viernes, abril 19

Como un hormiguero pateado, así está el oficialismo tras el repliegue de CFK

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Nota extraída de TN por Marcos Novaro

El renunciamiento de la vicepresidenta disparó todo tipo de locuras en el Frente de Todos. Desde la candidatura de Axel Kicillof contra su voluntad, a la pretensión de Juan Grabois de convertirse en un Milei de izquierda

Parte del kirchnerismo siente su salud mental amenazada en estos días, y no se equivocan demasiado. Le echan la culpa a la Justicia y a la condena de su jefa espiritual por haber metido la mano en la lata con angurria. Pero lo que terminó de enloquecerlos fue sin duda el rechazo de la señora a ser candidata.

Fue esto, finalmente, lo que confirmó en sus cabezas las ideas paranoicas que ella ha venido cultivando allí desde hace años. En particular la supuesta conspiración entre jueces, medios y empresarios para perjudicarla y dañar a su proyecto ‘nacional y popular’. Y más en general la noción de que si las cosas salen mal es porque el mundo no se merece tanta genialidad.

Hay buenos motivos para pensar, además, que esa sensación de desamparo, desorientación y la confirmación de las fantasías paranoicas estuvo entre los resultados que conscientemente Cristina buscó conseguir con su repliegue. Porque ella ya no puede detener a la Justicia, ni a la inflación, ni los condicionamientos del FMI, no puede tampoco hacer mucho por cambiar el resultado electoral del año próximo, su poder está en franco declive en todos esos terrenos, pero puede al menos todavía moldear las ideas con que sus seguidores van a procesar todas esas desgracias. Así que pone todo su esmero en conseguirlo.

Entre las reacciones curiosas que despertó su condena destacaron una declaración furiosamente facciosa de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, una institución que brindó al país en su momento espectaculares recursos humanos y hoy es un comité partidista de bajo vuelo, y otra igual de penosa de la Asociación de Actores, la triple A según la llaman algunos de los profesionales del rubro que han sido expulsados de ella por no comulgar con el grupo gobernante, pero la que resultó por lejos más reveladora fue la de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires.

Según ella, la condena amenaza la salud mental de los argentinos. Curioso reconocimiento de un grupo de psicoanalistas que por su oficio deberían tener más control sobre lo que revelan hablando, no tanto sobre la fragilidad mental de los argentinos en general, como sobre la suya en particular.

Si el fallo resulta ‘enloquecedor’ para esta gente es porque, según ellos mismos dicen, proscribió a la señora, lo que Cristina se ocupó de probar, y acá reside lo más curioso del asunto, renunciando a toda candidatura.

Como una madre que en su desbocado narcicismo psicotiza a sus hijos, Cristina parece querer compensar su creciente impotencia en todos los demás terrenos, con una omnipotencia alienante y destructiva sobre los seguidores que le van quedando. Y sobre un suelo que ha abonado y regado con esmero por años y años, quiere ahora hacer florecer un brote de locura en toda la regla.

Tal vez se preparó para algo así durante todo este tiempo. Aunque no podía saber que el desenlace iba a producirse en el peor momento, cuando su modelo económico también se desmorona, cuando los desafíos electorales le son irremontables, cuando como diría ella misma, para muchas de esas cabecitas kirchneristas lo que sucede a su alrededor es ‘too much’, francamente inabordable.

Por eso es también que, mientras la señora se esmera en seguir gobernando la mente de sus fieles, porque es lo único sobre lo que aún ejerce un poder más o menos firme, el resto del oficialismo y en particular aquellos que aún tienen alguna posibilidad de actuar y dar batalla para conservar su rol político, o incluso pueden soñar con incrementarlo, hacen la suya, dejando en claro que ya no se van a dejar conducir por ella, porque justamente ella ya no se ocupa de conducirlos.

Ahí es donde el ‘hormiguero pateado’ del oficialismo está más francamente convulsionado. Porque no se esperaban ni entienden el renunciamiento. Los gobernadores fueron los que picaron en punta ante la novedad, y trataron de acomodarse primero al vacío. Tal vez porque imaginaron que podían sacar más provecho, tanto para autonomizarse de la señora como incluso para reemplazarla.

Las señales que han dado en estos días, de todos modos, no justifican ese entusiasmo, porque si algo quedó claro casi enseguida fue que les sigue costando coordinarse sin ella.

Tras la reunión convocada en el CFI, donde hablaron de promover a uno de ellos como candidato, tratando de reflotar una tradición que hizo fuerte al peronismo territorial hasta que cayó en manos de Néstor, fue quedando en claro que no hay nadie disponible para cumplir esa función con mínimo consenso y eficacia.

Y la razón está en ellos mismos, desde principios de siglo todos esos jefes territoriales se volvieron localistas, en eso basaron su éxito, en desentenderse de la política nacional, así que ahora subirse a ella les cuesta horrores.

Es lo que le pasó a Manzur, y también ahora a Capitanich, y a Uñac. Así que no fue casualidad que pasaran del inicial entusiasmo a ratificar el mismo vicio que les está impidiendo avanzar, y en vez de invertir esfuerzos en recomponer un peronismo nacional autónomo del kirchnerismo, optarán casi enseguida por lo contrario, y pasarán a confirmar que desdoblarán sus elecciones locales, poniéndoles fecha ya para los primeros meses del año próximo, como se apuró a hacer esta semana el chaqueño.

Ya son 14 los distritos que votarán antes de las presidenciales. Y la provincia de Buenos Aires quiere ser la próxima de la lista, porque también allí el peronismo teme cada vez más una derrota nacional apabullante, que los saque de una gobernación vital.

En el caso de Axel Kicillof, desdoblar es también una respuesta a quienes pretenden convertirlo en candidato presidencial, para su disgusto, no porque lo adoren. Él sabe muy bien que la mayoría de quienes lo promueven, sobre todo desde el propio territorio bonaerense, lo hacen simplemente para sacarlo de allí. Es que sus intendentes también quieren reponer una tradición de los noventa, que los gobierne un primus inter pares, uno que salga de sus filas y no más un porteño trasplantado.

Todo esto combinado a que a quien más beneficia es, obviamente, a Sergio Massa, que también tuvo en la semana otra buena noticia, ya que se supo que la inflación de noviembre se movió bastante por debajo de lo que esperaban hasta sus propios funcionarios, y quedó en 4,9.

Sin embargo, llamó la atención que hasta en los círculos oficiales se tomara el dato con prudencia y hasta escepticismo. Es que pocos creen que se pueda cumplir lo que prometió el ministro y que la tendencia a la baja se vaya a sostener durante el año que viene, cuando ya no queden cabezas de ganado que liquidar a precio vil por la sequía, y esta empiece a hacer sentir sus demás efectos, falta de dólares y baja actividad en general en la zona productiva y sectores económicos asociados.

Un cuadro parecido, en suma, al que liquidó los sueños del macrismo en 2018, y que puede repetirse agravado, porque todo lo demás también está bastante peor que entonces.

A Massa le pasa con el 4,9 como al oficialismo en general con los resultados que ha venido logrando la Scaloneta. Son buenas noticias que llegan demasiado tarde para restañar el pesimismo colectivo y demasiado pronto como para que influyan en la coyuntura electoral. De allí que no haya nada parecido a una ola massista tratando de llenar el vacío que dejó la vice.

Puede que si no hay otra opción, y si la situación económica no se deteriora demasiado, finalmente la opción Massa se imponga, pero difícilmente va a tener el impulso que debería para cambiar radicalmente el cuadro preelectoral. Va a ser como con Kicillof, pero sin tener que ir contra su voluntad.

Tal vez por esa falta de entusiasmo y salidas consensuadas tanto en el kirchnerismo como en el peronismo moderado es que otro más aprovechó el despiole para dar un paso al frente, promoviéndose para llenar el vacío. Hablamos de Grabois, quien hace tiempo se mueve pensando en una candidatura y ahora pasó decididamente a actuar de candidato.

En la semana aprovechó el mezquino bono de 13.500 pesos otorgado a algunos beneficiarios de planes sociales para diferenciarse aún más del gobierno, al que acusó de paso de estar compuesto por gente que ‘ya se hizo rica’, lo que le debe haber sonado bastante mal sobre todo a Cristina. Pero tendría que saberlo, los franciscanos son así, propensos a morder la mano que los alimenta.

El proyecto de Grabois es alocado, poco práctico, una combinación indigesta de pobrismo y rudimentaria sociología electoral, con escasísimas chances de prosperar. Pero de todos modos vale la pena detenerse un minuto en él, porque revela hasta qué punto la desorientación ha ganado al oficialismo, y hasta qué punto el renunciamiento de Cristina empeoró notablemente el clima interno.

Según el jefe del MTE, y en esto imita alevosamente a Milei, la sociedad está harta de los políticos, a los que ve como un conjunto uniforme de defraudadores autointeresados.

Así que rescatar del olvido el ‘que se vayan todos’, como está haciendo, le puede permitir convertir su movimiento de desocupados en la base de un proyecto mucho más amplio, transversal política y socialmente hablando. Convirtiéndose, y este es el colmo de su desubique, en un émulo de Gabriel Boric, que llegó a la presidencia chilena montado en el malhumor social hacia un sistema cerrado y cada vez más ineficiente de representaciones partidarias.

Un pequeño detalle tal vez se lo impida, que Grabois ha estado todos estos años alimentándose de la teta del Estado, no de un movimiento autónomo de la sociedad, y en los últimos tres lo ha hecho no solo con franca glotonería, sino además participando activamente de la coalición gobernante.

Pretender disimular hechos tan palmarios para presentarse como un Milei de izquierda, un exponente de los indignados frente a la ‘casta’, resulta una impostura tan alevosa, que lo expone como lo que realmente es, otro político del sistema que no se hace cargo de sus responsabilidades más elementales, y sueña con una voltereta mágica que lo traslade del bote que se hunde a la playa paradisíaca.

Lo salva solamente el hecho de que todos hacen eso en el oficialismo en estos días, tocan su propia melodía, desafinan, pero la partitura es siempre la misma.