Pasaron ya casi 28 años de un caso único de avistamiento masivo de un ovni, objeto que dejó en las retinas y en los oídos de todo un pueblo la sensación que algo había llovido del cielo y que -además- les había caído a ellos. El Tribuno revivió aquellos momentos con algunos de los protagonistas más notables de aquel 17 de agosto de 1995.
Ese avistaje no fue un mito; lo vieron los niños y también los mayores. Causó pánico y terror porque segundos después el objeto no solo desapareció, sino que produjo un temblor que se sintió a kilómetros de distancia. Aún hoy no se pueden amalgamar las distintas versiones de testigos de aquel evento estelar. Ese fenómeno, sin proponérselo, hizo que la vecindad de aquel pueblo ganadero uniera fuerzas para desentrañar la verdad sobre ese misterioso objeto que cruzó los cielos de Anta a plena luz del día.
Entre todas las voces de testigos, algunas descabelladas y otras terrenales, los medios se quedaron con la versión de uno de los protagonistas de la cacería del ovni: Tony Galvagno.
A casi tres décadas de aquel suceso las hipótesis sobre el objeto tienen al menos dos visiones, distintas solo en cómo desapareció en aquel limpísimo cielo celeste.
Algunos afirman que lo que vieron era una “nave voladora”, que jamás cayó o colisionó con la superficie de la tierra y que su desplazamiento a velocidades impensadas nada tenía que ver con la trayectoria gravitacional que muestran los meteoritos cuando caen, sino que “planeó” los cielos de Anta y explotó sobre las Sierras Coloradas. Lo más preciso que se conoce de aquel 17 de agosto de 1995 lo relató Tony Galvagno. El dio precisiones de la hora, la magnitud de la explosión y la posterior onda expansiva que fue la causante del temblor en el departamento. Luego localizó con su avión el lugar por donde el objeto se acercó a la superficie terrestre y describió todo lo que pudo ver (video en la web), sentir y tocar, ya que su avión se estrelló cuando sobrevolaba las laderas de las Sierras Coloradas y quedó varado, herido sobre la huella misma del fenómeno.
Galvagno sostiene -desde la primera hora- que se trató de un fenómeno ovni. Claro está que este caso, el de J.V. González no se parece en nada a cualquier otro. Este fue visto, oído y sentido por todo un pueblo, que salió de sus casas y en masa se dirigió hacia el río Juramento, lugar que señalaba la densa estela blanca que dividió en dos el cielo anteño.
Testigos entrevistados -ahora- aseguraron que en pocas horas se movilizaron la prensa, Gendarmería, algunos policías y forasteros armados que llegaron y cercaron los ingresos hacia las Sierras Coloradas. Esa movilización motivó la organización local de una “compañía de búsqueda”. Y al decir de los caracterizados vecinos de entonces: “Muchos lo vimos, y comenzamos a preguntarnos si nos pertenecía”. Esa idea cundió y las fuerzas vivas del pueblo realizaron varias reuniones, incluso llegaron a llenar el salón municipal de gente que quería saber. “El presidente Menem habló con la intendenta Irma Caro para sacarnos de la búsqueda. Fue algo sin precedentes. Algunos fuimos perseguidos, sobre todo aquéllos que llegamos a ver o a tocar los suelos por donde dejó su impronta aquella nave”, dijo Tony Galvagno a El Tribuno.
Galvagno relató que en esas reuniones comenzaron a recibir todo tipo de ayuda para dar con la nave: handies, caballos, un camión, vehículos, combustible y alimentos para la expedición, donados por el dueño del súper local. “En total, 35 personas salimos tras el ovni; nuestro ovni”. El periodista radial de una FM de J.V. González, Marcelo Wayar, relató día a día -por entonces- los avances de la operación “búsqueda”, y contó -ahora- que en una de esas reuniones se trató el tema de “qué íbamos a hacer si hallábamos la nave… y hablamos de vender el descubrimiento”, rememoró. El ovni eclipsó el pueblo y hoy lo sigue haciendo con decenas de personas interesadas en aquella historia que seguiremos analizando en la edición del próximo sábado.
Dos protagonistas sobre las huellas en Sierras Coloradas
Tantos años después no pudieron borrar de la memoria aquellos momentos llenos de adrenalina, aventura y la posible realización del sueño de un ferviente cultor de la ufología y sostén de la teoría de que en el universo no estamos solos.
El Tribuno reunió en estos días a varios de los participantes de aquella gloriosa expedición al encuentro forzoso de dos supuestas civilizaciones, que en tierras de Anta o Metán habían dejado una impronta.
Treinta y cinco anteños salieron a buscar el bronce, a localizar la nave que todos vieron y oyeron y ya no les importó nada más que el objetivo de llevar a J.V. González “la nave”, su nave, su Ovni.
El relato de cómo se logró congeniar aquella empresa tiene mucho que ver con las expectativas de hallarlo. “Todos colaboraron, con cualquier cosa. Hacíamos reuniones en mi casa y quedó chica, hicimos entonces en el salón municipal y lo llenamos”, rememoró Tony Galvagno.
El piloto hizo un pormenorizado relato de cómo fue día a día buscando las pistas de una posible colisión (ver video), ya que en el pueblo se habían sentido una o dos explosiones violentísimas y un posterior sismo que hizo temblar kilómetros a la redonda.
Lo más interesante es que describió su búsqueda en dos fases. Una, la conformación de la expedición y la otra, luchar contra el poder oculto. “Quisieron impedir que salgamos, así que nos acercamos a las Sierras Coloradas por caminos alternativos y fincas de gente conocida que nos ayudó a eludir el cerco de gente armada y extraña”, relató el piloto. “Con datos precisos me dirigí hacia una ladera de las sierras y hallé los vestigios del paso de un objeto que prácticamente quemó el suelo y lo cubrió de un polvo blanco, metálico y liviano. Arrancó árboles y todo parecía que había sido succionado hacia arriba. Todo estaba calcinado, pero solo arriba, no había fuego”, recordó el piloto. Luego dijo: “El avión perdió sustentación y sin más se desplomó cuando estaba siguiendo ese rastro y terminé contra las piedras, con vida. Todo lo vi, pero nada pude hacer. Herido solo atiné a esperar ayuda, que llegó a la madrugada, de la mano de un experto en minería”, relató. Justamente este hombre, de quien se preserva su identidad, no solo rescató a Galvano de una muerte por frío, sino que se quedó allí, quizá aturdido por las mismas ambiciones que tenía todo un pueblo. Quizá lo suyo fue la piedra filosofal. Catorce días investigó esos lugares y su historia también merece ser escuchada.
No caía, planeaba brillante y metálico
Orlando Cajal entrevistado por El Tribuno, rememoró que él se encontraba colocando una antena en el límite con Santiago del Estero y que a las 13.45 más o menos del 17 de agosto de 1995 vio cómo se partía el cielo del Chaco salteño con un bólido que fue visible por escasos segundos ya que atravesó todo el cielo de norte a sur partiéndolo en dos. “A una velocidad increíble cruzó como planeando la atmósfera y antes de perderse en el horizontes vimos -estaba con otras dos personas- una explosión, pero no la sentimos.
Recuerdo perfectamente que se trataba de algo metálico, como si fuera de aluminio pulido, casi transparente. Su velocidad era alucinante. Después quedó el cielo dividido por una estela que se formó”, relató.
La prensa, el silencio y luego la persecución
Tras escuchar a algunos de los protagonistas de aquella búsqueda frenética del Ovni de Anta, solo dos de ellos llegaron a tener contacto con lo que realmente sucedió en una de las tantas laderas de esa formación orográfica.
De los dos hombres, uno planeó con su avión sobre la huella de quemazón y polvos metálicos y aquel otro desconocido que se quedó dos semanas recorriendo las laderas y los abismos, buscando restos de aquella nave, meteorito o lo que haya sido.
Este último, al bajar, fue recibido por la entonces intendenta Irma Caro, pero luego, según sus propias palabras, comenzó a ser perseguido -no dijo por quién- y tuvo que esconderse durante seis meses en una mina de Catamarca. Igual historia relató Tony Galvagno. La pregunta es ¿por qué?.
Las evidencias de “inteligencia no humana”, ocultas
El exoficial de inteligencia David Grusch ha asegurado días pasados en el Capitolio que el Gobierno de Estados Unidos oculta tanto naves de origen extraterrestre como evidencias de “inteligencia no humana”. Todo ello frente a un subcomité de la Cámara de Representantes de Estados Unidos encargado de investigar los llamados “fenómenos anómalos no identificados”, que ha escuchado los testimonios tanto de David Grusch como de los militares David Fravor y Ryan Graves. Y es que, a pesar de que reconoce que no lo ha visto con sus propios ojos, Gursch se apoya en numerosos informes y en las más de 40 entrevistas que ha realizado durante estos últimos cuatro años para hablar sobre el tema.
David Grush, ante el Congreso de EEUU.
David Grusch asegura que el gobierno de Estados Unidos oculta numerosos Ovnis y que conoce la localización de cada uno de ellos. De hecho, ha reconocido que no tiene ningún problema en compartir su posición con la comisión de inteligencia con el objetivo de que se esclarezcan los hechos: “Sé la localización exacta”. A pesar de que ha reconocido haber recibido represalias por el hecho de denunciar este secretismo, llegando incluso a temer por su vida por el hecho de hablar abiertamente sobre la vida extraterrestre, Grusch ha dejado claro que quiere llegar hasta el final.
En su caso, Grusch asegura que vio su primer Ovni cuando era piloto de un F-18 en 2014 en una misión de rutina.
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