viernes, marzo 29

Cuarentena en la mesa: cómo adaptar la dieta al encierro

0
399

Por: Antonia Cossio

La cuarentena por el coronavirus obligó a comer distinto

La cuarentena por el coronavirus obligó a comer distinto

Menos salidas a la calle por la cuarentena implican más energía acumulada en casa y la necesidad de una nueva rutina. ¿Cómo podemos reorganizar la alimentación?

El Gobierno prolongó la cuarentena obligatoria hasta el 13 de abril con el objeto de evitar el colapso del sistema sanitario ante la pandemia de coronavirus COVID 19. Con ese panorama conviene replantear algunos hábitos, desde el consumo de internet hasta la alimentación.

Así como es clave establecer un horario para dormir o ejercitarse, organizar las comidas y adaptar la dieta a una rutina menos demandante en energía es muy útil para no terminar la cuarentena con kilos de más y una sensación de desasosiego alimentada de aburrimiento y comida casera.

«Las emociones negativas (como angustia, ansiedad, enojo o tristeza) que pueden llevarnos a querer buscar un consuelo que las recompense a través del consumo de más alimentos«, explicó la nutricionista María Belén Núñez (MN7667) a minutouno.com.

Por eso la especialista indicó planear las comidas «en horarios que disten por lo menos 4 horas» para darle una estructura al día (y a la lista del supermercado), pero «sin focalizarse tanto en cantidad de calorías, que hoy no son más que un número invisible, sino en la calidad y cantidad de lo consumido».

La sed es otro punto importante porque «a veces puede no manifestarse y se asume como hambre», lo que lleva a la persona a comer cuando en realidad necesita agua o soda.

Pero, ¿qué conviene poner en el plato? Las mejores opciones son las más accesibles en términos económicos al grueso de la población: los «alimentos reales», señaló Núñez, que son los «que hayan estado alguna vez vivos, como verduras, frutas, carnes, legumbres, granos enteros, huevos y hongos».

Esos son los alimentos que producen saciedad, es decir, que le mandan al cerebro el mensaje -correcto- de que el cuerpo tiene la energía que precisa. Las harinas y los azúcares refinados, en cambio, forman parte de los ultraprocesados que tardan mucho más en provocar el mismo efecto.

La harina blanca y el azúcar blanca refinado «afectan nuestra salud tanto psíquica como física» y sólo aportan «calorías vacías», según Núñez. Su exceso en la dieta puede afectar los ánimos de una persona o entorpecer su descanso, y para colmo muchas veces su consumo tiene que ver con el hambre emocional más que con el fisiológico.

«El hambre ‘real’ es el fisiológico, la falta de comida que se da por no comer por varias horas, o por comer de manera insuficiente. El cuerpo empieza a manifestarlo con dolor de cabeza o de estómago, o con la sensación de languidez», señaló Núñez.

Ese hambre aparece de a poco y se sacia con un plato de comida, no como el emocional, que «viene de golpe, uno come lo que sea, cuesta más satisfacerse, se siente culpa y las comidas suelen ser elecciones menos sanas».

«Es el más difícil de combatir porque hace que tengamos hambre todo el tiempo y que nada nos llene porque el cerebro utiliza a la comida para evadir problemas, emociones y pensamientos», explicó la nutricionista. Los nervios, la incertidumbre, las peleas producto del encierro, el aburrimiento, «y hasta la felicidad» están conectados a este tipo de alimentación.

«Cuando aparece el hambre emocional, el cerebro le dice al estómago que no le importa que no tenga hambre, que él toma las decisiones, quiere serotonina. Esta hormona controla nuestro humor y también se asocia al placer», agregó Núñez.

¿Acaso es hora de dejar de seguir cuentas de repostería en Instagram, las clases culinarias por streaming o los tutoriales de YouTube para hacer «cosas ricas»? No del todo, ya que la satisfacción y el entretenimiento de cocinar son reales y «la idea no es suprimir» harinas y azúcares, sino cambiarlos «por otras fuentes».

«Cuando se consumen otros tipos de azúcares, como la de los carbohidratos de los cereales integrales, la fructosa de las frutas y verduras de sabores dulces, se produce una combustión lenta de glucosa sanguínea, lo cual permite equilibrar sus niveles en la sangre», señaló la nutricionista.

Por eso «es ideal el consumo de arroz integral, cebada, avena, centeno, trigo integral, quínoa o amaranto», apuntó, así como las legumbres y las harinas hechas con ellas, porque «al cocinarlos solos o en preparaciones junto a verduras o frutas aportan un sabor dulce, y evitan el agregado de azúcar refinado».

Además de ser productos «llenadores» y accesibles a nivel precio y distribución, las legumbres y los cereales tienen la ventaja de que duran mucho tiempo almacenados. Mientras tanto, el abastecimiento de alimentos frescos como frutas y verduras está garantizado por el decreto del Gobierno, que le dio libertad de acción a los productores y distribuidores del sector agrícola.

Abastecerse de carnes, lácteos, frutas, legumbres, cereales y verduras es posible sin tener que salir del hogar (delivery mediante), pero una vez en la cocina queda a discreción del consumidor qué alimentos va a elegir, cómo va a combinarlos y si va a escuchar a su estómago o a su cabeza a la hora de comer en cuarentena.