hay muchos más dólares en el mercado persiguiendo la misma cantidad de bienes y servicios y la inflación está regresando. La gente comienza a notarla en el supermercado.

La mentalidad parece estar cambiando, en vez de ahorrar dinero hay que  apresurarse a comprar cosas (ya que es probable que los dólares valgan menos en el futuro). Pensar así, por supuesto, hace que la inflación se acelere. Para controlarla, la Fed tendrá que cambiar el pensamiento y los patrones de comportamiento en masse. (Buena suerte con eso, Sr. Powell).

La inflación es debilitante en muchos niveles. Hoy en día, las medidas para derrotar la inflación à la Volcker simplemente no están disponibles. Al contrario, la Fed está inyectando dinero a la economía. Nadie sabe cuáles serán los efectos de una sobreoferta de dólares sin precedentes. Estamos en aguas desconocidas en un mundo donde el dólar es un poderoso contendiente en la guerra global de divisas.

Acto V. Una Nueva Esperanza

Necesitamos cambiar la mentalidad de la gente. Y para eso, necesitamos una gran idea. Una idea fantástica.

Necesitamos un nuevo tipo de solución para arreglar la inflación: un nuevo paradigma. Un sistema que cure tanto los síntomas como la enfermedad, sin matar al paciente en el proceso.

Necesitamos un sistema anti-sistema, diseñado desde cero, usando un conjunto de principios diferentes. Un sistema que no depende de los Paul Volckers del mundo para solucionar los problemas cuando las cosas se descontrolen. Un sistema inmune a creencias y patrones de comportamiento.

El experimento global de una oferta fija de dinero, un criterio con el que podamos fijar el precio de TODO, aún no se ha probado. El patrón oro fue lo más parecido, pero la contabilidad negligente y fraudulenta, la violencia (económica, militar, política) lo vuelve impráctico.

El nuevo sistema debe ser universal, neutral, agnóstico, donde cualquiera sea libre de usarlo y libre para abandonarlo, sin controles de capital o “incentivos” (amenazas) para repatriar fondos. Un sistema tan justo con garantías reales (incontestables) de que todos estamos, de hecho, en igualdad de condiciones. Un sistema al que nadie pueda patotear (comprar, influenciar, dominar). Sin importar quien sea o donde esté. Un sistema que compita por sus propios méritos y sea sencillamente mejor en todos los sentidos. Su valor, capacidad, fuerza, imparcialidad e inmutabilidad serán evidentes.

El nuevo sistema deberá permitir una transición suave. Un mecanismo alternativo que nos permita migrar del antiguo sistema heredado al nuevo, sin lucha de poderes. Simplemente optando por salir del sistema actual y optar por entrar en el nuevo sistema. Sin coerción, sin mandatos.

Necesitamos un sistema monetario que no esté sujeto a la inflación por definición, con una oferta fija. Un sistema monetario cuyo diseño no requiera un ejecutor ni presente un punto único de falla. El sistema no necesitará auditoría porque se audita automáticamente en tiempo real y a plena vista de todos. A este sistema no se lo puede engañar.

El economista Alfredo Roisenzvit me señaló que, según la teoría económica moderna, el mundo no puede funcionar con una oferta fija de dinero. La oferta monetaria tiene que ser acorde a la actividad económica global. Además, las fuerzas del mercado producen apalancamiento, que en realidad se traduce como un aumento de la oferta de dinero. A pesar de esto, el nuevo sistema antisistema sería lo suficientemente poderoso como para actuar como la capa fundamental sobre la cual podrían construirse todas las dinámicas y actividades económicas modernas. Desaparecerían las distorsiones, desigualdades y aberraciones que las políticas monetarias actuales hacen posibles.

Para que eso sea cierto, el sistema no deberá ser susceptible a la confiscación o embargo. Sus reglas deben ser inalterables, bajo cualquier circunstancia: guerras, pandemias, revoluciones o reinicios culturales.

La racionalidad, en un mundo temperamental e irracional, prevalecerá. Y cuando lo haga, gradualmente y luego de repente, las mentes que crearon y se rigen por el sistema actual (legado) se transformarán para siempre. El sistema que dio origen a la desconfianza (y la hizo perdurar) deberá quedar obsoleto.

¿Por qué nos pusimos en un lugar donde la inflación siquiera existe? ¿Por qué dimos tanto poder a los llamados terceros de confianza? Las respuestas a estas preguntas pueden ser largas, matizadas y discutibles, pero creo que simplemente no teníamos nada mejor.

Hasta ahora.

Creer en #bitcoin

~ FIN ~

 

Los dejo con esta importante cita de la famosa novela Zen y el arte del mantenimiento de motocicletas de Robert Pirsig.

“Pero derribar una fábrica o rebelarse contra un gobierno o evitar la reparación de una motocicleta porque es un sistema, es atacar los efectos más que las causas; y mientras el ataque sea únicamente sobre los efectos, no es posible ningún cambio. El verdadero sistema, el sistema real, es nuestra construcción actual del pensamiento sistemático mismo, la racionalidad misma, y si se derriba una fábrica pero la racionalidad que la produjo se deja en pie, entonces esa racionalidad simplemente producirá otra fábrica. Si una revolución destruye un gobierno sistemático, pero los patrones sistemáticos de pensamiento que produjeron ese gobierno se dejan intactos, esos patrones se repetirán en el gobierno siguiente. Se habla mucho del sistema. Y tan poca comprensión.”

 

Artículo original en Ingles: https://medium.com/@benadon/bitcoin-the-anti-system-system-375d11c84367