El secreto de sus palabras

0
240

Nota extraída de The Post Argentina por Carlos Mira

Obviamente la primera reacción ante las declaraciones de Jorge Ferraresi, el ministro de desarrollo territorial y hábitat, es advertir cómo en el gobierno se olfatea la derrota y cómo se mensuran las consecuencias de ese hecho

No solamente los ojos guardan secretos, como en la película de Ricardo Darín. Muchas veces las palabras también los encierran.

Obviamente la primera reacción ante las declaraciones de Jorge Ferraresi, el ministro de desarrollo territorial y hábitat, es advertir cómo en el gobierno se olfatea la derrota y cómo se mensuran las consecuencias de ese hecho.

Pero si uno para la pelota y le dedica un minuto más a un análisis más detenido de lo que dijo, se pueden extraer conclusiones muy interesantes que provienen del más profundo subconsciente peronista y que, desde allí, ese movimiento extendió a toda la sociedad hasta convertirlo en casi un segundo sentido común.

Ferraresi dijo “Algunas veces estaremos en el Gobierno y otras veces no, y si perdemos algunos vamos a ir presos y, seguramente, otros volverán a dar clases en las universidades internacionales [mientras] otros volveremos al barro, volveremos al territorio, donde nunca hemos dejado de estar y tendremos las consecuencias [de las] persecuciones a los dirigentes populares”.

Se trata de una frase riquísima en términos de cómo el peronismo concibe la vida, como se autopercibe frente al ejercicio de la política y cómo ha encontrado la forma de eludir las consecuencias de sus propios crímenes.

Veamos. En primer lugar no podía estar ausente la típica chicana rastrera, la indirecta sarcástica y cobarde que, sin animarse a decir el nombre y el apellido de aquel a quien ataca, lanza una bocanada de fuego solapada pero con un sello, con un código, lo suficientemente explícito como para que todos lo entiendan.

En ese sentido, no caben dudas de que Ferraresi quiso darle una mano de bleque a Martín Guzmán al decir que “algunos volverán a dar clases en la universidades internacionales”, como infiriendo que “algunos se van a escapar mientras que otros vamos a poner el pecho”, escribiendo un nuevo capítulo público de la ya descarnada guerra interna del Frente de Todos contra Todos.

Luego, refiriéndose a esos “héroes” que se van a quedar (entre los que se incluyó) dijo que “volveremos al barro, volveremos al territorio…”. Se trata de un giro metafórico muy interesante de Ferraresi. El ministro habló del “barro” y del “territorio”.

Admito que lo que voy a deducir aquí pueda ser interpretado como un exceso “psicoanalítico”, pero, por el beneficio del debate, traten de acompañarme en los siguientes párrafos.

Estoy de acuerdo en que Ferraresi habló del barro del territorio para referirse a un regreso al llano. Pero uno tiene mil maneras floridas para señalar ese camino de retorno a un lugar fuera del poder. ¿Por qué entonces elegir la palabra “barro” unida nada más y nada menos que a “territorio” para referirse a ese regreso al “barrio”?

Mi interpretación es que se debe a que el peronismo necesita que en el “barrio” siga habiendo “barro”; necesita que la gente siga estancada en esa pobreza miserable de la cual el “barro” es un elemento gráfico tan definitorio; el peronismo necesita que la gente siga viviendo en el “barro” para venderles la ilusión de que solo ellos pueden sacarlos de allí. El peronismo es justamente eso: una máquina de vender ilusiones que, de antemano, sabe que nunca cumplirá porque si las cumpliera se habría acabado su marketing de ventas.

Es algo así como aquello que le advertía Chávez a un ilusorio compañero de los inicios del “socialismo del siglo XXI” cuando, preocupado porque el sistema no lograba mejorar la vida de los pobres, lo fue a ver al Comandante: Chávez le respondió “tú no has comprendido cómo funciona la Revolución: nuestro objetivo no es mejorar la vida de los pobres, nuestro objetivo es que sigan siendo pobres pero “ilusionados” para que sigan respaldándonos a nosotros”.

La propia Cristina Kirchner, por la vía opuesta, ya había incurrido en otra tirriosa observación típica de su incunable resentimiento. Hace un tiempo, con esa mueca en la cara tan típica de ella cuando quiere trasmitir odio de clase, se refirió despectivamente al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires como aquel “que ponía veredas cada vez más brillantes”, en un intento por marcar las diferencias con el conurbano en donde reinaba el “barro”.

Su galimatías de rencor podría haberse resuelto fácilmente preguntándose rápidamente quien gobernaba en un lugar y otro. Pero ella prefirió lanzar ese vómito de envidia creyendo que era funcional a sus intereses políticos.

Si hubiera pensado un segundo, quizás habría llegado a la conclusión de que su comentario era contraproducente porque más de uno en su audiencia podría haberse preguntado “¿Y yo qué prefiero?, ¿un gobierno que me ponga veredas cada vez más brillantes o uno que me dé veredas de mierda como las que me das vos?”

Pero, claro, la ceguera de su odio pudo más que el racionalismo puro y duro, y allá fue con su bilis de furia a enfrentar a los que viven con veredas brillantes (entre los que se encuentra ella) y a los que viven en el barro.

Pero la frase de Ferraresi dio para más. Para rematar dijo que quienes iban a terminar presos eran “los dirigentes populares” (como él), porque los iban a “perseguir”, justamente por ser “dirigentes populares”.

Este yeite peronista es francamente genial. Es más, debería ser declarado una de sus más célebres creaciones. Los tipos han inventado una categoría de ser humano (el “dirigente popular”) que por el solo hecho de ser “dirigente popular” está habilitado para hacer cualquier cosa porque, si cometiera algún delito, la causa que se iniciara en su contra no sería una causa judicial (como la que sufriría cualquiera que cometiera un delito) sino una “persecución”. Una persecución porque ellos defienden al “pueblo” y los que odian al “pueblo” los persiguen. ¡No me digan que no es una total genialidad! Es el famoso “lawfare” inventado por Cristina Kirchner, “la primera dirigente popular”.

Además, para completar esta jugada “messística”, los que dicen quiénes son los “dirigentes populares” son ellos mismos. Es decir, aquí no hay una extraña institución internacional que concede cucardas de “dirigentes populares” a personajes equidistantes. No: aquí son ellos mismos los que dicen “nosotros somos dirigentes populares y por eso nos persiguen… Nosotros no robamos: cobramos una comisión por los servicios a la Patria (textual de Daniel Muñoz al Contador Víctor Manzanares cuando este lo inquirió en el sentido de si no se les estaba yendo la mano con el afano) y si por eso nos llegasen a abrir una causa, eso es una persecución de los poderosos porque no se bancan que defendamos al pueblo”. ¡HERMOSO!

La frase de Ferraresi no ocupó más de cuatro renglones, pero los secretos ocultos en ella nos hablan de cómo funciona la mente peronista y sobre cómo logró, exitosamente, trasladar ese nuevo sentido común a la manera de pensar de millones.