jueves, marzo 28

El intento de magnicidio de los casi nadie

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Nota extraída de TN por Bernabé Fernández Moyano

No fueron extremistas blancos, ni partidarios de Patricia Bullrich de Belgrano: los que viajaron desde Quilmes en tren, se tomaron un colectivo en Constitución y caminaron desde el Obelisco para asesinar a Cristina Kirchner fueron dos jóvenes del conurbano a los que la década ganada les pasó de largo.

Fernando y Brenda parecen formar parte de ese colectivo social donde residen los anteúltimos del tarro, los casi nadie que no llegan al previaje ni son villeros de Grabois, los que no sirven para la foto del Evita: dos vendedores de copitos que no son peronistas, un error en la matrix del relato oficial.

Brenda Uliarte y Sabag Montiel, con el arma involucrada en el atentado a Cristina Kirchner. (Foto: TN // Facebook)
Brenda Uliarte y Sabag Montiel, con el arma involucrada en el atentado a Cristina Kirchner. (Foto: TN // Facebook)

Desde Noruega, el historiador Ernesto Semán identificó a los atacantes cómo “fachos de bajofondo” que “se alimentan del desprecio de gente con plata” y retwitteó un mensaje de otro investigador del CONICET: “Irrita lo que la vicepresidenta representa; los hechos, no el símbolo”.

Para Brenda, los hechos parecen ser de una pobreza casi estructural: una violación de niña y la muerte de un bebé nacido en un hospital público del conurbano. El fiel reflejo de un estado ausente.

Es demoledor pensar que a la jefa de un movimiento que se dice nacional, popular y progresista le haya gatillado en la cabeza el hijo de dos migrantes y no un comando de la CIA.

Desde sectores del kirchnerismo todavía guardan la esperanza de que estos chicos casi pobres hayan sido rentados por sectores de la oligarquía para matar a Cristina Kirchner, como si la lucha diaria de los trabajadores informales no fuera suficientemente violenta como para no tenerle bronca al poder político de este país.

Brenda Uliarte, durante uno de los traslados (Foto: PSA).
Brenda Uliarte, durante uno de los traslados (Foto: PSA).

No debería sorprender entonces que en algún momento, con Perón y Evita enterrados hace medio siglo y un kirchnerismo que no tiene discurso para los anteúltimos, surgiera un populismo que los pudiera representar.

Los libertarios obtuvieron sus mejores resultados en el sur de la Ciudad, le robaron más votos al FDT que al PRO, casi quedan segundos en Villa Riachuelo.

En los actos, a Milei lo acompaña la Argentina marrón a la que Grabois, como gerente de la pobreza de este gobierno, le dice que el progreso es una mala palabra.

Pero Grabois también advirtió una y otra vez que el estallido de los humildes se veía venir.

Nunca se imaginó que esa violencia popular, que para la bibliografía de la generación de los 70 es sinónimo de revolucionaria, le iba a gatillar en la cara a su jefa política.

Es demoledor pensar que a la jefa de un movimiento que se dice nacional, popular y progresista le haya gatillado en la cabeza el hijo de dos migrantes y no un comando de la CIA