Cristina manipuló su renunciamiento y se embarca en una nueva cruzada
Nota extraída de Clarín por Ricardo Kirschbaum
En su fuero íntimo habría esperado, contra toda evidencia, un veredicto favorable que no llegó.
Envuelta en su propio relato, Cristina se presentó una vez más como una víctima de poderes desalmados que conspiran para sacarla de la cancha.
No hubo, no hay ni seguramente tampoco habrá un instante en el que la vicepresidenta conceda que ha sido verdaderamente víctima de un sistema de corrupción que heredó de su marido Néstor y que no supo ni quiso desarticular. El juicio -y la posterior condena- ha sido una radiografía de ese esquema de exacción de dineros públicos para enriquecerse y, al mismo tiempo, ser usados como motor de la acción política. Néstor y Cristina Kirchner han hecho del Estado su partido y la utilización de sus recursos para conseguir sus objetivos ha sido naturalizada de tal manera que la reacción de sorpresa y conmoción que lucía la vicepresidenta en su rechazo al fallo pareció lo más cercano a la autenticidad.
En su fuero íntimo habría esperado, contra toda evidencia, un veredicto favorable que no llegó.
La descalificación al Poder Judicial ha sido una constante en sus momentos más fulgurantes de su carrera política. También sus conceptos polémicos sobre las funciones del Congreso, cuando estaba en la Casa Rosada. Y también, por supuesto, sus críticas agudas y constantes al periodismo insumiso. Recuerda en cada oportunidad que su legitimidad de origen está dada por el voto popular.
Entonces ¿cómo compatibilizar sus elogios a la democracia “plebeya” con sus demoledores ataques a otros pilares esenciales del sistema? ¿Pueden existir unos sin los otros contrapesos constitucionales? La democracia no es una estación hacia otro sistema, ya fracasado, con el que se expresa mayor compromiso que con el funcionamiento independiente de las instituciones actuales. El discurso oficialista permea siempre esa dualidad.
Esa ambigüedad se notó en la tibieza oficial frente al autogolpe del depuesto presidente peruano Castillo, que había disuelto el Congreso y anunciado un gobierno de “excepción”. El contraste entre la posición de la Casa Rosada y la condena al golpe de su admirado Lula muestra la diferencia de estatura política y profundidad conceptual que existe entre Fernández y el próximo presidente brasileño.
La renuncia de Cristina a cualquier candidatura, anunciada en ese ictus del final de su discurso, estaba calculada bastante antes de que se conociera su condena. Algunos de sus últimos interlocutores -días previos a que se leyera el fallo- sacaron esa conclusión. También tienen la misma impresión miembros del Gabinete que conservan el diálogo con la jefa del Senado.
En el contexto de la condena, la vicepresidenta aprovechó la oportunidad propia y la que gratuitamente le ofrecieron, para declararse víctima de una operación político-judicial-periodística para proscribirla y anunciar su renunciamiento histórico.
Su vida política está jalonada de la búsqueda permanente de repetir como protagonista hechos históricos: este renunciamiento histórico quiere tener alguna evocación lejana con el de Evita en 1952, pero no le da ni la circunstancia histórica ni el personaje que quiere interpretar ni la causa, una condena por corrupción. Antes del fallo del Tribunal Oral contra Cristina, el Presidente, en un hecho de una gravedad sin precedentes en democracia, utilizó el espionaje ilegal como contenido de una cadena nacional. Cristina presionó con fiereza para que Fernández diera ese peligroso paso y se aupó el martes a una operación, montada antes de la sentencia, para mostrar la presunta promiscuidad de la Justicia con operadores políticos y periodísticos en un viaje al Sur.
Fernández ha pedido que la Justicia investigara ese hecho en todas sus facetas, desde la organización hasta su financiamiento, pero no ha solicitado que se dilucidara cómo se conocieron esos chats privados que se usaron a destajo como verosímiles, a pesar de ese origen espurio y de que pudieron haber sido tergiversados. Ahora se ha instalado otra versión desde el oficialismo que vincula al súper espía Antonio Stiuso con este episodio, a través de uno de los miembros de esa comitiva.
No hay absolutamente nada que vincule este viaje con el juicio oral y público por Vialidad, donde todos los acusados pudieron argumentar y defenderse. Cristina optó por decir que la Historia ya la había juzgado, parafraseando mal a Fidel Castro en el juicio por el asalto al Moncada.
Es también una falta de respeto al sentido común interpretar que los poderes en el país son como Cristina quiere describirlos, títeres que permanentemente aparecen en las visiones conspirativas de la historia, en las que siempre el otro es culpable de los evidentes errores o delitos que se quieren escamotear a la luz pública. Embarca a su fuerza política otra vez en una peligrosa cruzada.
El cuidado y defensa de las instituciones, en las formas y en el fondo, alcanza a todos por igual.
Es importante comprender e incorporar como concepto crucial que el periodismo se construye sobre derechos y valores intangibles que son la base de la credibilidad, el atributo central y más valioso que tienen los medios para vincularse con sus audiencias. El principal empeño que ha puesto el kirchnerismo en su embestida contra el periodismo insumiso ha sido precisamente buscar afectar el corazón de ese conjunto de valores, cuyo resguardo y vigilancia debe -y debiera- ser el objetivo principal de todos los periodistas, y en particular de los que trabajamos en Clarín.
Cristina no pudo decir en su renunciamiento que una candidatura en las actuales circunstancias políticas y económicas puede ser un camino sin retorno en caso de una derrota electoral. Aún así, el próximo período presidencial se encontrará con una situación social gravísima sobre la cual las medidas paliativas ya no tienen efecto para contener la pobreza.
Un paisaje yermo para una política que necesita de abundancia de recursos para sostenerse.
La vicepresidenta, además, puso blanco sobre negro la razón por la que eligió a Fernández en 2019. Dijo que hizo una contribución decisiva al triunfo del peronismo entonces. Lo que no dijo en público pero sí en privado es que el actual Presidente había traicionado ese acuerdo porque no avanzó sobre la Justicia para que la liberara de sus penurias.
También se explica la tolerancia de Cristina con Sergio Massa. El ministro tiene como meta módica llevar la inflación al 3% en abril, después de haber bajado el 40 % del gasto público, según le asegura él a sus interlocutores más cercanos. Esa tarea de recorte para bajar el déficit no la asume el kirchnerismo, que disfruta del Estado pero que habla como si fueran opositores. Martín Guzmán, empujado por Cristina, La Cámpora y Massa, se fue en julio con un déficit fiscal del 12,5 %, según hacen trascender en Economía.
Nada de lo que viene es auspicioso para Cristina, entonces, quien conservará la centralidad en el peronismo, no buscará fueros, pero tiene bastante tiempo y margen para maniobrar en su favor.
Claro que el peronismo comienza a jugar el alargue. Massa dice que no es su turno, alegando razones familiares, y Scioli, aunque lo fuera, parece medir poco. ¿Será el momento para un gobernador joven o un extrapartidario?
Schiaretti desembarca la semana próxima aquí para entrevistarse con empresarios y Larreta prepara su lanzamiento presidencial en febrero, sin que Juntos por el Cambio haya podido todavía resolver su problema de liderazgo.Macri extenderá en enero sus vacaciones.