viernes, abril 19

La peste del mono rosa: los riesgos del estigma ante el brote de la viruela símica

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Nota extraída de TN por Marina Abiuso

La Organización Mundial de la Salud pidió a varones gays que reduzcan la cantidad de parejas sexuales para prevenir la propagación de la viruela símica y generó alerta y repudio en organizaciones LGBTI+. Los datos y el estigma de un problema sanitario en ciernes.

Viruela del mono (Foto: Adobe Stock).
Viruela del mono (Foto: Adobe Stock).

Es un problema. Se discutió la semana pasada en una reunión especial en el ministerio de Salud de Carla Vizzotti pero también en Montreal en la Conferencia Internacional sobre VIH y Sida, el evento más importante del área a nivel mundial. La viruela símica o viruela del mono es tema de preocupación no sólo como enfermedad. Hay un desafío de comunicación.

La última semana de julio la Organización Mundial de la Salud anunció un “alerta máxima” ante el brote de una enfermedad que era habitual en África pero que de pronto presenta más de 16 mil contagios en al menos 75 países. El crecimiento -ya lo vivimos con el covid-19- es exponencial.

Viruela del mono: datos versus prejuicio

El dato: hasta ahora el 95 por ciento de los contagios se dio en “hombres que tienen sexo con hombres” (ese es el término en infectología). La OMS hizo un llamado específico a varones gays para “reducir el número de parejas sexuales”. Las organizaciones LGBTTIQ+ se pusieron en alerta… contra el virus, pero también contra la OMS.

No es casualidad. Recién en mayo de 1990 la organización sacó la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. Es esperable que quienes fueron estigmatizados sospechen cuando se los pone otra vez en la mira.

Si no lo sabíamos de antes, con el Covid aprendimos que la información científica se actualiza de forma permanente a partir de nuevos conocimientos. Hasta ahora se sabe que esta viruela se contagia a través del contacto directo con las lesiones de alguien contagiado. Úlceras o llagas bucales también pueden contagiar a través de gotas de saliva. Se indica también cambiar sábanas y toallas de quien presente síntomas. Y por supuesto, aislamiento.

No está probado aún que se de por transmisión sexual aunque algunos infectólogos marcan que tampoco se ha demostrado lo contrario. Lo cierto es que el preservativo no es suficiente para evitar el contagio si se tiene sexo con alguien que atraviesa la viruela símica. El problema no son las secreciones sino las lesiones cutáneas.

La viruela del mono y el riesgo del estigma

Ninguna de las prácticas anteriores (tener sexo, usar toallas, secretar saliva) son exclusivas de varones homosexuales. “La viruela no distingue género y menos orientación sexual”, comunicó la Fundación Huésped, referente en VIH en Argentina. Otras organizaciones de personas que viven con el virus hicieron comunicados en el mismo sentido, con más o menos indignación por un estigma que ya conocen.

El Sida fue primero la “peste rosa”: una enfermedad de homosexuales y un problema sólo de homosexuales, a lo sumo de adictos, quizás de hemofílicos. La discriminación tuvo un efecto doble: miedo a los infectados y desinterés político por ocuparse del Sida. Se llegó a hablar de “castigo divino” y el estigma no ha terminado de caer cuatro décadas después. De hecho en Argentina todavía hay medidas especiales para garantizar la confidencialidad de quienes viven con el virus. Los avances médicos han sido más efectivos que los sociales y las personas seropositivas están expuestas a discriminación cualquiera sea su carga viral, género, orientación, estado civil o edad.

Ya sabemos cómo resultó ese estigma. El Sida se extendió por el mundo, en varones y en mujeres, en heterosexuales y en parejas monogámicas. Hay conductas de riesgo, sí. Pero el sexo no es única forma de contagio y en muchos casos ni siqera es posible rastrear el origen. Sí es cierto que las personas gays, trans o travestis se testean en mayor medida que la población cisgénero y heterosexual. Eso permite más detección pero también más tratamiento, que ha probado en los últimos años una efectividad cada vez más esperanzadora.

Antes de que sea tarde

Es evidente que pronto crecerán los casos de viruela del mono y que pronto los infectados serán más diversos. Es matemática. Estados Unidos ya detectó casos en bebés, por ejemplo. Y ya apareció un problema obvio: sospechas sobre quienes se contagian. ¿Hay algo más peligroso que personas infectadas tengan temor social a atenderse y tomar las medidas pertinentes?

No hay respuesta infalible sobre cómo comunicar lo que está pasando. Pero tenemos la experiencia reciente del Covid y el aprendizaje histórico del Sida. Los virus tienen muchas menos consideraciones y dilemas que los humanos.