martes, abril 23

Las consecuencias de la repostería en nuestro cuerpo

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La repostería es tentadora de comer por su irresistible sabor dulce y fácil de conseguir. En este grupo se engloban los dulces de diferentes tipos, como bollos, tartas, galletas, cereales de desayuno, barritas, chocolates, etc. Todos tienen en común algunas características, como su riqueza en calorías, harinas refinadas, aceites vegetales de mala calidad, grasas trans, azúcares.

Se caracteriza por poseer alta cantidad de calorías concentradas en un escaso volumen que equivale a correr una hora para quemarlo. Esta cantidad de kilocalorías supone el 30 % de la calorías totales que una persona ingiere al día.

Las calorías de la repostería industrial que no aportan nada a nuestro organismo se llaman calorías vacías: muchas calorías y poca cantidad de nutrientes. Esto es así porque no contienen proteínas de buena calidad, ni grasas saludables, ni fibra, ni micronutrientes, excepto la sal, que suele encontrarse en cantidades altas.

Las grasas hidrogenadas o trans se generan mediante un proceso químico que tiene muchas ventajas para la industria alimentaria: principalmente, el coste, ya que son más baratas. Así, estos alimentos duran mucho más tiempo, están más apetitosos y son más fáciles de cocinar. Consumir tan solo 5 gramos de grasas trans ya se considera perjudicial para la salud.

Por otro lado, los azúcares refinados y los azúcares simples como la sacarosa, la glucosa o el azúcar invertido producen incrementos considerables de los niveles de insulina en sangre, con el consiguiente riesgo de sufrir diabetes tipo 2.

El contenido en vitaminas y antioxidantes es prácticamente nulo en estos productos, lo que va a favorecer la producción de radicales libres. La presencia de minerales es muy pobre, siendo el sodio el único mineral que se encuentra, y en exceso. El elevado consumo de sal puede causar hipertensión arterial.

Las harinas refinadas son harinas que se someten a un proceso industrial en el que se les elimina el salvado y el germen, que es donde se encuentran las vitaminas, minerales y la fibra. Otro aspecto poco saludable.

No podemos dejar de lado tampoco su contenido en aceites vegetales de mala calidad, son refinados a los que, al igual que a las harinas, se les extraen las vitaminas y los minerales. Potencian el sabor de los alimentos haciéndolos sabrosos y abaratan los costes de producción. Por ello, sustituyen a otros aceites de calidad, como el aceite de oliva.

Entre las consecuencias, está generar adicción y saciedad, por lo que queremos comer más y más. Además, los azúcares reducen el estrés en nuestro organismo al disminuir los niveles de cortisol en sangre. Por lo que, cuando estamos estresados, recurrimos a ella y nos podemos volver dependientes.

El consumo de grasas trans, aceites refinados y sal aumentan el riesgo de tener hipertensión y colesterol, lo que conlleva a aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Estos compuestos contribuyen a la oxidación de las lipoproteínas LDL, a la inflamación y a la elevación de los triglicéridos en sangre.

Fuente: Mejor con salud