viernes, marzo 29

Consejos para sanar las heridas emocionales

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Cómo hacer para que los pensamientos negativos no repercutan en nuestro cuerpo

Las emociones tienen efectos notorios en nuestra salud física y de más está decir que no siempre son fáciles de controlar.

Ser racional es sumamente importante para nuestro desenvolvimiento en la vida, pero el autoconocimiento emocional nos coloca un paso más allá en el escalafón del conocimiento humano, pues son las emociones las que guían muchas de nuestras acciones, como por ejemplo la toma de decisiones; sin contar el papel fundamental que juegan en la salud física y mental.

Ante una conexión neuronal fuerte con nuestras emociones de carga negativa, comenzaremos a enfermar. Para sanar heridas emocionales es necesario:

Dejá de pensar como víctima: En vez de seguir culpando a los demás de nuestras desgracias, lo mejor es hacernos responsables de nuestra felicidad. No condiciones tu vida a que el otro te pida perdón, porque probablemente no ocurra, además; dejar de hacerlo le resta poder a esa persona sobre vos.

No reprimas lo que sientas: Una de las maneras de dejar fluir una emoción y que no se somatice es reconociéndola. Hacer lo contrario y dejarla dentro solo nos causará sufrimiento, incluso enfermedades físicas. De ser posible, hablá con alguien (especialmente con quien tengas problemas) y aclará tus puntos, ya que hacerlo puede ser muy liberador.

Aprendé a perdonar: Este es uno de los pasos más difíciles. Cuando perdonamos es porque aprendemos a ver lo que nos pasa desde otra perspectiva. Estamos heridos, pero ya no podemos hacer nada para cambiar las cosas. La ira solo daña a quien la siente, no a quien la causó.

Pensá en el presente. Vivir en el pasado solo nos cohíbe de disfrutar la vida, y la vida es ahora. Una de las técnicas más útiles para conectar con tu momento presente es cerrar los ojos por 5 o 10 minutos e ir reconociendo las sensaciones corporales, dolores, olores, sonidos y texturas a nuestro alrededor.

El cerebro es una máquina poderosísima. No hay nada de nosotros que se escape de su control: desde el sistema nervioso, hasta el metabolismo, incluso nuestro deseo sexual hasta el más simple de nuestros pensamientos; todo está bajo su mandato absoluto.

Fuente: Ieie