
PERO HUBO UN ISIDORO BIEN PORTEÑO…QUE VIVIO la vida de playboy…buen mozo, deportista, millonario y seductor. Fue la personificación ideal del ISIDORO CAÑONES de los años locos.
INCREIBLE COMO VIVIO LA VIDA!!!
Fue a los mejores colegios argentinos y europeos, pero fue
prácticamente echado de todos. Se crió en la mansión de Alvear 1345, hoy
sede del Jockey Club.
Lo dejaron internado en una escuela inglesa, no encontró mejor manera de liberarse que prenderle fuego a medio colegio.
En un reportaje declaró haber heredado 5.000 hectáreas de sus padres. Y las supo gastar en todo lo que le gustaba.
ESTE CABALLERO DE LA ALTA SOCIEDAD PORTEÑA SE LLAMO MARTIN ALZAGA UNZUE…ALIAS MACOCO.

En los cabarets porteños, hacía cerrar las puertas y él pagaba todo el gasto de la noche. Se llevaba elencos enteros del teatro de revistas a sus aguantaderos. Conseguía permisos de importación intercambiando queridas por decretos o reglamentos, ya que era amigo de ministros y embajadores. Trajo el espectáculo del Lido de París completo a un teatro de Revistas de Buenos Aires, invitando a Jean Cocteau y a Picasso a la Argentina, invitación de la que los artistas se excusaron por «ser demasiado largo el viaje»
Al Capone, fue obligado a ser su Socio en el famosísimo Cabaret «El Morocco», en New York. Antes había tenido uno llamado Bath Club que debió cerrar cuando la mafia se lo rompió todo. En esos años tambien conoció a Eliot Ness.

Hubo una vez en que los dueños de Gath y Chavez le prohibieron exhibir en la vidriera su Sunbeam ganador en Marsella, aunque el Gerente se lo había prometido. Calculando distancia y velocidad atravesó los vidrios ante los azorados transeúntes y colocó el automóvil con absoluta tranquilidad en el lugar que creyó conveniente, diciendo con la altanería «Mi glorioso automóvil se queda allí. Yo pago lo que se haya roto».
Macoco tuvo en Buenos Aires la primera boutique, donde introdujo los primeros trajes de baño sin piernas y el primer pantalón de mujer.
Entre sus travesuras, figura haber lanzado enanos desnudos por la calle Florida simplemente para divertirse.
Macoco fue socio de Aristóteles Onassis para timar a las compañías de seguros en plena Segunda Guerra Mundial, comprando y hundiendo viejos navíos.
A los veinte años, empezó a veranear en Biarritz, donde se divertía como loco con los demás argentinos que veraneaban allí. En el Golf Club de Chiverta conocería a una estadounidense angelical, Gwendolyn Robinson, con quien estaría casado ocho años y tendría una única hija, Sally. La luna de miel fue en la suite más cara del Port Palace Hotel, Mónaco, donde pidió que retiraran todos los muebles y objetos pues no le gustaban, llamando a su decorador personal para poner esa suite a su gusto.
En 1941 Macoco se casa en segundas nupcias con Kay Williams, la más cotizada de las modelos de New York, modelo de VOGUE que posaba para los anuncios de los cigarrillos Chesterfield. Tres años después se divorcian. Ella se casó con Clark Gable, al que Macoco llamaba » el orejudo».
Fue el primer corredor argentino ganador de un premio internacional. Trajo los modelos más lujosos y la última novedad en coches de carrera. Gran entusiasta del automovilismo, corrió en importantes premios internacionales. Sus picadas con su auto frente al hipódromo, que no dejaban dormir al presidente Marcelo T.de Alvear.
Entre sus amigos estaban Chevallier, Chaplin y la Mistinguette -a los tres les enseñó a bailar tango-, los Windsor o Ginger Rogers- a quien trajo a Buenos Aires por pedido de Perón. Tampoco le faltaron romances – amante de famosas estrellas de cine -como Rita Hayworth, Gloria Swanson, Mae Murray, la Garbo, la Claudette Colbert y Dolores del Río. Amigo de presidentes -como Perón, René Coty, Alvear y De Gaulle-, de figuras de la nobleza -como el duque de Windsor y el barón Rédé- y de mafiosos y policías como Al Capone y Eliot Ness. Tambien amigo de Saint-Exupéry, voló con él en el legendario avión Laté 25. Conoció a Gardel, con quien se cruzó en sus primeros viajes a París y a quien contrató para que cantara en una fiesta suya. Gardel no quiso cobrarle, pero él le pagó de todos modos, mucho más, según su costumbre. Conoció a Dalí. Introdujo los esquíes acuáticos y las primeras lanchas deportivas. Viajaba repentinamente a París nada más que para comer con Sarah Bernhardt.
SU FINAL?
Macoco pasó sus últimos días rodeado de sus gatos siameses y moría en Buenos Aires en noviembre de 1982, deprimido, agobiado por las deudas después de haber despilfarrado su fortuna.