jueves, marzo 28

Los gobernadores le pegan a Alberto para negociar conCristina Kirchner

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El declive de la autoridad presidencial, la cercanía de las elecciones y sobre todo el hecho de que nadie más puede hacerlo, obligan a la Vicepresidenta a tratar de ordenar el despiole en que está sumido el peronismo. Cómo lo hará, es un misterio.

Cristina Kirchner habló de más en las últimas semanas. Y al hacerlo se involucró en demasiados problemas: la inflación, las importaciones, los planes sociales, el gas, etc.

El resto del peronismo calla demasiado. No se sabe qué opina sobre casi nada, solo saca la cabeza de la arena para quejarse de Alberto Fernández, y advertir que a él tampoco le alcanza la plata, como dejaron en claro en la reunión de la Liga de Gobernadores en el Chaco estos últimos días.

Estas dos conductas tan distintas convergen de todos modos detrás de una misma idea: el partido oficial está buscando cómo evitar una crisis más aguda antes de los comicios, o que si las cosas empeoran, no se le carguen en sus espaldas y se evite una ruptura del Frente de Todos, las dos condiciones para que pueda salvar la ropa en 2023. Y lo hace a costa de Alberto, claro, porque el Presidente se compró todos los números en la lotería de las responsabilidades por la decepción ciudadana.

La vicepresidenta Cristina Kirchner habla durante el plenario de la CTA realizado el lunes en Avellaneda. (Foto: Télam/Alejandro Santa Cruz)
La vicepresidenta Cristina Kirchner habla durante el plenario de la CTA realizado el lunes en Avellaneda. (Foto: Télam/Alejandro Santa Cruz)

El histrionismo con que disimula los miedos que la persiguen llevó a Cristina, el Día de la Bandera, a quemar etapas y exponer su juego: su objetivo número uno, ahora quedó bien a la luz, es aislar a lo que queda del “albertismo”, que en el provincia de Buenos Aires es básicamente el Movimiento Evita; lo que, enfocado en el manejo de los planes sociales, le sirve también para su objetivo número dos, acercarse a los intendentes y gobernadores para acordar la continuidad del FdeT, cuya unidad, dijo, nunca quiso poner en riesgo. Serían ellos, los jefes territoriales pejotistas, los beneficiarios directos de este curioso “regreso a Perón y Evita” que Cristina propone, y que en esencia consiste en eliminar intermediarios molestos en la repartija del dinero con que se compran millones y millones de votos de los ciudadanos más postergados.

Como hay pocos recursos y habrá menos cargos que los que se renuevan, los lugares en las listas y la distribución del dinero van a ser dos temas álgidos para el oficialismo. Cristina se adelantó y fijó su posición de máxima a este respecto, con miras a ordenar el tablero de la disputa.

Ahora bien: puede que, como le sucedió con su ofensiva contra Martín Guzmán, quede un poco pedaleando en el aire, si Alberto logra insistir en su inmovilismo. En el caso de los planes, además, no es claro que el ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, quiera o pueda hacer otra cosa que mantener el equilibrio entre tirios y troyanos. Así que tal vez lo único que vaya a resultar de este juego de presiones sea más discriminación contra la izquierda: el Polo Obrero probablemente pierda hasta el último de sus planes, que serán utilizados para calmar la voracidad de las facciones internas del oficialismo, y las calles de Buenos Aires se volverán entonces un infierno. Problema de Larreta.

El presidente Alberto Fernández respaldó esta semana a los movimientos sociales, frente a las críticas de la vice Cristina Kirchner. (Foto: NA/Juan Vargas).
El presidente Alberto Fernández respaldó esta semana a los movimientos sociales, frente a las críticas de la vice Cristina Kirchner. (Foto: NA/Juan Vargas).

Pero puede que nada de esto sea tan importante para la señora. Lo fundamental es despertar expectativas en una dirigencia pejotista que tiene cada vez más claro que Alberto no puede atender sus intereses, y va a poder hacerlo cada vez menos. Así que Cristina les abre sus brazos, los invita a preservar la unidad, pero en sus términos. Tiene su lógica.

Y es muy oportuno, además, porque esa dirigencia peronista viene acelerando el cronograma electoral, y acercando momentos de definición en los que va a necesitar la buena voluntad de Cristina.

Al desdoblar las elecciones distritales, los gobernadores apuntan a despegarse de la suerte del gobierno de los Fernández. Pero saben que adelantar sus reelecciones, o la elección de sus delfines, aunque les permite desligarse de Fernández Alberto, no alcanza para hacer lo mismo con Fernández Cristina. Porque ella tiene, a diferencia del Presidente, gente en todos lados, que no pesa lo suficiente para ganar ningún distrito, o casi ninguno, pero le sobra para amenazar o impedir que ganen ellos. Si la vice decidiera presentar candidatos propios, pondría en riesgo la reelección de muchos gobernadores e intendentes. Ni Alberto ni Sergio Massa pueden hacer algo parecido. Por eso ella tiene una oferta tentadora que hacerles a esos caudillos peronistas, mientras que los otros dos protagonistas nacionales del FdeT no tienen al respecto ni voz ni voto.

Una imagen del titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, durante su exposición en la última cumbre de negocios de la Cámara de Comercio de los EE.UU. en la Argentina. (Foto: NA)
Una imagen del titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, durante su exposición en la última cumbre de negocios de la Cámara de Comercio de los EE.UU. en la Argentina. (Foto: NA)

Sumarle la plata de los pobres a esta oferta electoral es simplemente agregarle un estímulo monetario a la fórmula cooperativa que todos saben es la que más les conviene. Aún en un escenario en que siga en la incertidumbre por bastante tiempo más cómo encarará el peronismo las elecciones nacionales.

Esta oferta electoral va de la mano de un planteo económico que es bastante menos sensato, pero que a falta de otro mejor tal vez también la dirigencia peronista reciba con beneplácito, o al menos silenciosa tolerancia: la idea de cerrar los vasos comunicantes de la economía nacional con el mundo, para postergar lo más posible la crisis devaluatoria que se ha venido gestando. Guzmán, Miguel Pesce y Alberto creen poder hacerlo con la ayuda del Fondo, y Cristina, con algo de razón, piensa que no, y que con ese plan los costos inmediatos para el nivel de actividad y el consumo son demasiado altos para permitir la supervivencia electoral del modelo. Así que propone una receta que en pocas palabras consiste en radicalizar la autarquía: endurecer el cepo, reducir al mínimo las importaciones, etc.

El factótum ideológico de esta fórmula es sin duda Axel Kicillof. Y podría ser también su vocero y su candidato, si no fuera porque está por el piso en las encuestas. El milagro que Kicillof protagonizó en 2015, recorriendo la provincia de Buenos Aires y seduciendo a las madres del distrito con su imagen de yerno ideal es difícil que se repita. Así que hay que esperar: si Kicillof no repunta, y no aparece ningún otro, tal vez Cristina se resigne a ser ella misma.

Axel Kicillof podría ser el candidato presidencial avalado por Cristina Kirchner para 2023. (Foto: NA)
Axel Kicillof podría ser el candidato presidencial avalado por Cristina Kirchner para 2023. (Foto: NA)

Lo importante a destacar es que Cristina ya tiene el guión de la campaña: consiste en radicalizar sus ideas de siempre. Y tiene la estructura organizativa y la plata: se las piensa arrebatar a Alberto. Solo le falta el candidato, y alguno va a aparecer.

¿Tiene alguna chance de éxito esa estrategia? Si se sigue polarizando la escena, podría tenerla. La vice imagina una situación como la que benefició a Gabriel Boric en Chile y a Gustavo Petro en Colombia: una polarización extrema, en que la única alternativa a la izquierda sea una derecha desbocada, que reduzca al mínimo el estándar de sensatez requerido para competir. Una derecha como la que aquí promueve Javier Milei, y a veces celebran Mauricio Macri y Patricia Bullrich. La vice imagina que si esos fueran sus contendientes, y ningún moderado pudiera movilizar el mayoritario voto centrista, la elección se volvería una lotería, que puede terminar ganando cualquiera. Y a Cristina esas escenas dramáticas, agonísticas diría ella, le encantan.

Claro que existen algunas notables diferencias entre la situación argentina y la chilena, o la colombiana. En primer lugar, nuestro centro político no se ha pulverizado, aún. Aunque a veces Macri o Bullrich coqueteen con la derecha más zarpada están en una coalición que es predominantemente centrista, y lo saben.

El diputado Javier Milei habla durante el debate del acuerdo con el FMI en el recinto de la Cámara Baja. (Foto NA/Daniel Vides)
El diputado Javier Milei habla durante el debate del acuerdo con el FMI en el recinto de la Cámara Baja. (Foto NA/Daniel Vides)

En segundo lugar, la pandemia y las consecuentes penurias económicas y sociales aquí las administró, y muy mal, la coalición de izquierda populista de Cristina, aunque ella quiera disimularlo, no la derecha neoliberal. Presentar esa coalición como una fuerza innovadora, capaz de lidiar creativamente con esos problemas es por tanto mucho más complicado. Encima ni Cristina, ni La Cámpora, ni tampoco el peronismo territorial, hacen mayor esfuerzo por combatir este déficit de espíritu innovador.

Se vio, justamente, en la discusión sobre el manejo de los planes sociales. Los planteos económicos que hace Cristina parecen revolucionarios, aunque se basan en verdad en ideas ya mil veces desacreditadas, como prueba el hecho de que hasta los chavistas las abandonaron, y optaron por dolarizar la economía (curiosamente, lo que aquí propone como gran novedad Milei). Pero en materia de política social Cristina ni siquiera intenta simular progresismo. Lo que propone como una forma de “volver a Perón y Evita”, en verdad sería volver a Robustiano Patrón Costas y a Manuel Fresco. Consiste en controlar más férreamente que nunca la plata que permite a millones de familias pobres sobrevivir, para asegurar la reproducción de la elite dirigente encaramada en el Estado. Ningún representante del antiguo régimen que ya indignaba a los demócratas hace un siglo, y que supuestamente el peronismo vino a combatir, se animó a llevar a tal extremo el clientelismo y el patrimonialismo, y el desprecio supino por la autonomía de las clases postergadas de la sociedad. Cristina no solo se anima, sino que lo hace con entusiasmo revolucionario.

El manejo de los planes sociales por parte de los grupos piqueteros volvió a quedar esta semana en el ojo de la tormenta. (Foto: NA/Damián Dopacio)
El manejo de los planes sociales por parte de los grupos piqueteros volvió a quedar esta semana en el ojo de la tormenta. (Foto: NA/Damián Dopacio)

Lo que deja en claro dónde buscará refugio, si su opción por la polarización extrema no funciona, si no logra promover la candidatura de Kicillof ni la suya, y tiene que resignarse a un oportuno repliegue: ¡resistir es combatir!, ya se pueden escuchar sus llamados a oponerse a cualquier cambio, el que sea, y puede que esta vez tenga bastantes más caciques peronistas territoriales, sindicales y sociales a su lado, si estos no reciben una propuesta mejor.