El putsch de De Pedro, Manes desafía, Larreta espera y Massa desconfía

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Con un ministro insubordinado, Alberto Fernández enfrenta un desafío que desnuda su situación porque no puede ni reprenderlo. Wado de Pedro, el mismo fusible que detonó la gran crisis de septiembre de 2021, ha dicho a quien quiera oírlo que tratará de “convencer” al Presidente de la inconveniencia de realizar las primarias para elegir candidatos.

El ministro del Interior es uno de los posibles postulantes a la Casa Rosada y confía más, al igual que Axel Kicillof, en el dedo de Cristina que en la decisión de los votantes para ser ungido. Ya se ha dicho hasta el hartazgo pero conviene repetirlo: la presunción de una derrota electoral en 2023 está apurando decisiones que pudieran dañar a la oposición pero que, casi seguro, pueden volverse como un búmeran y golpear a los autores de esa maniobra.

En otras palabras, la postergación -o eliminación- de las PASO le crea un enorme problema a Juntos por el Cambio pero, al mismo tiempo, estimulará en el peronismo la dispersión y las fracturas. Sería peor el remedio que la enfermedad para quienes pregonan acrecentar una de las consecuencias más serias de la realidad política mundial, la fragmentación.

Una sociedad fragmentada, como es la actual, es una grave debilidad del sistema democrático. Esa condición es presentada como ideal para aquellas fuerzas políticas e ideológicas que en el fondo descreen del sistema.

Uno de los argumentos del nuevo relato de vastos sectores del oficialismo, particularmente del kirchnerismo, en alianza con algunos gobernadores, es económico: hay que ahorrar el enorme gasto que implica ese comicio que solo sirve para elegir candidatos. Una excusa que cae por su propio peso: muchos de los impulsores de la suspensión de las PASO alientan en sus provincias el adelantamiento de las elecciones para que no coincidan con las presidenciales. Ese doble gasto termina una discusión que pretende disfrazarse como un ejemplo de contención del gasto cuando es exactamente lo contrario.

No es la razón de fondo de esta hipocresía. Hay que buscarla en la casi certeza de un horizonte de derrota, con una alianza oficialista que cruje por todos lados, en la que la socia mayoritaria con sus aguerridas huestes quiere hacer creer que no tiene nada que ver con el gobierno del que participa.

La declaración de De Pedro es transparente. El ministro del Interior siempre ha sido un delegado de Cristina Kirchner en el gobierno antes que un ministro de Alberto Fernández. Y así lo evidenció en cada oportunidad propicia, a pesar del hueco relato de unidad que sigue repitiendo Fernández, insustancial como tantas cosas que hace. Alberto se refugia en su quimera reeleccionista para conservar algún poder en el último tramo de su pobre gestión. En un espacio sin candidatos nítidos, exceptuando a Cristina que olfatea un resultado malo y se resguarda, el Presidente juega su última carta.

La ofensiva de La Cámpora -saltó Máximo a la cancha, tratando de imitar gestualmente a su padre pero sin su convencimiento ni su astucia política- pareciera tener como meta convertirse en una fuerza política que trascienda a Cristina. Se trata de un objetivo mayor. Es por eso que con De Pedro de presunto candidato, quieren ir a una elección para saber en definitiva qué volumen tienen. Quieren repetir la experiencia del Partido Auténtico (1973), muchos años después, sin una visión crítica de aquel desastre.

Ese recuento globular necesita de un dedo ordenador, el de la ex Presidenta. No podrá evitar, sin embargo, la fragmentación: allí está Schiaretti esperando con los brazos abiertos a quienes desistan de esta aventura. El gobernador de Córdoba, que tampoco quiere las PASO precisamente por el efecto que provocará su suspensión, recibirá a la CGT y los movimientos sociales no kirchneristas apenas retorne de la India.

En la oposición, Facundo Manes ya tiene decidido lanzarse como candidato presidencial. En esa decisión hay varias claves: la principal es que la UCR, y subsidiariamente la Coalición Cívica, se opondrían a una candidatura de Mauricio Macri. Pero también abre una instancia de negociación con Rodríguez Larreta. La posibilidad de una fórmula compartida es una carta que el jefe de Gobierno está orejeando, a la vez que ya tiene decidido jugar a su ministro Quirós en la interna del PRO pero en definitiva respaldará a Lousteau para la Ciudad. Esto quiere decir que Jorge Macri, que se apresuró a lanzarse, tendrá que rebuscársela solo apoyándose en Patricia Bullrich. López Murphy ya anunció que se postulará por su cuenta. Este lanzamiento restaría a la fracción de Bullrich-J.Macri.

El juego está abierto: Macri le tira centros a Schiaretti, que éste deja pasar. Los radicales se entusiasman con volver a gobernar Santa Fe, visto el derrumbe del oficialismo, mientras que Luis Juez se asoma a la gobernación de Córdoba.

Mientras, la inflación no cede y la presión salarial se hace y se hará sentir. Sergio Massa maniobra con el pequeño margen que tiene y ha conseguido cierto ordenamiento, sobre todo externo. Nada definitivo pero se ha sentido su muñeca política para lograr aprobar el Presupuesto, con la ayuda de la oposición.

Su entorno sigue soñando que una inflación en descenso haría ascender las posibilidades electorales del ministro. A la vez advierten que el “pacto” de no agresión que se estableció con Cristina y su tropa hasta diciembre comienza a resquebrarse.

La fábula del Escorpión y la Rana está presente. ¿Quién es quién?

Nota extraída de Clarín por Ricardo Kirschbaum