Cafiero en Washington

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Nota extraída de The PostArgentina, por Carlos Viva

Va a conversar con pesos pesados de su política interna sin tener la menor idea de su background, de sus convicciones, de sus conveniencias y de sus intereses

El gestor de los toqueteos llegó a Washington para una visita oficial de dos días que incluirá una reunión con el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, tercera en la línea de sucesión y una de las figuras más influyentes del Partido Demócrata. La visita buscará aceitar la relación bilateral en medio de la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), en la cual la Casa Blanca juega un papel decisivo.

Cafiero fue el encargado de gestionar los toqueteos de Fernández a los principales líderes mundiales en los pasillos del Centro de Convenciones de Roma donde se celebró la reunión del G20 en 2021, en uno de los papelones de cholulismo y chabacanería más lamentable de la historia de las relaciones exteriores de la Argentina.

La idea del gobierno con este viaje es pulir las relaciones con los EEUU. Si ese es el objetivo y el emisario es Cafiero, la meta queda bajo una profundísima duda desde su mismísimo comienzo.

Cafiero es un advenedizo en el manejo de las relaciones internacionales. Para mejor decir, es un advenedizo para todo. No tiene la menor formación. No se ha preocupado por nutrirse de las ideas que gobiernan el mundo hoy. En lo puntual referido a los EEUU, no tiene la menor idea de su historia, de sus tradiciones, de su composición sociológica y del funcionamiento de sus instituciones.

Va a conversar con pesos pesados de su política interna sin tener la menor idea de su background, de sus convicciones, de sus conveniencias y de sus intereses.

La cultura norteamericana ha sido completamente desdeñada en nuestro país. Siendo su Constitución la fuente directa y original de la nuestra, el estudio de sus instituciones, de sus costumbres, y de sus tradiciones legales (que tan coherente habría sonado dado la escuela a la que pertenece la Ley Fundamental argentina) fue completamente dejado de lado.

La generación a la que pertenece Cafiero fue formada directamente por un prejuicio de animadversión hacia los EEUU, por una idea preformada de envidia y odio hacia todo lo que proviniera de ese país.

Solo el interés por la influencia que Washington tiene con su peso de veo virtual en el board del Fondo pone en marcha esta movida. Fue esa misma concepción la que llevó al gestor de toqueteos a intentar que Fernández se abalanzara sobre los funcionarios norteamericanos en Roma. Todo aquello, como dijimos, fue un verdadero papelón.

Este nuevo intento tiene fallas desde su primer origen. Ni Cafiero ni Blinken –sobre todo, Blinken– están involucrados de manera directa en el proceso. El Departamento del Tesoro, donde el Gobierno ve más obstáculos que en el Departamento de Estado o la Casa Blanca, tiene más peso en la discusión. El gobierno de Joe Biden ha ofrecido hasta ahora un mensaje consistente: Estados Unidos respaldará a la Argentina si presenta un plan económico sólido que aliente el crecimiento y la inversión privada.

La Argentina no solo no tiene un plan económico sino que hace alarde de no tenerlo y grita a los cuatro vientos que no lo va a tener. Ni hablar del crecimiento y la inversión privada: al contrario, el gobierno peronista se caracteriza por organizar y perfeccionar un orden jurídico que impide el crecimiento y la inversión privada.

Es cierto que el gobierno se llena la boca con la palabra crecimiento. Hasta tuvo el tupé de decir que los cortes de luz se deben a que “estamos creciendo” en una tomadura de pelo a todo el pueblo que solo puede provenir de gente a la que solo le importa su propio pellejo y su propio bolsillo.

Naturalmente la sugerencia norteamericana está interconectada. Es decir, el crecimiento genuino, legítimo, real, palpable proviene necesariamente de la inversión privada. El sector público (el Estado) no tiene un solo peso (para gastar o invertir) que no se lo haya sacado previamente a los ciudadanos privados que son, con su impulso, su inventiva y su innovación, los que impulsan el crecimiento verdadero.

Los gobiernos peronistas (y la mentalidad que ellos le han contagiado al país desde 1945) lo que han hecho es generar un orden jurídico directamente prohibitivo de la inversión privada. Lo legislado por la mentalidad peronista es para perseguir a los inversores, no para alentarlos.

De modo que hay allí una discrepancia embrionaria con la concepción que los que EEUU consideran debería ser el primer paso para empezar a solucionar los problemas.

Cafiero está a años luz de poder discutir estos temas. El canciller argentino, para ser franco, da lástima. La misma lástima que daba verlo en los pasillos de la Convención de Roma cortando prácticamente el paso de los mandatarios del mundo para que luego, por detrás, apareciera el besuqueiro Fernández a intentar toquetetar todo lo que pasaba.

Y para ponerle una frutilla de este postre de mal gusto, la visita de Cafiero coincide, nada menos, que con un viaje del presidente a Moscú y a Beijing, para asistir, en esta última ciudad, a la inauguración de los juegos olímpicos de invierno que, justamente, merecieron el boicot norteamericano.

Pensar que los EEUU dejan de lado estos detalles, estos gestos visuales evidentes, es ser un inocente o un ignorante.

El presidente Biden está en una puja casi personal con Putin por la amenaza territorial de este sobre la geografía de Ucrania. Ni hablar de lo que ocurre a nivel comercial (más allá de las desavenencias políticas) con China que hoy representa la amenaza más fuerte sobre el liderazgo norteamericano.

El viaje de Cafiero a Washington es un chiste de mal gusto; uno más de los que acostumbra a jugarle al mundo el gobierno de los Fernández. Desde todo punto de vista: desde el personaje enviado, desde los interlocutores elegidos y desde los objetivos que dicen perseguirse.

Pero nadie puede sorprenderse de que solo surjan vergüenzas de un gobierno vergonzoso.