jueves, marzo 28

El Frente de Todos finge unidad: resiste Alberto, se sube Cristina y ¿se baja Massa?

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Nota extraída de Clarín por Eduardo van der Kooy

El kirchnerismo regresa con la candidatura de la Vice. ¿A qué? El Presidente sigue su sueño de la reelección y el ministro de Economía pende de un hilo. La inflación está dinamitando sus aspiraciones. Y las del oficialismo.

El desafecto hacia la clase política en la Argentina constituye el reflejo más común y menos sorprendente en los trabajos de opinión pública. Figuran como fundamento las promesas incumplidas y una tendencia pertinaz a disfrazar la realidad con la ficción. ¿Entrará en esa categoría la coreografía del oficialismo para exhibir, como hizo, una manifestación de unidad?

Ningún antecedente promueve el optimismo. En mayo del 2019 la unción de Alberto Fernández como candidato disparó una disciplina que perduró hasta promediar el primer año de gestión. El quiebre se produjo después de la derrota en las legislativas del 2021. Voló el dispositivo de poder que el Presidente integraba con Cristina Fernández. ¿Puede ahora una declaración que insumió la confección de no menos de ocho borradores enterrar aquel pasado? ¿Alcanzará para hacer frente al desafío electoral? ¿Podrá de esa manera, tal vez, volver a gobernar?

Esas dudas son difíciles de ser despejadas. En cambio, sobresale una conclusión. El silencio de la vicepresidenta y el envío como gendarme de su hijo Máximo a la cumbre frentista fueron suficientes para que la “unidad peronista” hiciera propio el principio de la “proscripción electoral”. Hubo además otros nueve discípulos políticos presentes que respondían a la jefa. Sobre una treintena general. Recaudos suficientes para que sucediera lo que sucedió.

El nombre de Cristina fue el único que figuró en el texto de la declaración final. En el marco de una presunta persecución judicial. Sobre el resto no hubo diferencias. Aunque recibió algún sopapo en las deliberaciones, ninguno de los presentes se ensañó con la gestión de Alberto. Al contrario, hubo alimento de su repertorio: la herencia de Mauricio Macri, la pandemia, la guerra en Ucrania, los obstáculos de los poderes económico, mediático o judicial.

La simulación unitaria también se pudo descubrir en lo gestual. Alberto se abrazó con Máximo. Posó sonriente junto a Eduardo De Pedro. Santiago Cafiero, el canciller, se mostró como amigo de todos. Quizás el secretario de La Cámpora, Andrés Larroque fue quien mayor esfuerzo hizo por eludir la hipocresía. Admitió que se habían escuchado acusaciones duras.

Cecilia Moreau Wado De Pedro, Alberto Fernández y  Sergio Massa. La foto de unidad tras la mesa política del Frente de Todos.

Cecilia Moreau Wado De Pedro, Alberto Fernández y Sergio Massa. La foto de unidad tras la mesa política del Frente de Todos.

En el desarrollo y el epílogo tuvo que ver el encuentro previo que Alberto sostuvo con De Pedro. Se estableció el cerco para las discusiones. Para que ninguna situación se fuera de control. Críticas moderadas al Gobierno. Mantenimiento de las PASO como mecanismo electoral. Una especie de paréntesis, no declinación, de los sueños de reelección presidencial.

El ministro del Interior fue quien transmitió la exigencia de incluir la denuncia sobre “proscripción electoral” de Cristina como centro de gravedad de cualquier ensayo de unidad. Alberto lo aceptó una vez que tuvo otras garantías. No hubo en tal diálogo ninguna reconciliación política. Solo el tono amable que caracteriza a ambos. De Pedro actuó de mensajero de su jefa.

Alberto, no bien se reconcilió con Cristina en 2017-18, supuso que De Pedro y Máximo Kirchner podrían cumplir un papel clave en el vínculo con La Cámpora y los sectores intransigentes del Frente de Todos. El papel fue cumplido a contramano de las expectativas presidenciales. El ministro del Interior, a sus espaldas, desató por pedido de Cristina la crisis de gabinete luego de la derrota en las legislativas. El diputado espoleó la renuncia de Martín Guzmán, votó en contra del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), sigue reclamando su revisión, y renunció a la jefatura del bloque oficial en Diputados. “Ya no son chicos y siguen sin entender nada”, repite el Presidente en la intimidad de Olivos.

El propósito de Cristina, aún con ese paisaje agreste, apunta a recobrar fuerzas perdidas. Sumar la mayor cantidad de masa crítica para continuar con la descalificación del Poder Judicial. En especial, la Corte Suprema. En ese punto el Presidente se muestra solidario. Sabe que en dicho universo, después de muchas cosas que dijo e hizo, ya no tendría retorno. No solo empujó políticamente el juicio a la Corte Suprema que se sustancia en la comisión de Diputados. La semana pasada fomentó otro pleito con Chile. Suscribió una carta junto a otros 29 dirigentes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) denunciando maniobras de presunto lawfare en perjuicio del eterno ex candidato socialista Marco Enrique Ominami. Su amigo y, en gran medida, mentor intelectual.

El caso se remonta a 2015 durante la presidencia de Michelle Bachelet. Refiere a una investigación por financiamiento de campaña para candidatos y partido políticos de parte de una poderosa empresa minera mixta. Es cierto que el procedimiento avanza con lentitud. En esa bolsa estuvieron también los ex presidentes Sebastián Piñera y Eduardo Frei. Emblemas del amplio espectro del centro y la derecha. Nada dijeron sobre ellos. El recorte de la realidad es siempre una costumbre kirchnerista.

La administración de Gabriel Boric se molestó por tal intromisión. Le cuesta comprender, aún bajo un cristal progresista, ciertas tropelías de este lado de la cordillera. Le sucedió con la protección estatal indisimulada que recibió durante un año Jones Huala, líder de la denominada Resistencia Ancestral Mapuche (RAM). Ahora con la supuesta persecución del hijo de un ex ministro de Economía de la Concertación. Cualquier cabo suelto se intenta unir, también con el de Lula en Brasil, para darle consistencia a la permanente victimización de Cristina.

El frente judicial

Mientras se escenificaba la unidad frentista el kirchnerismo prosiguió operaciones para acomodar piezas en el Poder Judicial. Está resignado a esperar el 9 de marzo los fundamentos del fallo del Tribunal Oral Federal 2 que condenó a la vicepresidenta a 6 años de prisión e inhabilitación perpetua a ejercer cargos por la obra pública.

Atiende con mucho interés, sin embargo, los movimientos en la Cámara de Casación Penal. Encargada de validar o no sentencias de primera instancia. En ese fuero están otras dos causas sensibles para Cristina. La del Memorándum de Entendimiento con Irán; la de los Sauces-Hotesur convertido en el delito precedente de Vialidad (obra pública). Allí figuran implicados sus hijos Máximo y Florencia. En ambos casos Casación decidirá si ratifica el sobreseimiento inicial a la vicepresidenta o abre la instancia de otro juicio oral.

En los últimos días se supo que el Poder Ejecutivo no hizo caso al pedido del camarista Eduardo Riggi para que sea extendido su acuerdo. Acaba de cumplir los 75 años. Le espera la jubilación. Es el más antiguo que proviene de los tiempos de Carlos Menem. En igual situación estará en agosto la nueva titular de Casación, Ana María Figueroa. Hay decisión política de extender su permanencia ajustándose a la cláusula de un nuevo acuerdo. ¿Por qué motivo la disparidad de criterios? . Figueroa integra además la Sala I que comparte con Daniel Petrone y Diego Barroetaveña. Allí están aquel par de causas que desvelan a la vicepresidenta.

Se sabe, en el caso de Los Sauces-Hotesur, que Petrone y Barroetaveña fundamentaron sus votos en un sentido similar. El expediente seguirá en veremos hasta que Figueroa no se pronuncie. ¿Obedece su demora a la idea de no sumarle en esta coyuntura otro dolor de cabeza a Cristina? . La conjetura, de acuerdo con ese panorama, indica que la vicepresidenta puede enfrentarse a otro juicio.

La embestida contra la Justicia y la prédica de la “proscripción” ya entraron en colisión con las necesidades políticas. La Cámpora inició el “operativo clamor” de Cristina candidata en vísperas de la mesa política del Gobierno. Piensa coronarlo con la movilización del 24 de marzo. “Candidata natural”, volvió a soltar Larroque. ¿La “proscripción”, entonces? Solo un moño del relato. El nuevo diseño podría provocar carambolas: tumbar la reelección de Alberto; dejar las PASO como tránsito testimonial con fórmula única; armar las listas nacionales con criterio vertical.

La idea se reflotaría por dos motivos. Cristina sigue siendo en el kirchnerismo la figura convocante. Pero el trajín político de tantos años demanda una revitalización. Detalle: fue apenas un puñado de gobernadores del PJ los que estuvieron en la mesa política. Incide también en la idea del retorno a la orfandad de candidatos en el oficialismo. Nadie aclara todavía si la jefa apuntaría a la presidencial o a la senaduría por Buenos Aires. Por ahora se trata de una promoción y un deseo.

Los ojos kirchneristas también están posados en Sergio Massa. Reflejo objetivo de la anemia de ese bando. El ministro de Economía no ocultó todas las dificultades que el Gobierno tiene por delante. No le alcanza para montarse en una candidatura con el pergamino de haber evitado el naufragio. Está por verse. Existe un solo indicador determinante de su futuro que es la inflación.

El 6% de enero lo abrumó. “Así, ni puedo pensar en una candidatura”, admitió en una cena del martes. La mayor dificultad es que el horizonte tampoco se presenta despejado. Febrero no viene bien. El aumento de los combustibles (4%) al que se sumó la estatal YPF, impactará sobre la cadena de valor. Un dato revela una de las tantas trampas argentinas. El 90% del comercio se hace por vía terrestre. Se entiende el encarecimiento de los fletes. De ese nudo nace el poder de Hugo y Pablo Moyano, líderes del gremio de los camioneros. Puntal para el kirchnerismo.

El ministro de Economía se puso un plazo hasta abril para definir qué hace. Sólo un milagro podría arrimarlo a una inflación por debajo del 4% y descendente para entonces. Las consultoras privadas, con la proyección de ahora, pronostican un alza para 2023 superior al 97% anual. Pero aún así Massa confía. Siempre ha sido un audaz irredento.