China logra que Alberto Fernández y Cristina Kirchner acuerden en algo

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Nota extraída de TN por Marcos Novaro

Tras una larga disputa entre el sector “pronorteamericano” del Gobierno y los K más duros e ideológicos, el Presidente avanza en acuerdos con China que lo acercan a la Vicepresidenta

La política que más importa suele ser la que transcurre por debajo del radar, fuera de la atención pública. Sucede sobre todo cuando esta se enfoca en eventos y discusiones resonantes, pero en gran medida intrascendentes, como ocurre estos días en que nuestra opinión pública es bombardeada cotidianamente por la tragicomedia oficial. Jorge Taiana, el actual ministro de Defensa, lo sabe muy bien y actúa en consecuencia.

No por nada es uno de los miembros más silenciosos del gabinete de Alberto Fernández. Casi nunca aparece en los medios, y menos que menos se involucra en las peleas públicas que agitan al oficialismo y son la comidilla del periodismo desde hace un par de meses.

Taiana se alinea en general con las posturas de la vicepresidenta, pero nunca o casi nunca se ha trenzado en discusiones con el presidente ni con sus colaboradores más estrechos. Estos antecedentes explican el rol que muy eficazmente está cumpliendo casi como un canciller en las sombras. Y claro, en esto también lo ayuda bastante que el canciller en la superficie sea nada menos que Santiago Cafiero.

Con el silencioso auspicio de Taiana se está resolviendo, de un modo en apariencia bastante incruento y consensuado, aunque todavía hay que ver si es tan así, una de las disputas más intensas y significativas que enfrentó desde sus inicios la gestión del Frente de Todos: si debía acercarse a China (y Rusia) o a Estados Unidos.

El dato más elocuente a este respecto es la compra de aviones de combate que los chinos fabrican en asociación con Pakistán. En desmedro de aeronaves norteamericanas, que hasta hace poco eran las preferidas por la Fuerza Aérea Argentina. Taiana ha puesto esmero en convencer a los brigadieres de que aquellos proveedores son más accesibles y confiables, no solo ahora, sino que lo seguirán siendo en el futuro. Que es lo más importante para una apuesta militar de estas características, muy dependiente de repuestos y asistencia técnica.

¿Por qué Alberto se inclinó por esa oferta, pese a la posición en contrario de algunos de sus colaboradores más cercanos, como Gustavo Béliz, y a la resistencia que genera el propio Taiana en círculos militares (acrecentada debido al conflicto en danza por tierras del Ejército en Río Negro, que según parece Defensa no habría puesto mayor entusiasmo en defender del reclamo de organizaciones mapuches)?

Debe haber pesado bastante en el ánimo presidencial la oportunidad que se le ofreció de cerrar simultáneamente una operación crediticia largamente demorada, y que le permitirá engrosar las muy necesitadas reservas internacionales del país: China acaba de reactivar los créditos por 4700 millones para las represas de Santa Cruz, que se habían demorado durante la gestión de Macri, y China había directamente suspendido en julio de 2021, en una pulseada que ahora cobra pleno sentido.

El dato fundamental es que, como parte de ese paquete crediticio, se repondrían al Tesoro nacional los fondos que estuvo aportando para mantener en marcha las obras estos años. Son unos 600 millones de dólares, casi exactamente el mismo monto en que se va a endeudar el país por la compra de los aviones de combate diseñados por el gigante asiático.

¿Es un buen momento para tomar una decisión de este calibre sobre insumos militares estratégicos?

Cristina piensa que sí. Es lo que piensa desde hace mucho y según ella nada ha cambiado en el mundo, ni puede cambiar, como para moverla de esa postura.

Hace unos días lo dijo con todas las letras, al recibir una distinción de la Universidad Nacional del Chaco Austral: el capitalismo chino es el más exitoso del mundo, y de la historia, porque es el que más gente incorporó a la economía moderna. Y es el que está indicando el camino a seguir, agregó, por una razón que viene bien a cuenta: “en tiempos de Perón nosotros producíamos locomotoras y ellos no, hoy ellos nos las venden y nos quieren vender también aviones”. Se ve que estaba ya muy atenta a las tratativas que ahora estarían por cerrarse.

Cristina es de los que creen que La Ruta de la Seda podría financiar nuestro crecimiento con tasas de interés, es cierto al menos en el caso de las represas, menores a las que cobra el FMI (3,5%) y, lo que es aún más importante para sus planes, sin las incómodas condicionalidades e inspecciones que este organismo adosa a sus programas de asistencia. Así que, si tenemos ya trenes chinos, que funcionan bastante bien, y tendremos pronto represas chinas, ¿por qué no tener también sus aviones, y luego sus telecomunicaciones, con el 5G, y lo que sea que nos ofrezcan a continuación?

Conviene, sin embargo, estar atentos a algunas contraindicaciones, que pueden volverse críticas con el paso del tiempo. La primera, que no es cierto que en los acuerdos con ese país no haya condicionalidades, las hay y muy exigentes. Por caso, para las represas se impuso la participación descollante de empresas chinas, tanto constructoras como proveedoras de insumos, reduciendo en gran medida la participación de compañías locales, y el impacto benéfico consecuente sobre nuestra economía y el mercado de trabajo.

Segunda, las perspectivas de una confrontación ya no solo comercial, sino que se extiende al terreno financiero y al militar, entre las democracias liberales y el régimen chino, que la guerra en Ucrania no ha hecho más que agravar. El gobierno argentino pareciera querer actuar como si nada hubiera cambiado al respecto desde la década pasada, lo que supone subestimar el giro militarista que le imprimió Xi Jiping a la política exterior china, y más todavía las consecuencias que tuvo y tendrá el duelo casi directo entre la OTAN y Rusia.

A lo que se suma un tercer problema, más puramente económico: China no es ya el motor del crecimiento mundial que era hasta hace unos años, y puede que no lo vuelva a ser. Así que el diagnóstico de Cristina sobre su éxito y su modelo, aunque no del todo incorrecto, tal vez sí sea un poco viejo. Al gobierno de Xi Jiping, y no deja de ser llamativo, le está pasando lo mismo que le sucedió al de Alberto tiempo atrás, en una escala mucho mayor, y con consecuencias peores: se ha enamorado de la cuarentena estricta contra el Covid, y está llevando a su economía a una crisis tan o más grave que la de 2020.

Las dificultades que esta enfrenta para volver a crecer “a tasas chinas” son, de todos modos, mucho más estructurales: en parte se originan en sus muy rígidos mecanismos de decisión, propios de un régimen que, finalmente, sigue siendo totalitario, aunque admiradores externos como Cristina quieran ignorarlo.

En parte, también, en desequilibrios financieros que hace años vienen acumulándose, y que igual que ha sucedido cada tanto en los mercados occidentales, pueden ir en camino a estallar, y en cualquier caso le van a dificultar hacer aportes de capital tan significativos como sus aliados externos esperan; y también con haberse convertido en una economía de ingresos medios, con todos los problemas que eso conlleva, y que el capitalismo de Estado, así se ha visto en Argentina, parece ser más incapaz de resolver que las economías no tan reguladas.

Si Cristina quisiera salirse de las comparaciones que le convienen, y prestarle atención a lo sucedido en las economías abiertas desde la segunda posguerra en adelante, vis a vis lo sucedido con la de nuestro país, lo entendería.

Así que tal vez Cristina se equivoque y también se esté equivocando Alberto, por influjo de Taiana: puede que no sea el mejor momento para alinearse con China, porque ella no sea “el motor del futuro” y se esté metiendo más bien en un callejón, tal vez no tan catastrófico y sin salida como el que escogió Putin para Rusia, justo cuando nuestro presidente quiso abrazarse a él, en el colmo de la ubicuidad, pero a la larga también muy difícil de superar.

Indicio de que el mundo está cambiando, y las democracias pluralistas y las economías abiertas están teniendo una nueva oportunidad de mostrar, igual que hace 100 años, que no son cosa del pasado, no encarnan un mundo decadente y condenado a quedar atrás. Pueden aún ofrecer un futuro mejor.

Si es así, para una dirigencia política tan desorientada como la nuestra sería una excelente noticia. Y una excelente oportunidad de retomar el rumbo para todos los argentinos, tan o más importante que las que puede ofrecer un punto más o menos en la tasa de interés, una cotización un poco para arriba o para abajo de los granos y la soja. Claro, una oportunidad en una dirección distinta a aquella en que están convergiendo por debajo del radar Alberto y Cristina.