jueves, marzo 28

La hipótesis de Massa candidato y el balotaje como una valla infranqueable

0
261

Nota extraída de Clarín por Ricardo Kirschbaum

Los exégetas de Massa se entusiasman diciendo que enfrente no hay candidatos potentes.

El ministro de Economía de Argentina, Sergio Massa, parte después de asistir a una reunión con la presidenta y directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, en la sede del FMI en Washington.

Estamos mal pero vamos bien. Mutatis mutandi, ese apotegma menemista parece guiar la estrategia de Sergio Massa. La económica y, sobre todo, la política de un ministro que sigue teniendo entre ceja y ceja la Casa Rosada como su meta más deseada.

Como un mantra, su equipo repite que la foto es fea pero que hay que esperar el final de la película. Y ese The End esperado debería mostrar una inflación decreciente, tolerable para el curtido paladar argentino. Es decir, entre 3 y 4 por ciento mensual. Con dos condiciones muy complicadas para ese objetivo, agregan: 1) Sin recesión; 2) Salarios con poder adquisitivos.

Si esas metas se logran, Massa estaría en condiciones de reclamar la candidatura presidencial. Todo parece de ciencia ficción pero estamos en un país que desafía hasta la ley de gravedad. Y que estaría dispuesto a olvidar si se le ofrece un presente mejor.

Para corporizar esa por ahora tenue ilusión, el ministro mantiene una fluida relación política con Cristina y un buen vínculo personal con Máximo Kirchner que no necesariamente significa un acuerdo. También juega con la necesidad de un oficialismo que carece de opciones racionales.

Después de mí, el diluvio, parece pensar Massa, quien ha construido una excelente relación con la Casa Blanca, punto no menor en una administración en la que la competencia consiste en quién se diferencia más de los Estados Unidos.

Cristina contribuye con su silencio, a veces roto momentáneamente para demostrar que está vigilante. No objeta lo que Massa está haciendo para estabilizar la situación pero el aval, en todo caso, será tácito, nunca explícito. No hay ni habrá un compromiso público de Cristina con políticas que puedan afectar el lugar que sus historiadores le asignen. Entiende, sin embargo, que si Massa fracasa, lo que también es posible, se abrirá un abismo insondable que la puede engullir.

El caso de Máximo parece ser distinto. Quienes han logrado acercarse a su intimidad, aseguran que quedó impactado por el intento de asesinato de su madre. A esa conmoción se le sumó -o aceleró- su radicalización que lo lleva a hacer lo contrario de lo que intenta su madre. En vez de buscar camuflarse en el peronismo como Cristina, Máximo prefiere ser cada vez más una facción que se enfrente con el PJ: su alianza con Moyano, Baradel y Yasky, por ejemplo, lo aleja y aleja a La Cámpora de la CGT. Pronto, para sintonizar con los ´70, entonarán aquel cántico de guerra: “JTP/JTP/ es la nueva CGT” con el que se enfrentaban a muerte la Juventud Trabajadora Peronista con la Juventud Sindical, que prohijaban la CGT y las 62 Organizaciones.

La radicalización de Máximo, por ahora retórica, ha sido advertida por los intendentes peronistas bonaerenses como un obstáculo para unificar listas.

El poder de Máximo se resume en que no haya PASO. De lo contrario, deberá someterse a un escrutinio que puede demostrar lo que ya es evidente: una minoría intensa que influye pero que está cada vez más limitada.

Los movimientos sociales más cercanos a Fernández han lanzado un desafío doble: van por La Matanza, bastión inconmovible del PJ, y al mismo tiempo han anunciado que disputarán en muchos lugares de la provincia de Buenos Aires, donde quiere replegarse el kirchnerismo si llega la esperada derrota nacional. No se sabe si las huestes del Chino Navarro, Daniel Menéndez, Emilio Pérsico y Juan Grabois, apoyarán la intención reeleccionista de Alberto Fernández, quien a su vez ha decidido radicalizarse hacia la honestidad, un reflejo cantado para decir que hay deshonestidad del otro lado, el kirchnerista. Todo en nombre de la unidad del oficialismo.

Los movimientos sociales afines a la Casa Rosada parecen haber recibido ayudas importantes por otras vías, que no son los planes sociales, según versiones muy firmes.

Además, Massa apuesta a que Juan Manzur, quien fue el principal impulsor y sostén de Fernández en una primera etapa, contribuya ahora a su proyecto, decepcionado como está el tucumano con la fría relación con el Presidente, quien seguiría puenteando a Manzur con Juan Manuel Olmos y Santiago Cafiero, quien añaden -con chanza- se dedica más a las relaciones interiores que a sus menesteres exteriores.

Los exégetas del actual ministro se entusiasman diciendo que enfrente no hay candidatos demasiado potentes. Nombran a Macri, Larreta, Bullrich, Manes (empeñado éste en crear una fuerza liberal de centro, que trasvase al radicalismo) como ejemplos de que no constituyen en sí mismo obstáculos infranqueables. Estos pronósticos, como otros, subestiman el alto grado de malestar de la sociedad que se expresa de muchas formas y en diversos planos.

Además, la segunda vuelta electoral aparece como una colina inexpugnable para cualquier candidato oficialista, incluida Cristina.