Nota extraída de Clarín por Ricardo Roa
No está claro si una estrategia o una gran improvisación existen en el Gobierno por el tratamiento de la Ley Ómnibus. Lo único palpable es la centralidad de Milei en todas las acciones. Donde su perfil llamativo se confunde con la conducción política.
La sociedad argentina ha construido durante el 2023 una extravagante maquinaria de poder. Votó mayoritariamente en las elecciones provinciales a peronistas, radicales y macristas. En las generales de octubre trozó las representaciones parlamentarias de Unión por la Patria y Juntos por el Cambio para moldear una mínima encarnación de La Libertad Avanza. En el balotaje decidió catapultar al poder a Javier Milei, que con una marea de votos doblegó a Sergio Massa.
Aquel diseño podía estar expuesto a tres versiones. Un Presidente maniatado que transmitiera inoperancia. Otro de perfil componedor que buscara en la negociación política el remedio a su debilidad objetiva. Finalmente, un liderazgo personalista, envuelto por ideas irrenunciables, montado en la legitimidad de los votos, dispuesto a llevar al límite las tensiones políticas e institucionales. Después de un mes largo de gestión este último contorno pareciera prevalecer sobre el resto.
La observación cabe teniendo en cuenta dos escenarios centrales. El debate desconcertante que abrieron la “Ley Omnibus” y el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) en el plenario de comisiones de Diputados. El bautismo internacional de Milei en el Foro de Davos, donde suelen concentrarse los miembros del poder económico consolidado de Occidente.
Aquel desconcierto parlamentario tendría basamento en varias razones. La primera: la imposibilidad, más allá de los vicios de “la casta”, de analizar un paquete económico-fiscal clave frente a la crisis devastadora con reformas políticas, ropajes judiciales o cambios en los Códigos Penal y Civil. A propósito, la mendocina Aida Kemelmajer se hizo un festival cuando opinó sobre uno de los aspectos de las modificaciones propuestas: el llamado divorcio express. La separación de mutuo consentimiento entre dos personas con la simple firma de un papel. Interpeló, por caso: ¿En qué marco jurídico se resolvería el problema de los bienes? . ¿Qué se haría con la tenencia de los hijos, si los hubiera? . Silencio y perplejidad en las comisiones.
El desconcierto reina también cuando los bloques proclives a encontrar una salida para el Gobierno (Radicalismo, PRO y Hacemos Coalición Federal) entablan conversaciones con los hombres del oficialismo. Sucedió el martes en un encuentro en la oficina de Martín Menem. Tres representantes de Hacemos sugirieron variaciones en el paquete fiscal. Sobre todo, para lograr que los jubilados sean los menos castigados por el ajuste. Especialistas de la Casa Rosada, ex funcionarios de la segunda y tercera línea macrista, tomaron nota. No dijeron nada. Se retiraron.
En ese contexto, Eduardo “Lule” Menem, primo y hombre clave en el sistema del titular de la Cámara de Diputados, convocó a tres diputados de aquellos bloques con vocación de ayudar para hacerles una propuesta: que se realizara ayer una sesión para votar la “Ley Omnibus”. “¿Con que dictamen?”, reaccionó uno de ellos. El único concluido es el que poseen Unión por la Patria y la izquierda que promueve el rechazo total. Hubiera sido una derrota segura y peligrosa.
Otro problema radica en la disfuncionalidad oficial que pasa de una actitud indolente al presunto fervor por la negociación. El titular de Diputados conversó con muchos opositores. Guillermo Francos también: de hecho, despertó cierto interés de la Casa Rosada luego que se reunió con Cristian Ritondo, jefe del bloque del PRO. Ninguno tuvo devoluciones de Milei hasta que Santiago Caputo apareció en escena. El joven se reunió con macristas y con Miguel Angel Pichetto. No dejó la impresión de conocer mucho el paño, aunque aseguró que habría respuesta a las inquietudes opositoras.
Las hubo en cuentagotas. Sin ceder en la perentoriedad de contemplar la situación de los jubilados. Parcialmente en la declaración de emergencias y facultades delegadas. Del mismo modo con las retenciones. Admitiendo que únicamente YPF podría no ingresar en proceso de privatización.
Tantos vaivenes sumergieron en una etapa de desgaste a aquellos tres bloques que, antes que la seducción por la “Ley Omnibus” intentan evitar un traspié al Gobierno y una victoria kirchnerista. El titular del bloque radical, Rodrigo De Loredo, según un correligionario suyo, estaría tironeado como Tupac Amaru. Algo por Alfredo Cornejo que se inclina por acordar, otro poco por Martín Lousteau, muy crítico del Gobierno. Desde afuera de la comarca por Mauricio Macri. Hacemos Coalición Federal no logra disciplinar ni al, ni a los cordobeses ni a Margarita Stolbizer.
En el macrismo siguen tallando Diego Santilli y María Eugenia Vidal. Ritondo se sintió traicionado cuando el mileísmo obvió en su respuesta el tema previsional. Jorge Macri viró hacia la dureza espoleado por un par de razones. Los juegos del Gobierno. La certeza que Milei no le girará los fondos de la coparticipación que en pandemia le recortó a la Ciudad Alberto Fernández en beneficio de Axel Kicillof. La Corte Suprema falló el año pasado en favor del recurso que presentó Horacio Rodríguez Larreta. “No hay plata”, le dijeron desde el ministerio de Economía.
El centralismo de Milei se manifiesta en su modo de actuar. Dilata decisiones que les llevan los emisarios. Hace lo mismo Karina, su hermana, “El Jefe”. Fija posiciones a través de ráfagas incontables de tuits –hay quienes dicen que dispara 12 por hora– en los cuales manifiesta intransigencia y optimismo. Nadie entiende bien por qué. Confía en que el apoyo de los votantes que conserva aun mayoritariamente terminará por encerrar a “la casta”. Es decir, una especie de apuesta a suerte y verdad.
Fracasado el ensayo de una aprobación inmediata de la “Ley Omnibus” en Diputados aguarda la huelga del miércoles de la Confederación General del Trabajo (CGT). Supone que la confrontación lo va a beneficiar porque emergerán en superficie aquellos personajes detestados por la opinión pública. El clan Moyano le hace un gran favor. “Los gordos” algo presumen, de allí el carácter casi religioso que pretenden conceder a la medida de fuerza. Patricia Bullrich insiste con las multas por marchas anteriores. Manuel Adorni, el portavoz, avisó que se descontará el día a los estatales que se plieguen. Fuego sobre el fuego.
Si los resultados fueran lo que conjetura el Presidente volverá a la carga con la “Ley Omnibus” en Diputados. ¿La solución? . Esa hipotética ley deberá luego ser aprobada por el Senado donde la mayoría que supo construir en el inicio la vicepresidenta Victoria Villarruel se ha comenzado a desgranar. Quedó en evidencia cuando se pretendió dar sanción a la Boleta Unica que tuvo el año pasado la aprobación de Diputados.
La posibilidad del encierro podría inducir a Milei a retomar una idea que hizo flamear en campaña. La convocatoria a un plebiscito no vinculante. Como el que realizó Raúl Alfonsín en 1984 para dirimir entre la guerra y la paz con Chile por el Beagle. El líder radical venció. La temática ahora es bien diferente. Refiere a asuntos económicos y sociales en medio de un deterioro general que podría potenciar el mal humor colectivo.
La imposición de la figura presidencial en el campo de la política doméstica pretendió ser extendida también en las relaciones internacionales. Milei pasó por el Foro de Davos dejando dos huellas: la de su personalidad tantas veces llamativa; la de un Jefe de Estado flamante que desde una nación periférica y en crisis se tentó con dar cátedra sobre negocios a los empresarios multimillonarios.
Interpretar el objetivo perseguido con tal disrupción resultaría una tarea ímproba e incierta. Tal vez apuntó a instalarse como una nueva referencia capitalista liberal en América Latina. Como lo ensayó Macri a fines del 2018, cuando venía en declive, con la realización de la Cumbre del G-20 en Buenos Aires. En el desarrollo de su pensamiento Milei pudo haber creído representar un imán para atraer a potenciales inversores.
Ese afán quizás se haya esterilizado con algunas de sus propias parrafadas. Sostuvo que no hay diferencias sustantivas entre socialistas, conservadores, comunistas, fascistas, nazis, social demócratas o centristas. “Son todos iguales. Los enemigos son todos aquellos donde el Estado se adueña de los medios de producción”, manifestó.
Definió a la justicia social como un acto de violencia del Estado a través de su política tributaria. Veamos: el 42% del ajuste fiscal que propone la “Ley Omnibus” responde al aumento de impuestos que impugnan una multiplicidad de sectores. ¿Qué podrá pensar el Presidente a propósito de la existencia en el mundo de los sistemas previsionales?Su intervención no pasó inadvertida en los países de Occidente. Se verá por qué. Tampoco para la titular del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, quien nunca omite halagar su plan de ajuste. Esta vez, en la reunión que sostuvieron ambos, le recordó que no habría que olvidarse de los sectores postergados.
La mujer tuvo un gesto inusual. Solicitó a Milei una selfie que fue tomada por la subdirectora gerente del organismo, Gita Gopinath. El presidente hizo su gesto tradicional y todos estallaron en carcajadas. Sin perder la estirpe británica, al canciller David Cameron también lo atrajeron ciertas particularidades del mandatario argentino.
Tanto Washington como el FMI se han mostrado públicamente solidarios con el rumbo económico encarado por Milei. Ambos comparten dudas, sin embargo, sobre la factibilidad de que pueda ser ejecutado hasta las últimas consecuencias. Destacan el liderazgo presidencial.
El dilema que puede plantearse sería cuanto esa condición de líder se afinca en su personalidad y cuanto en las ideas y la capacidad de conducción política para llevarlas adelante. Milei no debería encasillarse en el personaje que pueda interferir o comer al Presidente.
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