jueves, junio 27

Milei arranca su segunda etapa: el paciente sobrevive, pero con pronóstico reservado

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Nota extraída de Clarín por Pablo Vaca

El Gobierno bajó la inflación, pero sigue siendo la más alta del mundo. Hay superávit fiscal, pero también casi un 50% de pobres. La producción está estancada hace décadas. El camino que falta es largo y sinuoso.

Es razonable pensar que finalizó, o está por finalizar, la primera etapa del gobierno de Javier Milei. Este semestre culmina con la Ley Bases a punto de ser aprobada nuevamente por Diputados tras el visto bueno del Senado y, en consecuencia, lista para comenzar a regir. Y con un alentador 4,2% de inflación mensual para mayo.

El paciente, aparentemente, salió del estado crítico económico en que lo dejó el tridente Alberto-Cristina-Massa. Sobrevive, aunque es cierto que, para superar la emergencia, la receta libertaria lo puso medio en coma y no abandona aún la terapia intensiva. Pronóstico reservado, como suele decirse.

Y esta será una de las claves de la segunda etapa: el Gobierno -que tuvo el mérito de entender que aferrándose a su diagnóstico teórico no iba a ningún lado y tragó una buena dosis de pragmatismo- no debería asumir que va ganando el partido.

Por ahora, solamente se paró bien en la cancha. Quedan por delante los 90 minutos, el alargue y los penales. Parece ocioso recordarlo, pero la crisis es profunda y añeja. Que no se repita el error, tan argentino, de creer que hay soluciones mágicas.

No está mal un brindis discreto por la baja inflacionaria de 20 puntos desde diciembre hasta hoy (más allá de que muchos analistas e incluso voces oficialistas dudan de que en junio el índice mantenga su tendencia descendente). Tampoco la celebración por cinco meses consecutivos de superávit financiero, lo que no sucedía desde hace 16 años. Pero evitemos la alharaca.

La inflación argentina sigue siendo la más alta del mundo. En Venezuela, los precios subieron un 3,9% en mayo, un 78% anual. En Turquía, un 3,37%, 75,45% en los últimos doce meses. En Ghana, lo hicieron un 3,2%, que eleva al 23,1% la medición anual.

Como contó Santiago Fioriti el domingo en Clarín, el Gobierno considera cantar victoria si en enero la inflación ronda el 3%, es decir, que termine acumulando 70% en 2025. Esa cifra, que hoy parece una maravilla y que sería justo la mitad de lo que el FMI calcula para este año, es una barbaridad comparada con lo que sucede en otros países. Paraguay tiene 4,4% de inflación anual. Bolivia, 3,52%. Brasil, 3,93%. Estados Unidos, 3,3%.

Queda claro que el camino para ser un país normal es largo y sinuoso.

Argentina ostenta otro récord deshonroso y doloroso: es el país que más años estuvo en recesión desde 1950. En este lapso, según recopiló el Banco Mundial, pasamos uno de cada tres años en recesión. En 1948, el PBI per cápita criollo era del 84% del promedio de las 10 economías más grandes del mundo. Hoy es del 34%. Decadencia es poco.

En ese informe hay otro dato demoledor: si Argentina simplemente hubiera igualado el ritmo de crecimiento promedio de América Latina, hoy su PBI per cápita sería un 60% mayor.

El resultado de tanto desatino está a la vista. Una reciente estimación de la Universidad Di Tella a partir de la difusión de la actual canasta básica del INDEC ($228.502 por adulto) calcula que alrededor del 50% de los argentinos vive en hogares pobres. Unos 23 millones de compatriotas.

El economista Ricardo Arriazu, en una columna publicada el fin de semana en este diario, sumó que el nivel de 2023 del ingreso por habitante estaba muy poco por encima de su nivel en 1980. ¡Hace 44 años!

Para el analista, los factores que nos llevaron a ser pobres son: “a) la producción total de bienes y servicios es baja (la torta es chica); b) la producción por habitante bajó en los últimos años (la torta se achicó); c) no se puede repartir toda la torta porque hay que reponer la infraestructura que se deprecia y financiar los bienes públicos indispensables; d) el sistema permite que algunos se lleven una porción desproporcionada de la torta; d) la inflación castiga más a los pobres; e) no existe un mercado de crédito que permita cubrir desequilibrios temporales; y f) los que pueden ahorrar lo hacen en el exterior por las permanentes estafas que sufrieron”. Y concluye: “Para reducir la pobreza es necesario revertir todos estos factores”.

Empezando por el principio, hay que agrandar la torta. ¿Podrá o sabrá hacerlo el Gobierno? ¿Será Caputo o Sturzenegger el timonel del capitán Milei 2.0? ¿Habrá rebote en V o en U? ¿O se viene el planchón en L? ¿Los ruidos políticos internos y externos que persisten embarrarán la cancha hasta hacer el partido injugable?

Los primeros seis meses de Milei, intensos, pasaron rápido. Los segundos, que probablemente vayan a la misma velocidad, traerán las respuestas a todas esas preguntas.