jueves, abril 25

La Cumbre de las Américas y el fantasma de los 60

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Nota extraída de La Nación por Pablo Mendelevich

Si John Kennedy y el Che Guevara, que dejaron este mundo hace casi seis décadas, cuando tenían 46 y 39 años, se levantaran hoy de sus tumbas y vieran que América latina y Estados Unidos siguen discutiendo “el problema cubano”, seguramente celebrarían una coincidencia. Lo menos que pensarían es que al morir ellos el reloj de la historia se detuvo.

“Con OEA o sin OEA, ya ganamos la pelea”, cantaba Carlos Puebla cuando Buenos Aires todavía tenía tranvías y Alberto Fernández estaba empezando a manejar el triciclo. El Muro de Berlín carecía de graffitis: recién se estrenaba. Era la época en la que Frondizi negociaba “el problema cubano” con Kennedy por un lado y con el Che por otro. Recibir secretamente en Olivos al líder guerrillero, como se sabe, les agrandó a los militares la sospecha de que Frondizi (quien había tenido de ministro de Economía a Alvaro Alsogaray) era medio comunista y eso aceleró su caída.

La expulsión de Cuba fue aprobada por 14 países americanos en el casino del hotel San Rafael de Punta del Este (hubo que retirar los dados y las ruletas), con la sola oposición de México, el 31 de enero de 1962. Junto con Chile, Bolivia, Brasil, Ecuador y Uruguay, la Argentina se abstuvo. El argumento fue que la adhesión de cualquier miembro de la OEA al marxismo leninismo es incompatible con el Sistema Interamericano, celo democrático que sin embargo no tuvo correlato con las dictaduras militares clásicas por entonces rutinarias. Cuarenta y siete años después, en 2009, la expulsión fue derogada, pero Cuba no se reincorporó. Y al vaivén se sumaron Venezuela y Nicaragua, dictaduras del siglo XXI que adaptaron la coreografía castrista.

Ese interminable minué de resonancia adolescente acerca de estar invitado o no estar invitado a la fiesta se renueva ahora en la Cumbre de las Américas, formato nacido en 1994 en Miami, donde se reunieron 34 jefes de Estado (al agregarse Canadá y las islas Estado del Caribe) con la novedad de que todos ellos habían sido elegidos en forma democrática. Ahí se concibió el ALCA, que Estados Unidos copió del NAFTA (tratado de libre comercio de Norteamérica) y que no consiguió alcanzar la mayoría de edad: se pinchó.

Llamar Américas al continente ayuda a recordar, por si hiciera falta, la influencia de Estados Unidos en la región. Viene del inglés, “the Americas”. Los estadounidenses dicen así porque para ellos América no es el continente, es Estados Unidos. En cambio, nadie habla de las Europas, las Áfricas ni las Asias, porque ninguna potencia se arroga allí la identidad continental.

El asunto es que el lunes próximo comienza en Los Ángeles una nueva Cumbre de las Américas, que como casi todo lo que se hace este año debió haberse hecho el año pasado pero se postergó por la pandemia. Lleva un nombre que a quien pase distraído por la puerta le puede sonar a grupo de autoayuda: “Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo”. Es la novena cumbre. Después de Miami vinieron Santiago (1998), Quebec (2001), Mar del Plata (2005), Puerto España (2009), Cartagena de Indias (2012), Panamá (2015) y Lima (2018). Además en Santa Cruz de la Sierra (1996) se ratificaron los acuerdos de la ONU de la Cumbre de la Tierra de 1992 y en Monterrey (2004) por iniciativa de Canadá se insertó otra cumbre extraordinaria debida a los cambios de gobiernos.

La Argentina consiguió que una de las más memorables de la serie (por lo menos para la memoria del Tío Sam) fuera la de Mar del Plata, cuando el centro de esa ciudad quedó destruido. El gobierno anfitrión organizó una contracumbre, animada por Maradona y aderezada con violentos disturbios para repudiar a George Bush (h), huésped oficial. Hospitalidad antiimperialista.

Para la semana próxima se vuelve a hablar de cumbre paralela, pero como la cumbre oficial es en Los Ángeles no se buscará repudiar la presencia allí del presidente de Estados Unidos sino subrayar las ausencias de Miguel Díaz- Canel, Nicolás Maduro y Daniel Ortega, los tres estadistas que lideran Cuba, Venezuela y Nicaragua. Como Joe Biden no los invitó, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) dijo que cancelaría su presencia en Los Ángeles. El presidente mexicano quería que el encuentro fuera una cima del diálogo y la fraternidad.

México tiene tradiciones firmes en política exterior. Entre otras cosas, siempre abogó por la participación universal en los organismos regionales. Otros presidentes latinoamericanos (el boliviano Luis Arce, el chileno Gabriel Boric, la hondureña Xiomara Castro) también se quejaron, pero Estados Unidos no sólo no retrocedió sino que mandó de gira a un exsenador, Chris Dodd, para persuadir uno por uno a los invitados ofendidos. Maduro, se recordó, tiene una orden judicial de captura en Estados Unidos. Y el nicaragüense Ortega dijo que no le interesaba ir.

Así las cosas, nuestro Fernández anticipó enfáticamente que en protesta por las discriminaciones él tampoco iría. Eso por la mañana. Por la tarde anunció que sí va a asistir. Y por la noche, que todavía no lo tiene decidido. La última noticia dice que sí va a ir, pero que aún no lo tiene decidido.

Como Fernández preside desde hace poco la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), organización de 33 países inspirada en 2011 por Hugo Chávez que, huelga decirlo, no incluye a Estados Unidos pero sí a las dictaduras de izquierda, la idea sería simular otra cumbre en el mismo escenario, bajo el sello de la Celac, haciendo alarde de las presencias de cubanos, venezolanos y nicaragüenses, ya se verá con qué jerarquías.

Biden, no se sabe si para neutralizar la contracumbre de la Celac o porque algo tenía que entregar, estaría planeando invitar a funcionarios cubanos no demasiado importantes para hablar de temas específicos como la pandemia. Pero hay que ver si Cuba acepta. Y hay que ver si la contracumbre arma bullicio. No deben perderse las esperanzas: en estos foros la efectividad así como la creatividad en el rubro protestas suele ser superior a la que se verifica en políticas para el desarrollo.

Un chiste conocido de la diplomacia dice que las cumbres sirven para definir dónde se hará la próxima cumbre, pero tal vez habría que actualizarlo. La discusión sobre quién ha sido invitado y quién no parece llevarse una buena cantidad de energía en los más altos niveles. Claro que eso tiene cierta lógica: en un hemisferio con el diálogo deteriorado, cómo posicionarse frente a regímenes autocráticos es un problema que, por diferentes motivos, ni Estados Unidos ni la Argentina lograron resolver con eficacia ni en forma sostenida. A diferencia de las políticas erráticas de Estados Unidos, las políticas erráticas de la Argentina no tuvieron necesidad de esperar los recambios presidenciales. Un mismo presidente consiguió desarrollar políticas contrapuestas, no ya sobre la oxidada Revolución Cubana sino respecto de Venezuela y Nicaragua, dictaduras condenadas o respaldadas (más lo segundo que lo primero) por las violaciones a los derechos humanos durante la era de los Fernández de una forma u otra dentro de la misma semana.

No es mala en sí misma la postura de reclamar la inclusión en la cumbre de los países que no son democráticos, algo que AMLO puede exigir con más coherencia y credenciales que Alberto Fernández. “No me callo más –se envalentonó el presidente hace poco-, lo que digo acá lo digo en el Norte”. No se refería a Tilcara sino a Estados Unidos, aunque lo más sorprendente fue su percepción de que hasta ahora estuvo callado.

El problema pasa, quizás, por el énfasis, por las prioridades y por los modos de presionar. La medida extrema de dejar solo a Biden en Los Ángeles, ¿se justificaría para la Argentina? ¿Está en el interés nacional pelearse con Estados Unidos, que viene de apoyar al país en el FMI, para defender el derecho de tres dictadores a asistir a la Cumbre de las Américas?

En cuanto a los modos de presionar lo que llama la atención es que se haya elegido el camino público, que achica los márgenes de negociación, y no uno más discreto, más propio de la diplomacia. Porque en definitiva de eso se trata, de diplomacia. No de recrear los años sesenta. Temas relacionados:Opinión

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Notas de Opinión

El secreto de sus palabras

Obviamente la primera reacción ante las declaraciones de Jorge Ferraresi, el ministro de desarrollo territorial y hábitat, es advertir cómo en el gobierno se olfatea la derrota y cómo se mensuran las consecuencias de ese hecho 1 junio, 2022

Columna publicada originalmente en The Post Argentina

No solamente los ojos guardan secretos, como en la película de Ricardo Darín. Muchas veces las palabras también los encierran.

Obviamente la primera reacción ante las declaraciones de Jorge Ferraresi, el ministro de desarrollo territorial y hábitat, es advertir cómo en el gobierno se olfatea la derrota y cómo se mensuran las consecuencias de ese hecho.

Pero si uno para la pelota y le dedica un minuto más a un análisis más detenido de lo que dijo, se pueden extraer conclusiones muy interesantes que provienen del más profundo subconsciente peronista y que, desde allí, ese movimiento extendió a toda la sociedad hasta convertirlo en casi un segundo sentido común.

Ferraresi dijo “Algunas veces estaremos en el Gobierno y otras veces no, y si perdemos algunos vamos a ir presos y, seguramente, otros volverán a dar clases en las universidades internacionales [mientras] otros volveremos al barro, volveremos al territorio, donde nunca hemos dejado de estar y tendremos las consecuencias [de las] persecuciones a los dirigentes populares”.

Se trata de una frase riquísima en términos de cómo el peronismo concibe la vida, como se autopercibe frente al ejercicio de la política y cómo ha encontrado la forma de eludir las consecuencias de sus propios crímenes.

Veamos. En primer lugar no podía estar ausente la típica chicana rastrera, la indirecta sarcástica y cobarde que, sin animarse a decir el nombre y el apellido de aquel a quien ataca, lanza una bocanada de fuego solapada pero con un sello, con un código, lo suficientemente explícito como para que todos lo entiendan.

En ese sentido, no caben dudas de que Ferraresi quiso darle una mano de bleque a Martín Guzmán al decir que “algunos volverán a dar clases en la universidades internacionales”, como infiriendo que “algunos se van a escapar mientras que otros vamos a poner el pecho”, escribiendo un nuevo capítulo público de la ya descarnada guerra interna del Frente de Todos contra Todos.

Luego, refiriéndose a esos “héroes” que se van a quedar (entre los que se incluyó) dijo que “volveremos al barro, volveremos al territorio…”. Se trata de un giro metafórico muy interesante de Ferraresi. El ministro habló del “barro” y del “territorio”.

Admito que lo que voy a deducir aquí pueda ser interpretado como un exceso “psicoanalítico”, pero, por el beneficio del debate, traten de acompañarme en los siguientes párrafos.

Estoy de acuerdo en que Ferraresi habló del barro del territorio para referirse a un regreso al llano. Pero uno tiene mil maneras floridas para señalar ese camino de retorno a un lugar fuera del poder. ¿Por qué entonces elegir la palabra “barro” unida nada más y nada menos que a “territorio” para referirse a ese regreso al “barrio”?

Mi interpretación es que se debe a que el peronismo necesita que en el “barrio” siga habiendo “barro”; necesita que la gente siga estancada en esa pobreza miserable de la cual el “barro” es un elemento gráfico tan definitorio; el peronismo necesita que la gente siga viviendo en el “barro” para venderles la ilusión de que solo ellos pueden sacarlos de allí. El peronismo es justamente eso: una máquina de vender ilusiones que, de antemano, sabe que nunca cumplirá porque si las cumpliera se habría acabado su marketing de ventas.

Es algo así como aquello que le advertía Chávez a un ilusorio compañero de los inicios del “socialismo del siglo XXI” cuando, preocupado porque el sistema no lograba mejorar la vida de los pobres, lo fue a ver al Comandante: Chávez le respondió “tú no has comprendido cómo funciona la Revolución: nuestro objetivo no es mejorar la vida de los pobres, nuestro objetivo es que sigan siendo pobres pero “ilusionados” para que sigan respaldándonos a nosotros”.

La propia Cristina Kirchner, por la vía opuesta, ya había incurrido en otra tirriosa observación típica de su incunable resentimiento. Hace un tiempo, con esa mueca en la cara tan típica de ella cuando quiere trasmitir odio de clase, se refirió despectivamente al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires como aquel “que ponía veredas cada vez más brillantes”, en un intento por marcar las diferencias con el conurbano en donde reinaba el “barro”.

Su galimatías de rencor podría haberse resuelto fácilmente preguntándose rápidamente quien gobernaba en un lugar y otro. Pero ella prefirió lanzar ese vómito de envidia creyendo que era funcional a sus intereses políticos.

Si hubiera pensado un segundo, quizás habría llegado a la conclusión de que su comentario era contraproducente porque más de uno en su audiencia podría haberse preguntado “¿Y yo qué prefiero?, ¿un gobierno que me ponga veredas cada vez más brillantes o uno que me dé veredas de mierda como las que me das vos?”

Pero, claro, la ceguera de su odio pudo más que el racionalismo puro y duro, y allá fue con su bilis de furia a enfrentar a los que viven con veredas brillantes (entre los que se encuentra ella) y a los que viven en el barro.

Pero la frase de Ferraresi dio para más. Para rematar dijo que quienes iban a terminar presos eran “los dirigentes populares” (como él), porque los iban a “perseguir”, justamente por ser “dirigentes populares”.

Este yeite peronista es francamente genial. Es más, debería ser declarado una de sus más célebres creaciones. Los tipos han inventado una categoría de ser humano (el “dirigente popular”) que por el solo hecho de ser “dirigente popular” está habilitado para hacer cualquier cosa porque, si cometiera algún delito, la causa que se iniciara en su contra no sería una causa judicial (como la que sufriría cualquiera que cometiera un delito) sino una “persecución”. Una persecución porque ellos defienden al “pueblo” y los que odian al “pueblo” los persiguen. ¡No me digan que no es una total genialidad! Es el famoso “lawfare” inventado por Cristina Kirchner, “la primera dirigente popular”.

Además, para completar esta jugada “messística”, los que dicen quiénes son los “dirigentes populares” son ellos mismos. Es decir, aquí no hay una extraña institución internacional que concede cucardas de “dirigentes populares” a personajes equidistantes. No: aquí son ellos mismos los que dicen “nosotros somos dirigentes populares y por eso nos persiguen… Nosotros no robamos: cobramos una comisión por los servicios a la Patria (textual de Daniel Muñoz al Contador Víctor Manzanares cuando este lo inquirió en el sentido de si no se les estaba yendo la mano con el afano) y si por eso nos llegasen a abrir una causa, eso es una persecución de los poderosos porque no se bancan que defendamos al pueblo”. ¡HERMOSO!

La frase de Ferraresi no ocupó más de cuatro renglones, pero los secretos ocultos en ella nos hablan de cómo funciona la mente peronista y sobre cómo logró, exitosamente, trasladar ese nuevo sentido común a la manera de pensar de millones.Continuar leyendo

Notas de Opinión

Desorbitado, el Presidente no puede salir de su crisis

Semejante desasosiego está carcomiendo el ánimo de Alberto Fernández. Se lo observa desencajado. 31 mayo, 2022

La crisis del Frente de Todos sigue estando como un nudo en cada acción que despliega el Gobierno. Difícil encontrar otro cristal para observar la realidad. Eso podría explicar –nunca justificar– los constantes desacoples políticos de Alberto Fernández. Suceden en la política doméstica. También en las relaciones exteriores, que nunca se desenvuelven sin calibrar antes el nivel de las fricciones en la coalición oficial.

En las últimas horas ocurrieron varias cosas. Imposibles de no ser interpretadas bajo la música internista. Volvió el ministro de Desarrollo Social de Buenos Aires, Andrés Larroque, a agitar el avispero. “Sin la unidad no se puede y con la unidad no alcanza”, sostuvo. Respuesta a la invocación presidencial que se escucha en cada aparición suya. Para el secretario general de La Cámpora el problema presente radica, simplemente, en que el Gobierno no sabe distribuir.

Antes, el sábado, el ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat, Jorge Ferraresi, aseguró en un acto de homenaje a Néstor Kirchner que“cuando termine este Gobierno algunos vamos a ir presos y otros volverán a dar clases en universidades internacionales”. Sonó extraño por varios motivos. El ex intendente de Avellaneda fue hasta no hace mucho uno de los promotores de la reelección de Alberto. Daría la impresión que se trató de una fugacidad. No le estaría viendo ahora chances a esta administración para 2023.

"Cuando termine este Gobierno algunos vamos a ir presos y otros volverán a dar clases en universidades internacionales", afirmó el ministro Jorge Ferraresi.

Tampoco se comprendieron bien otras referencias. ¿Teme a la cárcel porque sabe de hechos de corrupción ya cometidos? ¿O anticipa una victimización por el supuesto imperio del lawfare? ¿El destino académico que vaticina a otros, lejos de las batallas o el barro político, apunta al Presidente o a Martín Guzmán? El ministro de Economía provino de la Universidad de Columbia. Alberto, en su época en el llano, fue varias veces invitado a dar clases especiales en los establecimientos de Alcalá de Henares y Salamanca, en España.

Lo más llamativo, en todo caso, al margen de cada consideración, resultó la sensación de agotamiento de ciclo que dejó traslucir Ferraresi. No estuvo sólo. También se conoció una reunión del ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, con Cristina Fernández. ¿Objetivo? Planificar un posible regreso a su territorio político, Hurlingham, para fortalecer en Buenos Aires la lucha por el 2023. También Zabaleta, en algún tiempo, alentó a Alberto para que declarara su autonomía política frente a la vicepresidenta.

Tal vez, semejante desasosiego esté carcomiendo el ánimo y el contorno del Presidente. Se lo observa, con frecuencia, desencajado. Desorbitado. No únicamente por su imagen y su tono. También por la articulación de los mensajes. Entre un manojo de confusión apenas puede detectarse una intención: la de cargar contra Mauricio Macri y el Poder Judicial. Los únicos dos imanes, a esta altura, que podrían arrimar al kirchnerismo.

El lunes ligó al ex presidente con una presunta maniobra de corrupción por una obra en Aña Cua, cuando se entrevistó en Paraguay con el mandatario Mario Abdo Benítez. Retomó el hilo durante un acto en Cañuelas, en el oeste bonaerense. Ladeado por Axel Kicillof y Sergio Massa. “Estoy esperando –gritó con furia– que alguna vez un juez llame a esos ladrones de guante blanco y les pida explicaciones por la deuda que tomaron en nombre de la Argentina”. Habló de los parques eólicos, la estafa al Correo y las irregularidades con los peajes.

Permitió que sobrevolara una impronta similar a la de Ferraresi. Si hay ladrones de guantes blanco cabría suponer la existencia de otros menos sofisticados. ¿Refirió al kirchnerismo? ¿Justo en el momento en que empieza a tomar hervor el juicio oral por la obra pública en beneficio de Lázaro Báez, que tiene a Cristina como supuesta jefa de una asociación ilícita? No se descubriría coherencia entre la reposición de Macri en la escena política y las otras insinuaciones capaces de provocar recelo en sus adversarios internos. Tampoco puede demandarse tal coherencia en esta coyuntura. El Presidente está como está.

Alberto Fernández ante militantes.

Otra incongruencia mayor afloró en la política exterior. Alberto amenazó con ausentarse a la Cumbre de las Américas, que se realizará la semana que viene en Los Angeles, si no son invitados Cuba y Venezuela. En simultáneo, mantiene a Santiago Cafiero, el canciller, y Jorge Argüello, embajador en Washington, tramitando la posibilidad de una reunión bilateral con Joe Biden. No fue una excepción. Cuestionó fuerte a Estados Unidos (“el Norte”, lo llamó) por los bloqueos que mantiene contra La Habana y Caracas. Lo hizo después de entrevistarse con Christopher Dodd, asesor para la Cumbre del presidente demócrata. Acercado por Gustavo Béliz.

La supuesta bilateral con Biden posee una razón adicional a su valor político. Es muy posible que la Argentina requiera otra ayudita de Washington con el Fondo Monetario Internacional (FMI) porque no podrá cumplir con las metas pautadas en el acuerdo de este año.

Ese acuerdo y la aproximación a Biden tensiona siempre la vida del Frente de Todos. Quizás en ese punto radique la explicación a otro proyecto que se dejó volar sinrazón: la realización de una contra cumbre de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) para desafiar la negativa de Washington, por ahora, de invitar a Los Angeles a Cuba y Venezuela. Emulación de aquel encuentro paralelo al ALCA en Mar del Plata, en 2005, pergeñado por Néstor Kirchner y Hugo Chávez.

El Presidente parece querer apropiarse, demasiadas veces, de una dimensión de líder regional que no posee. Pocas semanas antes de la invasión de Rusia a Ucrania –que desató una guerra y una tragedia- ofreció a Vladimir Putin abrir las puertas de América Latina para el ingreso de su país. Ahora pretendió arrastrar a México a una contra cumbre en suelo de su principal vecino y socio, Estados Unidos.

Andrés Manuel López Obrador, el presidente mexicano, planteó antes que Alberto la necesidad de invitar al encuentro a Cuba y Venezuela. Incluso mantiene, en ese sentido, negociaciones con la Casa Blanca. La semana pasada conversó con el demócrata. Pero no se le pasó por la cabeza ninguna provocación en Los Angeles. Desde su proclamado progresismo, el veterano dirigente suele comprender los trazos estratégicos de las relaciones internacionales. Y la densidad auténtica de cada liderazgo.Continuar leyendo

Economía

La inflación se acelera, pero el gasto público crece más

Lejos de poner orden en las cuentas fiscales para poder reestablecer el orden monetario el Gobierno sigue ejecutando un verdadero despilfarro de las finanzas públicas. 31 mayo, 2022

Columna de opinión publicada originalmente en Infobae

En abril último el déficit fiscal primario, sin incluir el invento de las rentas de la propiedad, se disparó 820%. Ni el desbocado aumento de la deuda pública pudo cubrir semejante desequilibrio de las finanzas públicas y, por lo tanto, el BCRA tuvo que recurrir nuevamente a la emisión monetaria para financiar al Tesoro.

Pero el dato relevante es que, en algún momento, se especulaba, incluso quien esto escribe, con que la emisión monetaria para generar inflación era una estrategia para licuar el gasto público. Si bien algunas partidas fueron perdiendo relevancia, en todo el nuevo período del tercer gobierno kirchnerista se observa un nivel de erogaciones que aumenta más que el ritmo de aceleración que registra el nivel general de precios al consumidor que releva el Indec, es decir creció en términos reales.

A Flourish chart

En noviembre de 2019, último mes completo del gobierno de Cambiemos, el gasto primario sumó $375.300 millones y en abril de este este año llegó a $1.164.767 millones, aumentó el 210%. Por su parte, la inflación, tomando como referencia el IPC, fue 162%. Crece la tasa de inflación, pero mucho más el gasto público total. Sí licuó el gobierno la partida correspondiente al pago jubilaciones y pensiones, la cual subió nominalmente 147 por ciento.

El rubro que se disparó notablemente fue el correspondiente a subsidios económicos, para mantener artificialmente bajas las tarifas de los servicios públicos.

En noviembre de 2019 se destinaron $37,4 mil millones a subsidiar las tarifas de los servicios públicos y en abril de este año llegó a $162,1 mil millones con un incremento del 333%, bien por encima de la tasa de inflación. Y dado que ya en diciembre de 2021, cuando todavía no había empezado la invasión de Rusia a Ucrania, esa partida había llegado a $160,6 mil millones no puede atribuirse ese salto al efecto del conflicto bélico sobre el precio de los combustibles y el costo de la energía eléctrica. Ya había comenzado a mediados de 2021 a aumentar en forma más pronunciada.

A Flourish chart

El problema de fondo es que corregir este problema de atraso de las tarifas de los servicios públicos sin un plan económico sólido, consistente y con un gobierno que genere credibilidad va a producir serios problemas sociales. Pero no hacerlo, también.

La primera conclusión que se puede sacar de los primeros 29 meses de gobierno del Frente de Todos es que lejos de aumentar la tasa de inflación para licuar el gasto público, lo impulsó y aumentó notablemente el déficit fiscal, con lo cual potenció la necesidad de financiamiento a través del endeudamiento del Tesoro y la emisión del Banco Central.

En el primer gráfico se puede ver con claridad cómo en 2020 el déficit fiscal aumentó por efecto de la pandemia de Covid-19, pero en particular por la extensa cuarentena que hizo desplomar el nivel de actividad y consecuentemente la recaudación tributaria en el medio de la necesidad de aumento del gasto público social.

Aceleración del ritmo de suba de los precios

El aumento de déficit fiscal y la fenomenal expansión monetaria terminaron en el actual costo de una tasa de inflación mensual récord en los últimos 30 años, en un contexto de atraso del tipo de cambio real oficial, postergación del ajuste de las tarifas de los servicios públicos y quedando pendiente el desarme de la “bomba de tiempo” que representa el creciente stock de Leliq y pases netos del BCRA, el cual supera a toda la base monetaria.

En otras palabras, el destrozo fiscal que hizo este gobierno no tiene límites y es lo que hace dudar si, al igual que en la anterior presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, podrá dejar un “campo minado” a su sucesor sin que le explote antes, porque pretende continuar repartiendo más planes sociales y bonos a planeros, como si el fisco estuviera holgado de recursos.

Si bien todavía no se tienen los datos fiscales de mayo, es de suponer que deben haber sido peores que los de abril, dado que la emisión monetaria para financiar al Tesoro es sustancialmente mayor: $178.500 millones, equivale al 47% del total emitido en lo que va del año para ese propósito.

En síntesis, el Gobierno paga el elevado costo de una mayor tasa de inflación, sin lograr el supuesto beneficio de “licuar” el gasto público primario total, sólo parcialmente algunas partidas.

Corregir el desmadre fiscal va a ser una tarea titánica para el próximo gobierno, si es que no salta todo por los aires antes, porque, a decir verdad, la gestión de Alberto Fernández parece esmerarse en tratar de pisar el campo minado que sembró y, que el denominado “kirchnerismo de paladar negro” intenta expandirlo.Continuar leyendo