jueves, marzo 28

Milei tocó techo?

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En muchos de los estudios anteriores de Zuban & Córdoba se advertía que el fenómeno Milei se alimentaba esencialmente de una alquimia que incluía el malestar social generalizado con la política, las expectativas económicas frustradas y un componente no menor de “voto identitario”, movilizado por posiciones anti-feministas. 

Hasta hace algunas semanas, el fenómeno Milei lograba articular un discurso público que combinaba exitosamente esas tres fuentes. Pero era una alquimia peligrosa, que podía llegar a desestabilizarse ante la más mínima variación.

El último estudio nacional de la consultora mostró que a Milei le llegó finalmente la hora de sumarse a la casta que tanto critica, compartiendo con ellos la que es posiblemente la característica común de toda la dirigencia política argentina en estos tiempos: un diferencial negativo en su imagen personal. La negatividad sobre el dirigente liberal creció más de 10 puntos en los últimos 30 días, mientras su imagen positiva se redujo de 47% a 41%.

El derrotero discursivo en el que el dirigente entró en las últimas semanas, importando al debate público argentino issues que tienen poca o nula pregnancia como la discusión sobre la portación de armas o la venta de órganos, probablemente expliquen su pobre performance de este mes. Eso, y el natural desgaste que cualquier figura sufre al someterse a procesos de sobre-exposición. En Argentina, tener el centro del ring es a la vez una bendición y una maldición. Su fortaleza es también su debilidad.

Sería irresponsable intentar pronosticar que va a pasar en los próximos meses con la imagen de Javier Milei. Sin dudas si persiste en su táctica de visibilidad extrema y en hablar sobre temas de agenda que son más relevantes en un circuito electoral de Florida que en la mesa de los argentinos eso probablemente aumente el desgaste de su figura.

Si logra moderar sus apariciones y volver a hablar sobre los temas que lo hicieron popular, entonces probablemente logre extender su sustentabilidad política. No es una tarea fácil, para las elecciones presidenciales falta muchísimo tiempo y la política argentina es un enorme cementerio de terceras fuerzas.

Sin embargo, Milei no está solo en lo que tiene que ver con el aumento de la negatividad. La mayor parte de la dirigencia sufrió un deterioro en su imagen en este último mes. Las discusiones internas que embargan a todas las fuerzas políticas seguramente tienen mucho que ver con eso. Mientras la política discute en los pasillos del poder, la ciudadanía de a pie mira esas discusiones desde las vidrieras de las redes y los medios, pensando en problemas mucho más llanos y cotidianos, como la inflación, la inseguridad o el retraso salarial.

Por eso, no sorprende que un 34% de la sociedad preferiría que el año que viene la Argentina sea gobernada por un partido o frente que no sea ni el Frente de Todos ni Juntos por el Cambio. El escenario de tercios existe independientemente de si el nuevo tercio es ocupado por alguien o no.

Esa también debería ser una señal de alarma para las dos principales coaliciones.

En el estudio nacional del mes pasado, surgió un dato que se publicó ahora: un 58% cree que un próximo gobierno post 2023, debe imponer medidas de shock para estabilizar la economía. Solo un 33% se inclina por el gradualismo.

Sin diálogo institucional es imposible construir esos mínimos consensos que se requieren para superar los problemas estructurales de un país como el nuestro.

Ese es el estado de la opinión pública argentina a principios de junio del 2022. A seis meses para el inicio del año electoral. Un abismo en términos de tiempo y dinamismo. La moneda sigue dando vueltas en el aire.

f: Economis