La guerra contra la justicia conspira contra el “plan zafemos” de Sergio Massa

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Nota extraída de TN por Marcos Novaro

El ministro de Economía debe convencer a Cristina Kirchner, y a sí mismo, de conformarse con una salida mediocre. Pero la amenaza de una condena judicial se suma a las ambiciones electorales de la vicepresidenta para empujarla a un nuevo “vamos por todo”.

El recién estrenado ministro de Economía tiene poco tiempo, muy pocos recursos a la mano y un montón de problemas urgentes que resolver.

El margen de tiempo para actuar se lo han recortado los gobernadores, al adelantar sus elecciones. Como la campaña electoral que más importa al peronismo empezará dentro de pocos meses, él hará lo imposible por evitar recortes de la obra pública, de las transferencias en general, o cualquier experimento devaluatorio que suponga un fogonazo de inflación. Y como es cierto que no queda tiempo para procesar el ajuste por esta vía, el ministro ya avisó que esa opción quedó descartada. Mal comienzo: ya Guzmán y Batakis fracasaron, fundamentalmente, por no haber podido cerrar la brecha cambiaria y detener la fuga hacia el dólar.

Los recursos puestos en manos de Massa son también limitados, y no sólo porque las chances de emitir, además del tiempo, se las consumió casi todas Guzmán (dejó el gasto subiendo al 14% anual por encima de la inflación, es bueno recordarlo): por más que se lo quiera presentar como “súperministro”, el tigrense no controla la Secretaría de Energía, ni la AFIP, tampoco el Banco Central ni la ANSES.

Más ministro que sus dos predecesores, pero hasta ahí nomás

En cuanto a los problemas a resolver, difícil saber por dónde empezar. Porque lo fundamental es que están entrelazados de tal manera, que apenas se atiende uno, se complican los demás. Valga un ejemplo sobre la inflación: para que no siga escalando es imperioso frenar la emisión, y para eso hay que bajar el gasto, visto que ya mucho más los impuestos no se pueden subir, y de los gastos que se pueden recortar el más disponible es subsidios; pero cuando se empiece a meter mano ahí y lleguen facturas más onerosas, aunque sea a una parte de los usuarios, la inevitable consecuencia va a ser menos consumo, profundizando una recesión que ya empezó y que recortará los ingresos del fisco, aumentando el déficit que se buscaba combatir, y más inflación, cuya reducción era el objetivo final que se perseguía con todo esto. Massa busca escapar de esta encerrona alentando la liquidación de exportaciones y con más deuda. Pero es dudoso que alcance mientras la brecha y la fuga hacia el dólar continúen: si consiguiera 5000 millones, una cifra más que respetable para lo que está ofreciendo, le alcanzaría para menos de dos meses con el ritmo de ventas diarias que lleva actualmente el Central.

El mayor de sus problemas no es, de todos modos, ninguno de esos. Es si va a lograr conformar a Cristina Kirchner, y conformarse él mismo, con la salida mediocre que puede administrar.

Mantener a flote el barco del Frente de Todos para que llegue a diciembre de 2023 va a ser una dura tarea, y hacerlo con éxito sería un gran mérito. Pero con eso alcanza tal vez para que la mayoría de los gobernadores reelijan, o hagan elegir a sus delfines, no para que la señora o quien ella candidatee gane las presidenciales, ni mucho menos. Y la pregunta es: ¿Cristina Kirchner se va a conformar con ese resultado?, ¿aceptará esa administración apenas pasable de los problemas en danza y los escasos recursos disponibles, para pasar a la oposición educadamente?

No. Menos que menos con el juicio por la obra pública en su fase oral, y el fiscal Luciani desmontando tres años de verso sobre el lawfare y la supuesta “falta de pruebas” contra la matriz sistemática de corrupción del kirchnerismo. El anterior, no este, que como dice Vilma Ibarra, fue recontrahonesto (no existió el robo de vacunas para que se salvaran héroes de la patria como Horacio Verbitsky, y no los ciudadanos de a pie, eso no fue corrupción, claro; y tampoco existió la guerra contra los jueces que investigaron la corrupción, de eso mejor no hablar).

En ese contexto, tal vez Cristina Kirchner acepte ser la que pierda la elección, pero sólo si eso le asegura un 30% de votos propios y ser entonces, desde diciembre del `23, la jefa de la oposición. Con eso haría casi imposible que ella o alguien de su familia terminen presos. Y para conseguirlo necesitará polarizar, sostener a rajatabla la guerra contra la Justicia, y dar una última batalla por la distribución, plan platita una vez más, “morir con las botas puestas”, como se dice.

Así que Massa tiene unos pocos meses para hacer su trabajo y “tranquilizar” la economía (no sé si se acuerdan quién usaba esa expresión y cómo terminó), hasta que empiece la fase final de esta administración. Porque entonces, su “plan zafar” se va a contraponer con el plan platita, y el plan guerra y lo más probable es que platita y guerra se impongan. Mientras tanto, lo más que se le puede pedir es que no haga como Alberto Fernández, no hable o hable lo mínimo de los tribunales, de la Corte ni de la corrupción, ni de las elecciones, claro, y se ocupe de ordenar y emprolijar las cuentas, en lo que pueda.