martes, noviembre 12

Ensueños de Milei con su gobierno shockeado

0
214

nota extraída de Clarín por Eduardo Van der Kooy

El Presidente imagina en el exterior un futuro venturoso para el país. Pero las dificultades se multiplican en el presente. Una recesión cada vez más honda, déficits de gestión, primeros brotes de corrupción y debilidad política que intenta salvarse con la designación de Francos.

Qué distancia temporal podrá existir entre el polo tecnológico que Javier Milei imagina para la Argentina y las peripecias del mismo país que sufre negligencia para administrar comida o falta de gas apenas asoma el frío? Que además despierta desconfianza por el pago cuando pretende importarlo de su principal socio comercial (Brasil). Aquel interrogante suena pertinente para enmarcar un sesgo de los primeros seis meses de la administración libertaria. Hay un presidente que ha realizado en ese período siete viajes al exterior. Ninguno en la región. Cuatro a Estados Unidos, orientados a vender a nuestro territorio como destino dorado para futuras inversiones.

El foco estuvo puesto la semana pasada en las empresas tecnológicas de Sillicon Valey. Dialogó con Sam Altman (OpenAl), Sundar Pichai (Google), Tim Cooke (Apple) y Marc Zuckerberg (Meta). Anteriormente mantuvo en dos ocasiones encuentros con el multimillonario Elon Musk, dueño de la automotriz eléctrica Tesla. Restaría conocer cuánto aquellos hombres de negocios han estado motivados por conocer al personaje Milei que ha despertado desde su asunción curiosidad en el mundo. O en qué condición, verdaderamente, observan a la Argentina como campo propicio para el desarrollo de negocios tecnológicos. En cualquier caso, no podría soslayarse el valor de la agenda presidencial. Aunque signifique un contraste con la realidad nacional y un enorme desafío a futuro para ponerse a tono con las exigencias que demanda un proyecto de aquella envergadura.

Se trataría de una doble encrucijada para Milei que desde el poder está impulsando una agenda dividida. Dedica muchas energías al futuro que imagina; empieza a delegar tareas para intentar mejorar un presente ruinoso. Aquello no será factible si esto último no sucede. Es la misión que parece haberle encargado a Guillermo Francos, el nuevo jefe de Gabinete, después del golpe interno cantado que terminó por desplazar a Nicolás Posse.

El equilibrio fiscal y el descenso de la inflación, que Milei monitorea junto a Luis Caputo, el ministro de Economía, correrían riesgo de diluirse sin una sustentabilidad política que, en estos meses, el Gobierno ha demostrado impericia para edificar. Algo de esa debilidad olfateó el Presidente antes de arrancar su viaje. Enterró su promesa de que los cambios de Gabinete surgirían de una revisión global tras la aprobación presunta de la Ley Bases y el paquete fiscal. El golpe de timón lo dio antes porque resulta muy difícil vender futuro en el exterior sin señales mínimas de previsión y gobernabilidad. Tuvo como premio el dictamen en el Senado favorable a aquellos proyectos. Le queda al oficialismo la cosecha de votos para la aprobación definitiva.

El movimiento fue una necesidad y se asemejaría, además, a una enmienda. Nadie puede negar la condición negociadora de Francos. Su experiencia de dirigente que conoce cada uno de los rincones de “la casta” que denigra Milei. Tampoco es un hechicero. El Gobierno, en su conjunto, requeriría de un reseteo estructural para que la gestión se haga eficiente. Complicado que resulte así cuando se computa más de una renuncia cada cinco días en la administración desde diciembre.

Francos es tan consciente de lo que le aguarda que narró un panorama sin tomar recaudos. Aseguró que “el Presidente me elige a mí porque se da cuenta que con la política argentina a él se le hace complicado. No la entiende. Tiene diferencias. Yo tengo una posibilidad mayor de dialogar”. Hay planteada una dificultad no menor. Milei compitió en elecciones que ganó para ocupar la Casa Rosada. Un mandatario es siempre el político principal, aunque, en este caso, su materia de conocimiento sea la economía. Deberá ir aprendiendo. A nadie se le hubiera ocurrido en su época ofrecerle un Formula 1 al ya fallecido Carlos Reutemann si no hubiera sabido conducir. Fue figura del deporte. Después incursionó en política y resultó electo dos veces gobernador de Santa Fe.

Aquel sinceramiento de Francos causó cosquilleos. Desde las cercanías de Karina Milei surgió una aclaración. “El Presidente no entiende por qué el sistema (político) conspira contra el desarrollo y bienestar del país”. Esa es una cuestión que el flamante jefe de Gabinete debe tener bien presente. Podrá florearse con “la casta”. Nunca deberá resolver nada que no tenga el aval del Presidente, de su hermana, la secretaria general, y del joven asesor Santiago Caputo.

Francos fue testigo del desorden de La Libertad Avanza en Diputados cuando en febrero se derrumbó la Ley Óminbus. Intervino como ministro del Interior en el acuerdo de la Ley Bases. Contó en Diputados con una ventaja que no había tenido antes: la voluntad de una oposición colaboracionista más homogénea con intenciones de facilitarle una salida al Gobierno. El Senado fue otra cosa. Karina le había impedido el juego, en principio, a Victoria Villarruel. La vicepresidenta fue llamada al final y el jefe de Gabinete la integró. Los senadores libertarios ayudaron poco. Francos encontró un par de aliados eficaces. El salteño peronista Juan Carlos Romero. Colector de las firmas más reticentes. Había hecho una maniobra similar cuando dejó en minoría al kirchnerismo para la designación de autoridades de la Cámara alta y la conformación de comisiones. También el jefe de Gabinete recogió la mano tendida de Luis Juez. Desde su condición de opositor trabó una relación muy estrecha con Milei. Es de los pocos que concurre a la residencia de Olivos.

Sucedió en el último tramo aquello que se preveía. El Gobierno no reparó demasiado en concesiones para lograr el objetivo. Afirman, incluso, que habría existido una discreta intervención de Mauricio Macri ante un gobernador del PRO, Ignacio Torres, de Chubut, destinado a flexibilizar la postura de las senadoras provinciales.

Según los cálculos, se realizaron 45 modificaciones en las horas decisivas para conseguir la fumata. Las significativas: se incrementó del 3% al 5% las regalías que recibirán las provincias mineras. Subió de modo sustancial (22%) el mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias para La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut y Santa Cruz. Donde el promedio salarial acostumbra a ser más elevado que en el resto del país. Una diferenciación del marco tributario que, según especialistas, podría ser considerado inconstitucional.

Esa conquista, conjeturan en el Gobierno, podría ayudar al sostenimiento genuino de las dos medallas que hasta ahora puede exhibir: el superávit fiscal y la baja inflacionaria. La primera meta, sobre todo, se mantiene en base a recortes muchas veces despiadados que impone “Toto” Caputo. Sin calibrar debidamente las consecuencias. De ese modo surgió la zozobra social por la falta de gas que hizo memorar a los días fatales de octubre del 2023, cuando el país se quedó sin nafta en medio de la campaña electoral, con Sergio Massa como candidato K y ministro de Economía.

Milei tuvo de nuevo un toque de fortuna ante el tropiezo. Salió a criticarlo Cristina Fernández. Como si fuera ajena a la crisis energética en que está sumida la Argentina. Según datos oficiales de la Secretaría de Energía, nuestro país no importaba gas en plena crisis del 2001. Comenzó a hacerlo cuando Néstor Kirchner decidió subsidiar las tarifas. Práctica que no se abandonó nunca. Una de las razones, junto al sistema previsional, que incubó un gigantesco déficit fiscal.

El kirchnerismo tampoco completó las obras del gasoducto Vaca Muerta que inauguró con bombos. Faltan dos plantas compresoras que permitirían trasladar el doble de la cantidad de fluido que circula en este tiempo. El Gobierno libertario sabía de eso. No adoptó ninguna previsión. La poda en la obra pública también incidió. Se demoró la contratación de los barcos gasificadores para ahorrar dinero. El frío llegó antes de lo previsto y el gobierno libertario quedó expuesto.

Lo mismo le ocurrió con el escándalo desatado en el ministerio de Capital Humano. La ministra Sandra Petovello se propuso sanear el sistema de los planes sociales manejado por los movimientos piqueteros. Difícil objetarlo. De hecho, se descubrieron infinidad de irregularidades que resultaron denunciadas en la Justicia. Fueron inhibidos los bienes del líder del Polo Obrero, Eduardo Belliboni. Aparecieron comedores fantasma donde presuntamente se destinaban fondos y alimentos. Quizá Petovello no mensuró debidamente que se enfrentaba a una verdadera pulseada de poder.

¿Qué implicaría esa pelea? La inconveniencia de ofrecer algún flanco vulnerable. La primera alarma fue disparada por el titular de la Conferencia Episcopal, monseñor Oscar Ojea. Habló de la existencia de dos depósitos (Villa Martelli y Tafi Viejo) donde había toneladas de alimentos sin distribuir. De inmediato surgió una denuncia de Juan Grabois, el dirigente de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP).

El Gobierno explicó, en principio, que se trataba de reservas para ser utilizadas en caso de catástrofe. Invento inconsistente. La verdad alumbró cuando Pettovello resolvió pedir la renuncia de Pablo De la Torre, secretario de Niñez, Adolescencia y Familia y de otros seis funcionarios, a quienes se endilgó incompetencia por los alimentos estoqueados. También acusaciones, aún sin comprobar, por contratación de personal al margen de la estructura ministerial. Fue denunciado penalmente y en el Oficina Anticorrupción.

El desenlace provisorio estaría revelando, al menos, tres cosas. La incompetencia en la gestión. La existencia de una interna feroz en Capital Humano, donde sobreviven segmentos de la burocracia kirchnerista. La imposibilidad que una sola ministra maneje una estructura que incluye cinco secretarias. Entre otras, Trabajo, Educación y Cultura.

Sillicon Valey sigue quedando todavía demasiado lejos.