martes, abril 16

Equipo chico LPQTP

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Nota extraída de Clarín por Alejandro Borensztein

Una cosa es vender como impecable un Toyota usado que se dió un palo en la General Paz y otra muy distinta es pretender hacer pasar como un triunfo electoral el hecho de que casi el 70% de los argentinos le votó en contra.

Equipo chico LPQTP

Festejando luego de conocer la derrota, el domingo pasado. Foto: Emmanuel Fernández

Explicar en un texto cómo se maniobra la boca para lograr la correcta dicción de una palabra bloqueada por el inconsciente, suena complicado pero es fácil. Probemos. Primero se pega el labio superior al inferior y se impulsa el aire hasta que ambos labios se despegan. Así se pronuncia la letra “p”. Luego, para poder construir la siguiente consonante debemos pasar la lengua por el paladar y así lograr una “r”. Después se saca levemente la lengua entre los dientes, apenitas, para poder decir la letra “d” y acto seguido hay que volver a apretar los labios para pronunciar la “m”. La palabra remata con un suave silbido para provocar la letra “s”. Finalmente, una vez aprendidas las consonantes, se intercalan las vocales correspondientes.

Ahora sí, a ver señor “presidente” Fernández, repitamos juntos. Despacito por favor, no sea cosa que vuelva a equivocarse como le viene pasando desde el domingo a la noche. Si prefiere lo vamos deletreando para que le sea más fácil. Vamos, a la una, a las dos y a las tres: PER-DI-MOS. No, le falta convicción. Tal vez no se entendió bien. Probemos con la boca más abierta para que fluyan las vocales. Otra vez: PER-DI-MOS. Ahí va queriendo. Mucho mejor. Ahora descanse, clávese este Havannete y seguimos.

Más festejos, el domingo 14 de noviembre. Foto: EFE

Más festejos, el domingo 14 de noviembre. Foto: EFE

Sabemos que Alberto es un campeón vendiendo gato por liebre, pero esta vez el gato es demasiado grande como para disfrazarlo de liebre. Una cosa es vender como impecable un Toyota usado que se dió un palo en la General Paz y otra muy distinta es pretender hacer pasar como un triunfo electoral el hecho de que casi el 70% de los argentinos le votó en contra. Hay que ayudarlos a entender la realidad.

Vamos, probemos una vez más, abriendo bien esa boquita. Una grande para papá: PER-DI-MOS. Y otra grande para mamá: PER-DI-MOS. Esaaaa! Opalalá. Que bien ese gordito hermoso, como va aprendiendo.

Listo, al presidente ya le enseñamos. Ahora habría que ir comunicándoselo a los militantes para la liberación así van procesando la paliza. Por la vicepresidenta no hay que preocuparse. Todos sabemos que tiene severas dificultades para reconocer derrotas, felicitar ganadores y/o entregar atributos de mando a quien le gane una elección, pero la palabra PERDIMOS la sabe de memoria. La aprendió con las derrotas en 2009, 2013, 2015, 2017 y ahora también 2021.

Algún día deberíamos preguntarnos cómo puede ser que alguien que perdió 5 elecciones de las últimas 7 siga siendo el centro de la política nacional y tenga zumbando a los gobernadores, intendentes y sindicalistas más pesados de la Argentina. O ella tiene poderes especiales o los tipos no son tan guapos como dicen.

Por supuesto hay gente que ya agita la idea de que, luego de esta derrota, el kirchnerismo se irá apagando, ella no mandará más y los capangas del PJ la van a ir desplazando. Pavadas. Hace 18 años que venimos escuchando el mismo cuento. La historia ya nos enseñó que en cualquier momento Cristina sale, redobla la apuesta, pega tres gritos y se cuadran todos como soldaditos prusianos. Y lo bien que hacen porque el 38% obtenido en la provincia de Buenos Aires es todo de Ella. ¿O acaso alguien se creyó el chiste de que el pueblo bonaerense votó a Tolosa Paz?? Hasta donde se sabe, la diputada electa tiene un solo voto propio (siempre y cuando Albistur no haya votado en Puerto Madero).

Besos al aire, luego de conocerse los resultados, el domingo pasado. Foto: AP

Besos al aire, luego de conocerse los resultados, el domingo pasado. Foto: AP

A nivel nacional, la cosa no es muy distinta. No hay votos ni de Alberto ni de Massa ni de Kicillof ni de Máximo. Son todos de Cristina. Esto presenta un problema a la hora de pensar en el nuevo acuerdo que el gobierno está proponiendo.

¿Qué autoridad tiene el “presidente” para convocar a un acuerdo? Ponele que tiene la autoridad que ella le delega. ¿Qué credibilidad tendría Alberto para luego firmar un documento final? Para firmar un 08 vaya y pase, pero para rubricar un acuerdo político con alcance internacional no califica ni a palos.

Cualquiera sea el texto del acuerdo, si no lo firma Cristina no tiene ningún valor. Y si no lo firma Macri, tampoco. Y curiosamente, lo primero que hizo Alberto fue sacar a Macri del posible acuerdo y, ya que estaba, también lo voló a Milei. Uno entiende que Milei pueda ser un peligro para la democracia, tanto por su frase “zurditos de mierda” como por el peluquero que eligió, pero tampoco era para desecharlo de entrada.

Párrafo aparte: “zurditos de mierda” fue la consigna bajo la cual los peronistas de la Triple A y los militares del Proceso asesinaron a miles de argentinos. Si Milei quiere participar en política, bienvenido. Pero antes va a tener que rendir examen de ingreso al sistema democrático. Acá enseñamos todo. Reconocimiento de derrotas, valores republicanos. Abierta la inscripción.

A propósito, el alumno Macri va a tener que rendir de vuelta la materia “Zurditos de mierda”. El apoyo público que el Gato le dió a Milei dejó algunas dudas sobre los conocimientos del ingeniero en el tema de los contextos históricos.

Volviendo al acuerdo, el gobierno quiere que la oposición avale el entendimiento con el FMI, algo que es importante pero es completamente menor ya que, con o sin acuerdo, igual acá no va a entrar un sope. Hasta que no se recupere la confianza nadie va a poner un dólar en el país. Y la primera duda a despejar para recuperar algo de confianza no es económica sino institucional. Veamos.

Cristina se cansó de decir en 2019 (y lo puso en su libro) que el país requiere un nuevo contrato social. Sus traductores habituales han dicho públicamente que ese nuevo contrato significa una reforma constitucional. O sea una nueva Constitución. Por lo tanto, el primer acuerdo que deben firmar oficialismo y oposición es sobre la vigencia de la Constitución actual y el compromiso de no tocarla, al menos por 20 años. Sin eso, nadie va a poner un dólar en el país. Ni una multinacional ni el rotisero de la esquina.

No importa que a ella nunca le alcancen los votos para lograr su ansiada reforma. Importa que pretende hacerlo y que es la jefa de una fuerza política que a veces saca el 32% y a veces saca el 54%. Da lo mismo si está en el gobierno o si está en la oposición. En cualquiera de las dos veredas expresa hostilidad. Y a nadie le gusta ir a comer a una parrilla en donde te escupen el asado ni poner la guita en donde te la pueden manotear. Así de simple es el problema.

Resuelto eso, recién después se podrían acordar lineamientos económicos, acuerdos con el FMI y otros asuntos, tanto como para empezar a dar cierta previsibilidad y recuperar algo de confianza.

Mientras tanto, el gobierno se ha vuelto terraplanista y festeja el triunfo de unas elecciones en las que perdió por 2 millones de votos (42% a 33%), además de perder el control de Senado y la mayoría de las provincias.

Quién hubiera dicho que el peronismo iba a terminar festejando una derrota en la provincia de Buenos Aires porque, en lugar de perder por cuatro puntos o más como temían, perdieron por solo un punto y medio. Cualquier futbolero sabe que en las canchas argentinas, cuando un equipo va perdiendo uno a cero y se sigue defendiendo por miedo a que le hagan más goles, el clásico cantito que baja desde las tribunas es “…equipo chico LPQTP… equipo chico LPQTP…”. Si los viera el General los vuelve a echar de la Plaza.

En fin, mejor volvamos a la parte pedagógica para reafirmar lo aprendido en la lección de hoy. Retomemos una vez más. Ahora, todo el gabinete entero. Everybody: PER-DI-MOS. Muy bien. Vayan practicando esto y vuelvan la próxima semana que vamos a aprender una más dificil, con diptongo: nos-rom-pie-ron-el-or-to.

Dios mío. Todo hay que enseñarle a esta gente.