jueves, marzo 28

El poder del Presidente que se va licuando

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Nota extraída de Clarín por EduardoVan der Kooy

Alberto Fernández enfrenta un dilema clave para lo que queda de su mandato: el tránsito hacia la dilución de su autoridad.

El presidente Alberto Fernández, la semana pasada, durante su participación en el cierre del 57° Coloquio del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA).

El Gobierno está ingresando en un tramo decisivo de la campaña electoral con una sumatoria de problemas (políticos, económicos y sociales) frente a los cuales no tendría respuestas. Existe uno, sin embargo, que sobresale porque aparece vinculado a un asunto estructural que excede el pronunciamiento del 14 de noviembre. Hace al tránsito de los próximos años, hasta el recambio previsto para el 2023.

El dilema radica en la figura del Presidente, Alberto Fernández. Su fortaleza objetiva estuvo siempre opacada por el liderazgo de Cristina Fernández. Tuvo un brillo en los tiempos iniciales de la pandemia, entre marzo y septiembre del 2020. Coincidió con la armonía que exhibió con la oposición en ese trance muy difícil. Se rompió por el recorte en la coparticipación en la Ciudad, que conduce Horacio Rodríguez Larreta. Luego llegó el debilitamiento producto de los graves errores de gestión y el cerco que le tendieron los K en el Frente de Todos. Desde la derrota en las PASO su diagnóstico parece haberse agravado. De aquel debilitamiento empezó a avizorarse un tránsito hacia la dilución de su poder. No es la misma cosa. Sobre todo, proyectada en el futuro.

En los últimos días se acumularon señales en esa dirección. Las celebraciones del 17 de octubre fueron para el mandatario un verdadero calvario. La campaña tampoco resulta sencilla. Ayer sufrió un tropiezo en su visita a Chubut. Una provincia clave donde el FDT perdió el 12 de septiembre. Pone en juego tres bancas en el Senado de las cuales podría perder dos. Una llave para que la vicepresidenta pueda seguir manejando a su antojo el Senado, sin depender de alianzas incómodas.

Alberto debió ausentarse forzosamente de las celebraciones por el Día de la Lealtad. El sábado Cristina lo sorprendió con un acto en la ex ESMA que congregó a la militancia kirchnerista dura. La dama hizo una circunstancial reivindicación del peronismo. El domingo se armó una marcha heterogénea de la cual tomaron parte también grupos de izquierda. Incluso el partido MILES, del piquetero Luis D’Elia. Lo conminó, en público, a que luego de las elecciones decida, de una vez, si quiere ser Fernando de la Rúa o Néstor Kirchner. No sería necesaria ninguna traducción.

En la misma concentración habló el ex vicepresidente Amado Boudou, con condena firme por el escándalo Ciccone. En libertad por las prebendas judiciales. El remate correspondió a Hebe de Bonafini, la titular de las Madres de Plaza de Mayo, que se mostró defraudada por la supuesta complicidad de Alberto “con los ricos” o con los “gordos de la CGT”.

El Presidente había pensado, en algún momento, asistir. El clima hostil lo indujo a permanecer en la Quinta de Olivos. Pero en el encuentro, rodeado de enemigos internos, pudo verse al canciller y hombre de confianza, Santiago Cafiero. Y a la primera candidata a diputada por Buenos Aires, Victoria Tolosa Paz. Para añadir confusión el ex intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, flamante jefe de Gabinete de Axel Kicillof, encabezó una columna propia cuyas consignas fueron cánticos de insulto contra Mauricio Macri.

Alberto, ante semejante adversidad, pudo haber optado por el silencio. Tampoco hubiera sido edificante. Sonó peor todavía que la flamante encargada de la comunicación oficial , la ex diputada Gabriela Cerutti, dijera que aquellas expresiones habían resultado “reconfortantes” para el Presidente. Inaudito.

En el tríptico por el Día de la Lealtad fue la Confederación General del Trabajo (CGT), sin dudas, la única capaz de componer un paisaje multitudinario y homogéneo. Apenas con la filtración formal de un par de dirigentes kirchneristas. Los llamados “gordos”, más cercanos al Presidente, se limitaron a reivindicar la figura de Juan Perón y a divulgar un documento en el cual el nombre del Presidente no apareció mencionado ni una vez.

El interrogante detrás de aquella descripción radicaría en saber si el primer mandatario tuvo, en un momento, injerencia en la organización de alguna de las celebraciones. O si su ausencia resultó la consecuencia natural de un fenómeno político que muy rápido se le fue de las manos.

Dudas similares se plantean cada vez que el Presidente sale de Olivos. El recorrido por Chubut caía de maduro. La importancia era tal que decidió viajar con una buena parte de su gabinete. Pero una pieza, al parecer suelta, complicó un panorama que está ensombrecido en la provincia hace años. Allí gobierna, muy mal, Mariano Arcioni, un dirigente que responde a Sergio Massa. Lleva una lista de candidatos al margen del Frente de Todos.

¿Cuál habría sido aquella pieza perturbadora? Hace días, el embajador argentino en Santiago de Chile, Rafael Bielsa, se presentó en la Comisión de Libertades Condicionales de la Corte de Apelaciones de Temuco y solicitó la libertad condicional de Facundo Jones Huala. Líder de la RAM (Resistencia Ancestral Mapuche) condenado a 9 años de cárcel por un ataque incendiario que destruyó en 2013 propiedades en la Región de Los Ríos. Huala fue extradito a Chile en 2018, se auto percibe parte del pueblo mapuche y desconoce al Estado Argentino como tal.

La acción, que debió contar con un instructivo de la Cancillería, motivo una cadena de reacciones adversas en las provincias patagónicas. En especial, Rio Negro, Neuquén y Chubut. El tema estuvo presente en la recorrida presidencial de campaña. Al punto que el candidato de Arcioni, su actual ministro de Seguridad, Federico Massoni, declaró que Huala no pisaría en su vida “un milímetro de territorio chubutense”. Intento por sintonizar con una sociedad que no lo observa con ninguna simpatía por el crecimiento de la inseguridad. Massoni quedó tercero en las PASO.

Tal vez, ese reclamo no resultó el dato más discordante. Un intendente, de Trelew, Adrián Maderna, interpeló a Alberto y a todo su gabinete presente por la derrota en las PASO. Contrastó su ausencia en la campaña anterior con el proselitismo que desarrollaron en Chubut los titulares del PRO y la UCR, Patricia Bullrich y Alfredo Cornejo. ¿Un alcalde reclamando explicaciones políticas al Presidente?.

Quizás un reflejo cabal e inquietante del desorden en la coalición oficial y la licuación del poder presidencial.