martes, noviembre 5

La Massa-dependencia del kirchnerismo culposo

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Nota extraída de Asis Digital por Jorge Asis

El ministerio de la causa perdida.

Artículos Nacionales

La Massa-dependencia del kirchnerismo culposo

escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsisDigital.com

1.- “Calma, pero no relaja”

“Massa calma, pero no relaja», confirma el empresario.
«Te dormís un par de horas pero te despertás acelerado”.
Consta que los massistas mantienen su interpretación conformista. Les salió bien la negociación con el Fondo. Y pese a reproches sesgados, consideran que la pusieron en el ángulo con la invención del dólar soja.
«Respiramos. Salimos del paso».
Facturan, aparte, la baja del dólar. Admiten que está pendiente la baja de la inflación, compañera fiel. El país sigue cómodo en el riesgo.
Suspendieron, por si no bastara, la alquimia de la segmentación de tarifas.
«Pero de entrada la segmentación era una causa perdida, confusa, mal planificada».
Como la economía argentina. O como la osadía de «agarrar el ministerio».
Los buscapinas entrañables del mercado confirman que Roberto Lavagna, La Esfinge, trabaja un plan antiinflacionario y de estabilización a la carta. Los pesimistas sonríen piadosamente.
A los 80 años nadie hace trabajar a La Esfinge. Suficiente con los consejos sabios que suele emitir desde Saavedra.
El atentado trunco de Los Inútiles de Fellini, con las conmovedoras derivaciones de fantasía, facilitó que las medidas de Sergio Massa, El Profesional, pasaran sin inconvenientes. Sin reclamos precipitados de los kirchneristas acosados pero con culpas.

La Massa-dependencia del kirchnerismo culposo

En la práctica, El Profesional encaró el ajuste insuficiente que reclamaba la racionalidad.
Con el apoyo resignado de La Doctora, de El Protectorado La Cámpora, y la sumatoria de gobernadores que hilvanan un proyecto territorial, alternativo. Los peronistas siempre inventan nuevas balas.
El Profesional juntó miles de millones de dólares y hasta logró lucir como El Bailarín Compadrito en la gira previsible de los ministros de Economía.
En el combo de Washington supo modelar con las damas más poderosas y con los influyentes figurines del Departamento de Estado.
Se desplazó hacia Houston y provocó que el competitivo Alberto Fernández, El Poeta Impopular, sin gran imaginación le copiara la agenda y el itinerario. Como si, en el fondo, lo auditara.
“Tuvimos que decirle en Houston al presidente lo mismo que le dijimos a Massa”.
Fue el lamento del ejecutivo colaboracionista de una empresa petrolera, víctima de la repetición.
Pero cuando Massa desató el paquete de la «herencia recibida» le costó no caer en la obviedad de quejarse. Ni de denunciar a los dos ministros antecesores. Comprendió que la situación era infinitamente peor. Que por más dólares que juntara no podía toparse con la luz.
En materia de “simi” (Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones), se habían comprometido demasiados miles de millones más de los que, en sueños delirantes, podría conseguir.
Debía acabar con las Simis. Y hasta cambiarles, incluso, el nombre.

2.- Criticarse encima

La Massa-dependencia del kirchnerismo culposo

Claro que el ajuste de El Profesional perturba dolorosamente la arteria estructural del peronismo distributivo. Obliga a sus sostenes a contener la oralidad. Pero les resulta imposible y suelen criticarse encima.
En virtud del «pragmatismo que les permita sobrevivir», sin desmoronarse en la banquina, deben evitar la protesta por «ponerse de rodillas» ante los oligarcas. O por no atenuar los aumentos de precios.
Les cuesta resignarse a asumir que hoy los kirchneristas encuadrados que pugnan por seguir vivos en el oficio político dependen de Massa.
Oscilan alrededor del eje de la Massa-dependencia. Y lo deben respaldar aunque, previsiblemente, no lo quieran. Y divulguen de costado el lugar común: «El Profesional es un vendedor de humos de colores».
En pleno desconcierto los hace dudar a los kirchneristas, envueltos como niños.
E indagan profundamente con una pregunta que los atormenta: ¿Y si los salva?
Abundan los kirchneristas lineales y literales que definen: “el problema de Sergio es Sergio”.
A muchos que aseguran conocerlo les cuesta creer que El Profesional dejó de ser aquel cuarentón inteligente e insolente que se llevaba al peronismo por delante y creía tener la presidencia asegurada desde la mini gobernación de Tigre. Por haber perforado, en 2013, la hegemonía de La Doctora, durante las legislativas de medio término. Para perder por la presidencia en 2015 y perder en 2017 por la senaduría.
En 2019 se rescató de la banquina desde su Frente Renovador. Al concretar un acuerdo político con La Doctora. Para el acierto de llevar, como presidente, a Alberto Fernández. Y asociarse, con La Doctora, en la antesala del mismo fracaso.

3.- Bases vulgares del capitalismo tolerable

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La declinación, con los porrazos, al contrario, lo beneficiaron.
En su descenso, El Profesional aprendió las lecciones y de pronto sintió que renacía la recuperación.
Al extremo de convertirse, en dos años, en la penúltima bala. En el posible salvador del gobierno desastroso que encara las reformas necesarias que sólo pueden llevarse adelante con convicción.
Sin la sensibilidad de la culpa. Para plantar las bases vulgares del capitalismo tolerable.
El Protectorado se siente en la ingenua obligación de mantener la hegemonía de la rebeldía. Para producir la mercadería ideológica que facilite el mantenimiento de sus consumidores hostigados por los perversos que los «corren por izquierda».
La Doctora mantiene la agotada centralidad, enriquecida por el atentado amateur que pudo haber derivado en tragedia. Para constar en actas, para su propio mantenimiento, puede quejarse por los precios, desde la eficacia relativa del tuit. E instalar entre los columnistas que le ajusta las tuercas a su ministro.
Pero La Doctora sabe que no tiene otra alternativa que apoyarlo. Y que es Massa-dependiente hasta después del verano.
De producirse el alejamiento de El Profesional, la causa perdida del gobierno se diluye.
Y lo que queda del desastre puede ser arrastrado por el viento hacia la banquina de la historia.