jueves, marzo 28

Después de Losardo, comienza el asedio a Martín Guzmán

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Por Ricardo Kirschbaum para Clarín

La caída de Marcela Losardo es una consecuencia de la pérdida de autoridad del presidente Alberto Fernández. Martín Guzmán en la mira.

Después de Losardo, comienza el asedio a Martín Guzmán

Después del discurso de Alberto Fernández en el Congreso y de la metralla verbal de Cristina Kirchner contra la Justicia, Marcela Losardo decidió irse cuando supo que su amigo y socio de toda la vida había abandonado aquellas ideas por las cuales la había convocado a su gabinete.

Peor aún, las posiciones críticas del hoy Presidente sobre cómo Cristina Kirchner quería manipular en su favor las decisiones de los jueces, ya las había dejado colgadas en la puerta de la Casa Rosada, parafraseando lo que dijo alguna vez Néstor Kirchner pero en sentido inverso.

La caída de Losardo es una consecuencia de la pérdida de autoridad, algo que ya se convirtió en tendencia.

Ahora, parece ser el turno de Martín Guzmán, quien también se enteró en el Congreso que el Gobierno va a enjuiciar, además de Macri, a quienes otorgaron el préstamo multimillonario a la Argentina.

El ministro Martín Guzmán tiene que ir a explicarle al Fondo Monetario que necesita un acuerdo pero que mejor sería postergarlo hasta después de las elecciones pero que, con objetivo también electoral, habrá una ofensiva judicial contra aquellos aprobaron el mega crédito.

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El Presidente ya perdió a Bielsa, a González García y a Losardo

Es bastante difícil de entender para las autoridades del FMI y mucho menos para el gobierno de Biden. Y mucho más difícil de explicar para el atribulado Martín Guzmán.

Guzmán dice cosas bastante racionales sobre cómo estabilizar la economía argentina, salvo que para aplicar sus ideas se necesita un poder político del que está visto que carece.

¿Y ahora?

Sergio Massa y Máximo Kirchner lo arropan, sabiendo que Cristina sigue abrevando de las ideas de Axel Kicillof, y eso es lo que vale. Pero Martín Guzmán no puede convertirse en lo que no es porque sabe, como lo sabe su mentor Joseph Stiglitz, que ese camino, aunque aparente la mejoría de algunos síntomas, alimenta aún más la grave enfermedad de la economía argentina.

La postergación del acuerdo hasta después de las elecciones tiene solo una lectura posible. El Gobierno no quiere quedar atado a compromisos que resten espacio de maniobra para tratar de ganar los legislativas de medio término. Las bravatas presidenciales están impregnadas por esa preocupación.

El kirchnerismo ya perdió legislativas con De Narváez, Massa y Bullrich, en la provincia de Buenos Aires, bastión clave. Sabe que para renovar las 18 bancas que arriesga (sobre 35 en juego) debe hacer una elección excepcional, una vara demasiado alta. Ese temor también se expande a otros fortines electorales del peronismo. Perciben que el impacto de la crisis y de la pandemia ha minado la confianza de sectores que habían confiado en Fernández.

Alberto ya no cuenta con Ginés González García ni con Losardo ni con Bielsa, despedida también por Cristina.

Ahora comenzó el asedio a Martín Guzmán para que toque la música ideológica que deleita a la Vice.