miércoles, abril 24

El Gobierno, entre la incertidumbre y la imprevisión total

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Nota extraída de Infobae por Manuel Adorni

El probable que la cordura prime y el acuerdo con el FMI llegue en algún momento. Sin embargo, el daño que se le ha hecho hasta acá al país es inconmensurable 28 enero, 2022

Jugar al límite: esa parece ser la manera de gobernar del Presidente Alberto Fernández. Luego de más de dos años de gobierno ya poco importa realmente la ineptitud que parece reinar en las decisiones se da por mera improvisación, por desidia, por incompetencia, por internas dentro del propio oficialismo o por disputas de poder que uno lejos está de comprender. A esta altura lo único verdaderamente relevante es el resultado de semejante desmán: la inflación en niveles cada vez más insoportables, pobreza y miseria más allá de cualquier rincón, inseguridad que transforman las calles en invivibles y una distancia cada vez más grande que nos separa del mundo normal (ese que crece, produce y prospera).

Un Banco Central absolutamente quebrado y sin reservas navega entre medio de un plan económico que jamás llegó. Un oficialismo que se disputa entre el default y una pisca de cordura, mientras la desconfianza y el descrédito en el gobierno pulverizan cualquier posible intento de reacción ante tanta oscuridad. A pesar de no estar dadas las condiciones para la permanente ambivalencia que reina en las decisiones del Presidente de la Nación y en la de su séquito de colaboradores, estos siniestros desaciertos se transformaron en parte del paisaje.

Los mercados ya no solo no confían en la Argentina sino que tampoco quieren hacerlo. No les interesa escucharnos y se expresan hundiendo todos los indicadores: el riesgo país que no para de crecer, el dólar en valores records y un default que parece acercarse más rápido de lo que se creía. La degradación es total, mientras 19 millones de personas se condenan definitivamente a la pobreza: quién hoy nace pobre en la Argentina, probablemente muera bajo esa misma condición.

Resulta increíble que se piense desde algún sector del irracionalismo gobernante que el FMI “arrasa nuestros derechos humanos”. Incluso resulta surrealista la desacertada sensación de algunos funcionarios de que incumplir los vencimientos con el organismo no traerá como consecuencia daños colaterales. Se ve que olvidan incluso que el “patriota” Néstor Carlos Kirchner jamás dejó un solo centavo impago con el organismo. Más aún, el ex presidente fue un gran pagador ante el Fondo Monetario Internacional: canceló por anticipado una deuda de más de 9.000 millones de dólares con las reservas del Banco Central, a pesar que la tasa de interés que se pagaba por dicha deuda era insignificante. Evidentemente la ideología populista pudo más. Creer que el FMI es un organismo sin nada ni nadie detrás es no entender absolutamente nada. El organismo se fondea con las cuotas que aportan sus países miembros y el no pagar significa una desafortunada impronta que dejaremos para buena parte del planeta. Además esto implicaría el fin del poco crédito que destinan otros organismos multilaterales al país. Argentina ingresaría en un espiral inflacionario mucho mayor y en un estancamiento de dimensiones absolutamente desconocidas.

El probable que la cordura prime y el acuerdo en algún momento llegue. Sin embargo, el daño que se le ha hecho hasta acá al país es inconmensurable. Tanta es la negligencia, la desidia o el componente ideológico que prima la destrucción por sobre las medidas civilizadas, que la deuda que este año vence con el FMI se conoce desde antes del 10 de Diciembre de 2019, día en que Alberto Fernández tomó (al menos en las formalidades) el timón de la Argentina. Luego de dos años, es increíble que aún no se conozcan avances en la negociación.

La bifurcación definitiva se acerca. El coqueteo con un default es la obsesión con el subdesarrollo. La fantasía con el default es la morbosidad con una implosión definitiva que nos hunda en el olvido y la miseria. El deseo de algunos de llevarnos hacia Venezuela esta vez puede convertirse en una triste realidad. Si no entienden que Argentina camina por la cornisa en un estado de profunda ebriedad, la condena que recibiremos será la de transformarnos en un país que jamás quisimos ser pero que un puñado de imberbes va a terminar logrando abrazar. De suceder, simplemente quedará no olvidar jamás quiénes fueron los responsables del quiebre definitivo de una Argentina que no pudo ser.