Cristina promete no“revolear”más ministros, pero nadie tiene claro qué quiere hacer con la economía

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Nota extraída de TN por Sergio Berensztein

OPINIÓN | La Vicepresidenta ya anticipó que no dará más discursos lapidarios, aunque si Batakis avanza en el acuerdo con el FMI entrará en tensión con el discurso K.

En su acto de ayer en El Calafate, Cristina Kirchner aseguró: “No voy a revolear ningún ministro”. Lo que seguramente habrá querido decir es que no lo hará más a partir de ahora, porque hay varios “funcionarios que no funcionaban” que ya fueron revoleados, directa o indirectamente, por la vicepresidente: Santiago Cafiero (que fue degradado desde la jefatura de gabinete), Matías Kulfas, Marcela Losardo (que no representaba cabalmente los intereses judiciales de la vice) y María Eugenia Bielsa. En todos estos casos, los reemplazantes debieron llegar con el aval de Cristina Kirchner, incluyendo a Batakis.

Guzmán y Kulfas fueron, durante varios meses, los principales apuntados por el kirchnerismo. Ambos vetaban la política económica que intenta impulsar Cristina, y por no alinearse eran blanco de duras críticas. Con su partida, la vicepresidente logró que el escenario quede despejado, o al menos eso parece. ¿La actual conformación del equipo económico, con Silvina Batakis a la cabeza, y Miguel Pesce permaneciendo en el Banco Central, conformará, ahora sí, a Cristina? Hay una tregua en el FDT (tal como quedó demostrado ayer en El Calafate, donde desaparecieron los agravios hacia Alberto Fernández), pero dicho armisticio dependerá de lo que haga este nuevo equipo económico.

Hasta ahora Batakis parece seguir la misma línea de Martín Guzmán, pero tan solo lleva una semana de gestión. De hecho, el mercado desconfía mucho más ahora que con el discípulo de Stiglitz. Si el gobierno trata de avanzar con el programa con el FMI, lo más probable es que la tregua se extinga rápidamente. Bien lo dijo Cristina: “Dejemos de discutir a las personas, comencemos a discutir las políticas”. Es decir, el problema no era Guzmán, sino las políticas que este impulsaba, que difieren de la visión que ella tiene. Aunque es cierto, también, que en el último tiempo la riña había adquirido ribetes personales.

Alberto Fernández fue recibido por el gobernador Osvaldo Jaldo. (Foto: Télam).
Alberto Fernández fue recibido por el gobernador Osvaldo Jaldo. (Foto: Télam).

Lo central es, entonces, qué considera Cristina que hay que hacer con la economía. De sus últimos discursos es posible extraer dos grandes conclusiones: primero, el gobierno tiene que disponer coercitivamente de los dólares que hay en la Argentina, porque hay “adictos” que intentan quedarse con ellos, con un BCRA que no debe caracterizarse precisamente por su autonomía; segundo, el déficit fiscal y, por lo tanto, la emisión monetaria para financiarlo, no son causas de la inflación. Es lógico, entonces, que espere un mayor control del mercado cambiario (más cepos y restricciones) y un aumento del gasto público, en especial conforme se acerque el momento electoral. Esto incluye un aumento de los subsidios energéticos o, lo que es lo mismo, que las tarifas se desplacen por detrás de la inflación. Es evidente que este diagnóstico y herramientas no compatibiliza con el cumplimiento con el FMI.

En este sentido, Alberto Fernández se enfrenta a una disyuntiva peligrosa. Si el presidente acepta las imposiciones de Cristina, profundizará la crisis económica. No solo porque se licúa su liderazgo, ya bastante desgastado, sino porque profundizará las distorsiones que producen la crisis. Por el contrario, si el mandatario trata de corregir los desbalances económicos, acelerará la crisis política. En definitiva, tendrá que elegir cuál considera que es el mejor de dos males. Hasta ahora trató de postergar la decisión: esto llevó precisamente a que Guzmán se eyecte del Palacio de Hacienda, ya que la procrastinación de Alberto le impidió desplegar una política energética acorde al programa que había pactado con el FMI. Pero ahora se está acabando el tiempo: el deterioro de la situación obliga a tomar decisiones. La crisis y Cristina demandan respuestas.