Los bonos volvieron a niveles de USD 35 en promedio cada 100 dólares de valor nominal. Esto implica que el mercado está adelantando una nueva reestructuración en el mediano plazo. Así como el canje de deuda de 2005 realizado por Roberto Lavagna y Guillermo Nielsen llegó hasta 2019, es decir 15 años, todo indica que la vida útil de la reciente reestructuración será infinitamente más corta.
El acuerdo que el Gobierno quiso vender como “histórico” consistía mayoritariamente en obtener tres años de gracia para los vencimientos. En 2025 vuelven a crecer los intereses y además los bonos empiezan a devolver capital. Los bonistas coinciden en que el presidente, Alberto Fernández, deja una bomba de tiempo a su sucesor que podría ser él mismo si en 2023 es reelegido. Con este diseño y las altísimas tasas de interés que el mercado le demanda a la Argentina, la deuda será impagable una vez más en poco tiempo.
Los grandes fondos de inversión que entraron masivamente en el canje, como Black Rock, se sienten una vez más estafados por la Argentina. Aceptaron canjear sus viejas deudas por nuevos bonos que le daban tiempo al Gobierno para pagar menos en los próximos años. Se suponía que eso le daría tiempo al Presidente para encarar las reformas necesarias para volver a crecer. Pero no sucedió nada de ello y el Gobierno sigue postergando la solución de los graves problemas que enfrenta.
Cualquier reestructuración de deuda persigue básicamente dos objetivos: en primer lugar volver a la misma “sustentable”, es decir mejorar la capacidad de repago del emisor que avanza en la refinanciación. El segundo es recuperar el acceso a los mercados y refinanciar los futuros vencimientos a tasas razonables. Pero el canje de Guzmán no consiguió ni lo uno ni lo otro.
Fuente: Infobae
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