jueves, marzo 28

Gobernar es vacunar

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Humor político.Nota extraída de Clarín por Alejandro Borensztein

Estamos en el puesto 62 en vacunación a nivel mundial, que compartimos con Tonga. A nuestro estadista de la Rosada lo traiciona ese vendedor de autos usados que lleva adentro.

El presidente Alberto Fernández, se infectó «luego de haberse clavado dos Sputnik».

Antes que nada, queremos llevar tranquilidad a todos los países que compran nuestros productos y que están preocupados por la decisión del Gobierno argentino de prohibir la exportación de carne. Calma. Sepa el mundo que lo que Argentina no les venda se lo van a terminar despachando, con todo gusto, los uruguayos, los paraguayos y los brasileños. Está todo previsto.La promesa electoral kirchnerista de asegurar el asado en cada mesa familiar está garantizada, por lo menos en la mesa de las familias alemanas, francesas o noruegas. Acá, por ahora, te la debo.

En el fondo, la decisión del Gobierno es coherente: no exportamos producción vacuna así como tampoco importamos producción de vacunas. Chiste tonto, pero dramáticamente cierto.

Como todo el mundo sabe, el Gobierno ha demostrado ser muy exitoso en una amplia variedad de asuntos que ahora no tenemos tiempo de enumerar. Obviamente, no es el caso de la vacunación.

Sin embargo, a toda hora vemos por televisión a funcionarios y militantes kirchneristas elogiando el plan de vacunación argumentando que la Argentina está en el puesto Nº 20 del mundo en cantidad de personas vacunadas. Lo dice cualquier gil, incluyendo funcionarios oficiales. Ojalá ocupáramos el puesto Nº 20, pero la realidad es muy distinta. Veamos.

En el minuto a minuto de la vacunación mundial, al día de ayer, la Argentina ocupaba exactamente el puesto Nº 62 del mundo, según el reporte de vacunación global del New York Times que es uno de los más completos y serios.

Considerando que en este torneo compiten 179 países, estar en el puesto 62 no es tan grave. Pero no es lo mismo decir que estamos entre los 20 primeros que andar penando en mitad de tabla. No da para fanfarronear.

Para más datos, Argentina aplicó 23 dosis cada 100 habitantes (así se mide la vacunación para comparar países). El 18% de los argentinos recibió una dosis y sólo el 5% tiene las dos. Eso te da las 23 dosis cada 100 habitantes. Compartimos el puesto 62 con Tonga pero nosotros estamos arriba de ellos porque a igualdad de puntos (jeringazos) gana el que tiene mayor cantidad de segundas dosis aplicadas (nosotros 5% y ellos 2%) Argentina está un jeringazo arriba de Camboya que tiene 22 y uno debajo de El Salvador que tiene 24. Los culorotos de Brasil están arriba nuestro pero los tenemos a tiro: metieron 27 pinchazos, sólo 4 más que nosotros. Tienen 18% con primera dosis y 9% con dos.

Uruguay se nos escapó con 72 dosis, más del triple que Argentina. El 44% de los uruguayos ya recibió la primera y el 28% tiene las dos. Chile pelea el campeonato allá arriba con 90 jeringazos (50% con una dosis y 40% con dos). Los chilenos superan al Reino Unido (88) y a EE.UU. (84).

Entre los dos punteros (Israel y los Emiratos Árabes) y la Argentina, hay 60 países que están arriba nuestro y no 18 como dice la militancia embriagada. Uno entiende que le quieran poner garra a la propaganada pero tampoco es para andar diciendo pavadas. Entre tantos países que nos superan hay de todo: desde Mongolia a Grecia y desde Arabia Saudita a Polonia, solo por nombrar algunos de los gobiernos de científicos que vienen vacunando mucho mejor que nosotros.

Como ve, amigo lector, es un poco agotador tener que poner negro sobre blanco cuando hablamos de datos duros, pero a veces no queda más remedio. Despues de 18 años de kirchnerismo, la refutación de impostores es una especialidad de la casa.

Toda esta aclaración es importante, no sea cosa que los cráneos del Gobierno terminen imponiendo la idea de que vacunamos bien y armen un nuevo relato, como hicieron con tantos otros temas como, por ejemplo, la defensa de los DD.HH. No nos olvidemos que quienes hoy presiden nuestro país son los mismos que participaron del gobierno que indultó a Videla y Massera. No sé a usted, amigo lector, pero a mí me encanta recordar este detallecito de la historia cada vez que se presenta la oportunidad. Y la verdad es que se presenta muy a menudo.

Ya que estamos en tema, digamos que esta pirueta con los DD.HH. marida muy bien con la pirueta del Memorándum con Irán, definido por Alberto en 2015 como “un plan presidencial de encubrimiento a los autores del atentado” (textual) agregando que la prueba irrefutable era el propio texto del acuerdo. En julio de 2020 se avivó y se dio cuenta de que le convenía más decir que el Memorándum fue “un intento de encontrar una solución”. También es lindo recordar este temita del pasado porque explica buena parte del presente.

El postre de este menú degustación podría ser la manera en que Alberto y Cristina maltrataron a Bergoglio entre 2003 y 2013, antes de que se transformara en Francisco y antes de que ellos pegaran aquella voltereta inolvidable. Podríamos pasarnos el día recordando grandes hitos que humillan a esta gente, pero mejor seamos piadosos. Es domingo.

Volviendo al punto, nadie les reclamaría demasiado si no hubiera sido que anunciaron con bombos heroicos y platillos triunfales, millones de vacunas que llegarían entre diciembre y enero y que recién ahora empezaron a llegar, aproximadamente 15.000 muertos después.

Evidentemente, a nuestro estadista de la Rosada, siempre lo traiciona ese vendedor de autos usados que lleva adentro. Para colmo, las primeras vacunas que llegaron se las aplicaron de canuto a Zannini, Moyano y Verbitsky entre otros esenciales estratégicos. Luego arrancaron con los vulgares ciudadanos.

Acá es el momento de recordar que todavía hay médicos y enfermeros que no fueron vacunados. Esta frase la vamos a poner todos los domingos hasta que el último personal de salud reciba su respectiva dosis.

Sin embargo, después del discurso por cadena nacional del “presidente”, deberíamos estar más tranquilos. Anunció vacunas, señaló a culpables, explicó que él sabía lo que iba a pasar, contó con el dedito en alto cuánto nos cuida y dijo que todo se va a resolver pronto porque él agarró el teléfono e hizo tres llamadas muy importantes. Dijo que habló personalmente con Putin, con Xi Jinping y textualmente agregó “hablé con mi gran amigo López Obrador”. Solo faltó que dijera: “y en cuanto López Obrador escuchó mi voz, me reconoció al toque y de la emoción, sacó una pistola, disparó unos tiros al aire, llamó a unos mariachis, se clavó un tequila y me dijo… ¡como le va amigo Tato! ¿que puedo hacer por usted?”.

El “presidente” también destacó que la mayoría de los argentinos han sido obedientes de las normas que impone el Covid, y luego agregó textualmente: “Pero lamentablemente hay una minoría que incumple y genera un aumento en la transmisión del virus”.

Le faltó explicar que esa minoría que incumple está liderada por él mismo, que violó todas los protocolos del Covid como venimos viendo desde que empezó la pandemia. Encuentros sin barbijo, velorios, Semana Santa, asados familiares con los Moyano, con Insfrán, abrazos con cuanto militante se le cruzó, cenas multitudinarias con Evo Morales y tantos otros episodios que vimos por televisión. De hecho, es el único gran estadista que se pegó el bicho después de haberse clavado dos Sputnik, y luego dijo que no entendió cómo se lo agarró. En realidad, se entendió perfecto.

Ni hablar de su Vicepresidenta que es la única argentina que anda por la vida sin barbijo en lugares cerrados como, por ejemplo, el Congreso Nacional. Alguien debería explicarle que el barbijo es para proteger al prójimo. La Patria es el otro. La única vez que se la vio con barbijo fue hace poco en el acto de Ensenada. Era al aire libre.

Gobernar es poblar dijo Juan Bautista Alberdi hace 150 años. Hoy, en 2021, gobernar es vacunar. O sea, nos gobiernan poquito y mal. O lo que es peor, nos gobierna esa “pequeña minoría que incumple y genera el aumento en la transmisión del virus”.

Es obvio que la vacunación no es el fuerte de este gobierno. Están demasiado ocupados tratando de remover al procurador general. Siempre en lo importante.