miércoles, abril 24

EVANGELIO DEL DÍA

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Lectura del santo evangelio según san Marcos (5,1-20):

EN aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente:
«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo?
Por Dios te lo pido, no me atormentes».
Porque Jesús le estaba diciendo:
«Espíritu inmundo, sal de este hombre».
Y le preguntó:
«Cómo te llamas?».
Él respondió:
«Me llamo Legión, porque somos muchos».
Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaron:
«Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos».
El se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar.
Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado.
Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron.
Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su comarca.
Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él. Pero no se lo permitió, sino que le dijo:
«Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti».
El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

Mc. 5, 1-20: Proclama lo que Jesús hizo por vos.

1) Le salió al encuentro: me pongo a pensar cuántos están como este hombre, desesperados, porque hay algo interior que no les deja estar en paz ni tranquilos. Eso interior que atormenta y te lleva a cometer violencia física o psíquica o verbal a los que te rodean. Cuando ya no podés controlar tu vida. Este hombre corre hacia Jesús como vos. Porque no puede resolver esto solo, necesita de lo divino, necesita de Dios. Este hombre estaba en el cementerio, en ese lugar donde habitan los muertos, donde no hay vida ni esperanza. Todo alrededor no levanta, al contrario, entierra. Capaz que tu casa es hoy un cementerio, en donde hasta tus sueños e ilusiones están enterrados. No hay vida ni ganas de vivir. Vivís allí y es como una retroalimentación, ese lugar te tira abajo y te entierra y vos haces que el lugar que te rodea sea un lugar muerto y sin vida. Una cosa lleva a la otra.

2) Nadie podía dominarlo: cuando uno en su interior está atormentado, no hay nada que le ponga límites. Es como que ni vos podés controlar tu vida. Nada te ata y ya como que nada te interesa, ni siquiera lo que amas. Rompes las cadenas de las relaciones de amor que tenés con tus cercanos, no te pones límites y nadie te puede poner límites porque terminas haciendo lo que querés a cuesta de lastimar a los demás. Y cuando vos no te podés controlar y cuando nadie te puede controlar, encima herís a quienes quieren ayudarte. Entonces allí ya no sos una persona, sos un monstruo, que lleva a que te teman, incluso aquellos que te aman.

3) Día y noche vagaba: un vagabundo es aquel que no tiene domicilio ni familia, no está estable. Esto puede pasarte en la vida cuando te alejas de Dios, de la oración y de los que amas. Perdés estabilidad y te vas quedando solo, pero cayendo en esa situación en donde no te sentís cómodo en ningún lado. Es por eso que uno huye. Pasa cuando ni siquiera podés estar en tu casa y te vas a un bar o a un café porque no toleras ver a los tuyos, andas de acá para allá y con esa inestabilidad de la vida en donde todo lo que comenzás, no lo terminas.
Hoy, pidamos a Jesús que nos sane si tenemos algunas de estas características. Jesús sana para que pases de la impureza a la misión de evangelizar con tu vida.