jueves, marzo 28

La discusión por los billetes que vale la pena

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jueves 9 de enero de 2020

Nota extraída de Clarín, por Pablo Vaca Un billete de cinco pesos de hoy son nada menos que cincuenta billones de pesos de hace 50 años.


La discusión por los billetes que vale la pena


En la Argentina de la crisis económica crónica, las noticias sobre billetes cotizan bien. Sea que cambiemos próceres por animales, animales por “personas que se identifiquen con los valores sociales” del país (al decir de Miguel Pesce, presidente del Banco Central), salgan a circulación papeles de más valor o dejen de servir los más depreciados, nos encanta la información sobre el tema, tal como lo prueban distintos sistemas de medición de artículos más leídos en Clarín.

En estos días, la discusión más caliente pasó por la decisión de abandonar yaguaretés y ballenas, estética identificada con la gestión macrista, en pos de “una nueva familia de billetes” que aún no se sabe bien en qué consistiría más allá de la frase genérica de Pesce citada arriba (que habilita a que puedan aparecer impresos desde Maradona hasta Leloir). Parte del debate se dio en las trincheras de las redes, donde cada lado de la grieta intentó como siempre denostar al otro más que ensalzar el propio y en donde, también como siempre, al final lo mejor fueron los memes.

La pelea por la extinción de la fauna autóctona en el papel moneda criollo hizo pasar a segundo plano otra noticia relacionada con el tema: a fin de enero dejará de tener validez el billete $ 5, reemplazado definitivamente por la moneda con un arrayán. Claro, ese pobre billete, que cuando nació en marzo de 1991 servía para comprar un combo mediano en McDonald’s, hoy apenas paga un cuarto de boleto de colectivo: desde enero de 2003, cuando Duhalde decretó el fin de la convertibilidad, hubo 1.262,18% de inflación en la Argentina (y 13 ministros de Economía).

Sólo para comparar, en ese mismo lapso, en Estados Unidos, la inflación fue del 42,35%. Se entiende entonces que el billete de 5 dólares, nacido en 1861 y que exhibe la cara de Abraham Lincoln desde 1913, siga circulando.

Volviendo al casi finado billete de 5 pesos, hay que recordar que es heredero del de 50.000 australes, que lucía la cara de Luis Sáenz Peña. Que a su vez equivalían a 50.000.000 de pesos argentinos, que dejaron de tener validez en 1985. Y que, un eslabón más atrás en la cadena, eran “lo mismo” que 500.000.000.000 pesos ley, de baja en 1983 y que correspondían a 50.000.000.000.000 pesos moneda nacional, jubilados en 1969. Es decir, cinco pesos de hoy son cincuenta billones de pesos de hace 50 años.

Es esta suerte de orgía de ceros lo que debe preocuparnos. No el dibujo del billete. La apuesta hasta el momento del Gobierno albertista fue decretar un congelamiento de tarifas, más precios “cuidados” a la manera del ministro Kulfas, más todo el ajuste que le permite su espalda política, más un dólar con cepo y quieto. Esto le daría tiempo para negociar la deuda y luego, ya con los números claros, definir un verdadero plan que baje la inflación lentamente.

La propuesta genera dudas ciertas. Por lo pronto, qué pasará una vez terminado el verano con la inflación reprimida. Los precios no dejarán de crecer estos meses sólo porque la voluntad del Presidente lo disponga. Algunos ya están retrasados, como el de los combustibles, las tarifas e incluso el del dólar.

En cambio, las certezas escasean. Hasta el momento, buen tramo de esta película parece ser la secuela de una primera parte que no terminaba bien. El corto plazo, primo hermano de la improvisación, continúa mandando.

No estaría mal copiar a aquellos que planifican a largo plazo. Lo hacen muchos a los que les va bien. Por ejemplo, los españoles empezaron a usar el euro el 1 de enero de 2002. Sin embargo, todavía dan vueltas por la Madre Patria pesetas por unos 1600 millones de euros. Deben cambiarlas, eso sí, antes de que termine 2020. Se tomaron 19 años para el fin definitivo de su antigua moneda. Da risa, ¿no?