martes, octubre 8

Dolorosas imágenes del deterioro (II)

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Nota extraída de La Nación por Héctor Guyot

Para quien escribe, no hay nada como comprobar que lo escrito resuena en quien lo lee. Esto puede ocurrir con ideas o reflexiones, pero sucede de manera más intensa cuando se comparten experiencias o percepciones personales. Acaso porque la narración, por simpatía, despierta en el lector sus propias vivencias.

El sábado pasado, en este mismo espacio, describí los signos de deterioro y abandono que había visto en mi barrio durante un paseo con mi perra, así como la resignación y las privaciones de muchos vecinos ante una crisis que parece no tener fin. Esa columna, que buscaba ilustrar el daño que el kirchnerismo ha producido en el país, se terminó de escribir durante el transcurso del día con los comentarios del foro online. Muchos lectores sumaron notas personales al cuadro descripto. Voy a compartir algunas, de las muchas muy valiosas que hubo, en la certeza de que representan el sentir de muchos argentinos.

“Todos vemos el deterioro, no solamente material sino también moral. Me dolió un comentario que me hizo mi hijo hace un tiempo. Me dijo que dudaba que valiera la pena educar a su hijo, o sea mi nieto, con los mismos valores que le inculcamos a él, si al final a los inmorales y delincuentes en este país les va bárbaro. Me dejó sin palabras porque tiene razón. Es muy triste”, escribió Marchu 03. “No tiene razón, pero sí, es muy triste. Un abrazo para los dos”, fue la respuesta de Dansa0561 a Marchu03. Por su parte, Marines65 apuntó: “Lo peor no es la pobreza material evidente, sino la pobreza moral a la que esta pandilla lamentable nos ha llevado. Esa pobreza moral es la que le impide ver a la mayoría de los votantes que la corrupción mata. Que los delitos se deben castigar. Que el mérito es necesario. Yo también, como otro lector más abajo, me pregunto si hice bien en educar a mis cuatro hijos con los valores del respeto, la honestidad y la responsabilidad como centro. Quiero creer que hice bien. Quiero creer que aún hay esperanzas, ¡pero qué difícil es!”.

Estas angustias hablan de una virtual cancelación del futuro. Sin normas, en medio de la incertidumbre, es muy difícil trazar proyectos. Por esto muchos padres, tragándose en silencio el dolor que produce el desgarro, impulsan y ayudan a sus hijos a buscar un futuro fuera de la Argentina. A diferencia de 2001, hoy no es solo la malaria económica la que expulsa del país a muchos jóvenes, sino una crisis más profunda.

«El sábado pasado sentí gratitud hacia aquellos lectores que, con sus comentarios en el foro, le aportaron una cuota necesaria de luz a una columna sombría»

Lo difícil de explicar, lo que nos interpela como sociedad, sugería en mi columna, es que los argentinos hayamos vuelto a votar al peronismo kirchnerista en 2019, a pesar de que el robo, la mentira y la pulsión polarizadora fueron la marca de sus gobiernos anteriores. En este sentido, en el foro hubo un contrapunto alrededor de un “nosotros” abarcador que yo propuse para asumir lo ocurrido en estos años y sacar, en el mejor de los casos, algún aprendizaje. Aquí no todos coincidieron. Algunos se manifestaron muy de acuerdo, pero otros afirmaban que siempre habían estado en contra del populismo y que no les correspondía asumir esa presunta responsabilidad. “¿Los responsables de esta degradación somos nosotros, los ciudadanos? […] Hemos protestado las veces que consideramos necesarias, pero de manera democrática y pacífica –escribió Marc1960–. Fiscalizamos y denunciamos, y esperamos que la Justicia actúe. Y esperamos pacientemente nuestro nuevo turno de votar. […] En el medio de todo eso trabajamos y estudiamos, pagamos nuestras cuentas, criamos a nuestros hijos […]. La responsabilidad de lo que sucede es en primer lugar de los políticos deplorables que tenemos. Y en segundo lugar de la Justicia cómplice y prebendaria”.

En la columna, la primera persona del plural me salió de modo espontáneo. Tal vez porque creo que el daño que ha provocado al país la aventura populista ha sido en alguna medida autoinfligido. Hemos construido una sociedad a la que, al menos hasta ahora, le ha preocupado bastante poco la corrupción rampante de sus dirigentes, así como la corrupción en general, y en la que el respeto a la ley, principio esencial de la convivencia, tiene un peso relativo. Aun así, tomo por buenos los argumentos de Marc1960 y de los muchos que en el foro pensaron en ese sentido. Describen, también, una perspectiva necesaria.

Tengo mis certezas, pero muchas veces escribo, con la misma necesidad, desde la duda. Para mí es un privilegio encontrar en el foro tantos comentarios con peso específico propio que avalan, ilustran, matizan o cuestionan lo que escribo. El sábado pasado también sentí gratitud hacia aquellos lectores que, con sus comentarios, le aportaron una cuota imprescindible de luz a una columna bastante sombría.

“Tengo ochenta y tres años, lo he visto y lo he vivido, pero no me resigno a aceptarlo. Sigo teniendo esperanzas, no de que alguien venga a salvarnos, sino de que nosotros nos demos cuenta y nos salvemos”, escribió Magomez2298. Y acotó Caralsol: “Nosotros no solo somos parte del problema sino también de la solución”. Ese es el “nosotros” que buscaba. Genial. Lo que yo no fui capaz de escribir lo escribieron los lectores.