EVANGELIO DEL DÍA

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Lectura del santo evangelio según san Juan (3,16-21):

TANTO amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Palabra del Señor

Dios amó tanto al mundo.

1) Entregó: es el punto de quien ama. Para ganar hay que perder, en la vida de todo ser humano uno debe entregar para ganar. Perder es difícil. Renunciar a algo o a alguien para lograr algo mayor es complejo y doloroso, pero quien lo logre gana algo mayor. Es por ello que Dios entregó a su Hijo. Pero vino un bien mayor, nuestra salvación, a través y con su Hijo. Hoy, pensá en vos esto: ¿a qué tienes que renunciar para algo mejor y mayor? Capaz que hoy tenés que renunciar a esa relación tóxica, en donde hay una «aparente realidad», para lograr crecer como persona y obtener algo nuevo. Anímate a perder pero pensando que vas a ganar.

2) Salvar: Dios te recuerda que vino a salvarte. Hay veces que la religión es reducida a un cierto tribunal de condena. La religión viene de una palabra latina: «re-ligar». Es lo que te ayuda a ese volver a un Dios que está en tu vida, para ayudarte y reencontrarte con Él y con vos mismo.

3) Luz: estás llamado a iluminar. Esto es un proceso, primero debo tener luz para dar luz. Es tiempo de crecer en ello, en ser luz y vivir en la verdad. Es como cuando vas a nadar. Uno al principio teme porque el agua está helada, pero una vez logrado entrar, debes nadar. En la vida pasa igual. Viví en la verdad aunque cueste. Es preferible un dolor al principio, pero después continúas, que estar anestesiado por la mentira que solo te lleva a demorar tu hundimiento.