viernes, abril 19

EVANGELIO DEL DÍA

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EVANGELIO DEL DÍA🌹🌿

Lucas (2,22-40):

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor. (De acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor»), y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones». Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

🌿🌹MEDITACIÓN DEL DIA🌹

Lc. 2, 22-40:

🌿🌹Familia de Nazaret, ruega por nosotros.

1) José:

En la figura de José quiero quedarme con el rostro de muchos papás. El rostro de ese papá que se la juega por su familia, atento a sus hijos, el padre presente… El rostro del papá que enfrenta toda situación, y que sale a laburar temprano y vuelve a la noche porque no quiere que le falte nada a la familia. También pienso en ese papá que busca un hijo en adopción y no lo consigue, pero lo lucha día a día; pienso en ese papá que perdió a su hijo o a su familia y en su corazón tiene esa herida que solo Dios puede sanar. A todos ellos lo resumo en la figura de San José. El hombre justo y paciente, que sabe actuar en cada momento y asume sus límites, pero se abandona. Hoy pongo en las manos de San José a todos los papás.

2) María:

En ella también presento la figuras de tantas mamás. Esas mamás que reman todos los días por el bien de su familia. Pienso en aquellas mamás solteras que tienen que «hacerse chicle» por la atención de su criatura. Pienso en las mamás que perdieron un hijo, un dolor único y tremendo que podrá tener alivio pero no cura. Centro todo en María. Ella supo guardarlo todo en su corazón y supo abandonarse totalmente a Dios, recordando aquella frase que le dijo el ángel: «Porque para Dios nada es imposible». A ustedes mamás, y mamás de corazón, las pongo en manos de Maria.

3) Jesús:

Hoy ponemos en Jesús a todos los hijos. Cuántos rostros de hijos que tenemos, de aquellos que están en un seno familiar, aquellos hijos que tienen que salir a laburar desde temprano, aquellos que fueron abandonados, aquellos que no pudieron conocer esta tierra, porque no los dejaron. En fin… cuántos hijos hoy ponemos en Jesús. Pero, sin embargo, sabemos que Dios hace nuevas todas las cosas, que algo bueno está por venir. Que Dios hoy nos invita a celebrar en familia el día de la familia, recordando que una familia no la tiene fácil aquí. Mira en Jesús, María y José, cómo la pelearon y enfrentaron a las situaciones y desafíos. Mira cómo supieron como familia enfrentar las controversias. La tuya también pasará momentos duros, pero la clave es estar unidos, en diálogo y oración.