viernes, abril 19

Cien días de soledad

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Humor polìtico. Nota extraída de Clarín por Alejandro Borensztein

Estos primeros 100 días de cuarentena provocaron suficiente locura en las cabecitas de quienes nos gobiernan. Cristina sigue adelante con sus temas, sin importarle la pandemia, ni la crisis, ni nada.

Macri, apuntado. D’Elía dijo que lo fusilaría. Y el Pata Medina pidió colgarlo en la Plaza de Mayo.

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, Mauricio Macri había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.

Así empieza “Cien años de soledad”, la obra cumbre de Gabriel García Márquez cuyo primer párrafo está considerado el mejor arranque de novela hispanoamericana de todos los tiempos. Al menos eso dice la gente que lee libros.

En realidad, en lugar de Mauricio Macri, el texto original menciona al coronel Aureliano Buendía pero a los efectos del cuentito es casi lo mismo. La novela describe la historia de un pueblo llamado Macondo, un lugar en el que pasa de todo. Como acá.

Un día en aquel pueblo se desata una peste que provoca insomnio y luego le sigue otra que provoca amnesia. No tanta como para volver a elegir al kirchnerismo, pero la suficiente como para que se desencadenen episodios increíbles que la literatura ha definido como “realismo mágico”.

Si uno quisiera seguir copiando al escritor colombiano se toparía con un dilema que la política argentina nos planteó esta semana y que alguien debería resolver a la brevedad. Veamos.

Dijo el dirigente kirchnerista Luis D’Elía dirigiéndose a los ciudadanos argentinos que votaron a Juntos por el Cambio: “A tu maldito Macri lo fusilaría en Plaza de Mayo y de espaldas al pueblo”. Posta.

El problema que se nos presenta es que el mismo día que D’Elía proponía su plan, el dirigente sindical Juan “Pata” Medina declaró: “Macri es un vendepatria, hay que colgarlo en la Plaza de Mayo”. Caramba. ¿En que quedamos? ¿Lo colgamos o lo fusilamos?

En principio, si la idea era distraernos un poco después de cien días de cuarentena, la propuesta no es tan mala. Matizada con alguna que otra serie de Netflix, una buenas ejecuciones de macristas podrían ser un espectáculo bastante entretenido. Obviamente, sin público y con distanciamiento social. Y con barbijo para todos los ejecutados, porque siempre hay que recordar que el barbijo no sólo es para protegerse uno sino fundamentalmente para proteger a los otros, que en este caso serían los verdugos. No sea cosa que por querer andar exterminando macristas terminemos con las salas de terapia intensiva llenas de verdugos. No es la idea.

Lo interesante de todo este cuento es que, pasados varios días, no hubo ningún dirigente kirchnerista que desmienta, ni mucho menos repudie, los planes de D’Elía. Tampoco salió ningún dirigente sindical a desmentir lo dicho por el compañero “Pata” Medina. Ni siquiera hubo alguna declaración de la cúpula del Partido Justicialista al que adhieren ambos dirigentes. Nada dijeron ni su presidente Gioja, ni su vicepresidente Scioli ni ninguno de los otros vicepresidentes, que son un montón porque en el peronismo siempre tiene que haber cargos para todos.

Tampoco se conocieron las opiniones al respecto de los gobernadores, ni de los intendentes, ni de los diputados, ni de los senadores del partido, razón por la cual podemos suponer que estarían todos de acuerdo. Como decía García Márquez, “el que calla otorga”.

De este modo, ante el silencio oficial generalizado, podemos asumir que estos primeros cien días de soledad, producto de la cuarentena, han provocado suficiente locura en las cabecitas de quienes gobiernan nuestro querido país, o nuestro querido Macondo, como para ir pensando en un show de ejecuciones. En tal caso, sólo restaría definir el formato. De ninguna manera podemos dejar semejante decisión en manos de los productores del evento.

Por lo tanto, sería una buena oportunidad para que el presidente Fernández, que se ha ganado el curioso mote de moderado, medie entre la propuesta fusiladora de D’Elía y la del ahorcamiento del Pata. Como todo el mundo sabe, en ninguna democracia seria de este mundo se fusila y se ahorca a un tipo al mismo tiempo. Al igual que en Macondo, es una cosa o la otra. Nadie mejor que el presidente para resolverlo. Para eso tenemos uno.

Ojalá que la decisión final quede en manos del Tío Alberto de los miércoles, que suele ser la línea del albertismo más cercana a Occidente. No quiero ni pensar si le toca definir al Tío Alberto de los lunes, que es el que simula hinchar por Maduro para que Cristina no se enoje, o el Tío Alberto de los viernes que es del show de las filminas tuneadas.

De más esta decir que quien tampoco se expresó al respecto, y por lo tanto uno supone que también adhiere al plan, es justamente la archirrival de Macri: Cristina, que también habita en una de las principales calles de Macondo.

Posiblemente ni se enteró. Ella sigue adelante con sus temas sin importarle la pandemia ni la crisis ni nada. Y lo bien que hace porque sus asuntos son muchísimo más divertidos. No sólo por las temáticas sino por la genial manera con la que cree que los resuelve.

Se puede dar el lujo de pedir la creación de una comisión especial para investigar los choreos de Vicentín durante los años de Macri, dar por ganada la votación pese a no haber conseguido los dos tercios necesarios, apagar los micrófonos y dejar a toda la oposición jugando a dígalo con mímica.

Si los opositores en Macondo fueran un poco más astutos, podrían haber aprobado la comisión ampliando la investigación a los años en que Cristina era presidenta y le prestaban tanto o más guita a Vicentin que la que le prestaron en los años del Gato. Y ya que estaban podrían proponer la creación de otras comisiones investigadoras de cositas raras como las de Skanska, Cristóbal López, Ciccone, Austral Construcciones, toda la obra pública del siglo XXI, la creación de medios paraoficiales con fondos del Estado, la venta de YPF a los Eskenazi, la proliferación de bingos y casinos en todo el país, las DDJJ de importaciones, la embajada paralela en Venezuela y tantos otros éxitos de la década genial. Si hacemos comisiones, las hacemos bien.

Ni hablar de la comisión investigadora del Memorándum con Irán. ¿O van a dejar que Cristina siga diciendo que aquello que Alberto Fernández definió como un plan presidencial de encubrimiento no fue tal?

Para eso haría falta que los opositores salgan a tomar la fresca por afuera de Macondo, vean como funciona el mundo, se arremanguen e intenten algo.

No se lo podemos pedir al Gato. El tipo se presentó a la reelección, perdió y a otra cosa. Ahora se tiene que poner lindo para el show de las ejecuciones.

Tampoco se le puede pedir demasiado a Larreta. Si bien él ganó su elección, se encontró con la pandemia y ahí está, con los otros dos cráneos con quienes comparte escenario cada 15 días, viendo de qué se disfrazan.

Pero hay decenas de diputados y senadores votados por el 41% de los habitantes de Macondo que podrían tomar todo tipo de medidas y acciones. ¿Y? ¿Qué acelga, papá?

Si están esperando que pase el coronavirus, lamento informarles que la cosa va para largo.

Y esto vale tanto para los legisladores, que deberían empezar a moverse un poquito más, como para los gobernantes que creen que pueden encerrar a la gente indefinidamente.

La realidad demuestra que tarde o temprano habrá que aprender a convivir con el virus. Es responsabilidad de los gobiernos tener un plan y organizarlo. Nosotros, los boludos de Macondo, obedecemos y nos guardamos. Ustedes, los vivos de Macondo, muevan el orto.

La frase final de la novela de García Márquez dice: “Todo lo escrito en ellos (los pergaminos) era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra«.