jueves, marzo 28

Moneda en el aire: ¿Cristina irá por todo o se producirá el destete de Alberto?

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Nota extraída de ElCronista por Hugo Grimaldi

En tiempos de incertidumbre recargada, el punto crucial a despejar es saber quién tomará la manija desde el lunes en adelante.

Moneda en el aire: ¿Cristina irá por todo o se producirá el destete de Alberto?

Quizás sea solamente por el mérito de una sociedad agotada que se ha decidido a recuperar la manija de su destino (o también puede ser por la desmesura que habitualmente la caracteriza), pero lo cierto es que resulta algo raro y gratificante a la vez observar cómo una simple elección de medio término ha puesto de cabeza a todo el tablero político de la Argentina. Hay muchas turbulencias y se observa con gran claridad que en grandes porciones de la población hoy existe una grave sensación de desamparo, con elementos ya bien claros en la superficie que muestran el terrible impacto de la degradación a la que viene siendo sometida la ciudadanía.

Lo cierto es que dentro de un régimen de carácter presidencialista, con dos años de mandato aún por delante de alguien que debería usar muletas («pato rengo») de ahora en más si el Congreso se le da vuelta (equilibrio en Diputados y menor manejo en el Senado), esta elección de medio término se ha transformado casi en una compulsa de carácter parlamentario al estilo europeo, instancia en que los realineamientos de fuerzas permiten o bien ratificar, pero también ungir a un nuevo primer ministro de características (y políticas) bien diferentes al que hubiese sido reprobado, porque no ha cumplido con el mandato, ya sea por debilidad o por incapacidad. 

Si esta elección le resulta adversa, ¿alumbrará un nuevo Presidente en la figura de Alberto Fernández? es la primera incógnita a despejar.

¿Cuánto tiempo puede durar el fogonazo que hoy mantiene en vilo a la Argentina? es el segundo interrogante. Para saberlo y para tratar de enmarcar el futuro, hay que sopesar dos elementos de los cuáles hay sobrados antecedentes y que abarcan el hastío comunitario, pero también las estrategias de los políticos para retornar siempre con la misma terapéutica. La historia dice que en principio las fuerzas políticas se repliegan un poco para hacer «como si» les importara el coscorrón social, hasta que pase el chubasco y que, a la corta o a la larga, a la gente se la vuelve a anestesiar con placebos para que, ante el mal menor, deje de ser contestataria. «Estrategias de la casta», diría Javier Milei.

El gobierno nacional se lleva seguramente la peor parte de las críticas, porque son muchos quienes se sienten defraudados por Fernández, quien fuera elegido para timonear un barco que se fue escorando debido a sus propias indefiniciones y a que se dejó avasallar por socios que casi lo mandan a pique. El Presidente nunca interpretó que al conocido apotegma del Frente de Todos («con Cristina no alcanza, pero sin ella no se puede») la ciudadanía lo había trocado por otro similar donde él debía asumir el protagónico. Sus paupérrimos niveles de imagen desnudan claramente esa defección y está más que claro el pase de facturas de la sociedad por haberle fallado a la tradición de «papá» que envuelve a los presidentes.

Efectivamente, puede ser que los dos años de encierro sanitario, combinados con una depresión económica que se profundiza cada vez más hayan hecho lo suyo, pero seguramente debe haber influido en el deterioro también las internas del Frente de Todos que llevaron a mostrar a dirigentes insensibles, más preocupados por mirarse el ombligo que por los padecimientos objetivos de los ciudadanos. Ni que hablar de la mala praxis, la pasión por las recetas probadas y fracasadas, el amor de muchos por la grieta y la ideología como faro, antes que el bien común, toda una catarata de calamidades que la ha caído por la cabeza a las sociedad (inflación, pobreza, desempleo e inseguridad por lo menos) como detonantes de un proceso que aún no es del tipo «que se vayan todos» estilo 2001 sino que, de momento, expresa la necesidad de decirle a la clase dirigente la sensación de abandono que sienten los ciudadanos.

La oposición debería poner también sus barbas en remojo porque si bien al Gobierno le caben las críticas propias del ejercicio del cargo, a ellos los interpela la necesidad de expresar alternativas razonables, aunque hasta el momento hayan naufragado aplastadas por cierta soberbia que ejercieron las mayorías legislativas, las mismas que ahora están en riesgo para el oficialismo. Es decir que si se concreta que desde el 10 de diciembre los opositores van a asumir mayor protagonismo, entonces les cabrán plenamente las generales de la Ley. Por ahora, Juntos por el Cambio se ha mantenido unido (aunque no galvanizado) para atravesar el desierto, aunque ya han empezado a observarse realineamientos internos en varias puntas del espacio (los radicales entre sí, los peronistas no kirchneristas o los más liberales dentro del PRO, etc.) que empiezan a poner la unidad en la picota.

Más allá de aquellas dos preguntas originales sobre el rol futuro del presidente Fernández y sobre el volumen de la bronca ciudadana, hay otros temas de mucho peso que han transformado a este lunes post-elecciones en una moneda en el aire en varios aspectos. El primer elemento que habrá que dilucidar es la interna del Frente de Todos, tema que será seguramente el fundamento político de todo lo demás

El punto crucial a despejar es saber quién tomará la manija desde el lunes en adelante: ¿Cristina irá por todo? ¿se producirá por fin el destete de Alberto? son dos interrogantes más de serie televisiva que de la grave realidad política que envuelve a la Argentina. 

Atención que aún con Fernández en el sillón de Rivadavia, como sostén para cubrir el déficit de inversión que tiene la Argentina no es igual el cristinismo populista de La Cámpora que el peronismo más tradicional de los gobernadores (¿Qué gobernadores y liderados por quién?) y de la reaparecida CGT.

A este interrogante liminar le sigue inmediatamente otro vinculado con la política, aunque con una impronta social clave debido al deterioro de todos los indicadores. Como ya se está en tiempo de descuento y no deberían producirse mayores dilaciones para desterrar la desconfianza, habrá que ver si el Pacto Social que se promete con políticos, empresarios y sindicalistas será de negociación o de imposición. Descartado el propósito de «unidad» como sinónimo de sometimiento hay algunas otras preguntas a responder: ¿Quién podría conducir el diálogo para dar garantías de equidistancia? ¿Quizás la Iglesia o algún facilitador extranjero? ¿Hasta dónde estará dispuesto a ceder el Gobierno para mejorar el consenso en el Congreso, el lugar natural para ponerse de acuerdo? ¿Y hasta dónde la oposición podrá hacer también una síntesis de sus varias posturas que van desde la social-democracia hasta el liberalismo, más allá de las expresiones contestatarias en los bordes de la política que parecen haber logrado vuelo propio?

Como duda más que importante para los mercados está la negociación con el FMI y aquí la gran equis está en el contenido del Plan que hasta ahora el ministro de Economía, Martín Guzmán, tiene guardado bajo siete llaves. Pero, ¿hay un Plan de verdad, habida cuenta que el Presupuesto 2022 habrá que rehacerlo? Para el economista Orlando Ferreres no sólo existe, sino que tiene que ser alumbrado cuanto antes mejor para pagar ahora el costo político del «ajuste» (palabra maldita que se tratará de esconder), lo más lejos posible de 2023. Otro economista, Carlos Melconian, estima que es «mentira» que haya un Programa «consistente y de estabilidad», ya que la economía está manejada por un «conjunto de islas» sin mayor diálogo entre ellas.

Otro de los grandes enigmas es el tratamiento que se le va a dar a la cuestión cambiaria: devaluación, crawling peg, desdoblamiento o si se sigue como hasta hoy, con una brecha de 100 por ciento y con pérdida diaria de Reservas

La sensación del mercado es que algo va ocurrir y la apuesta más general incluye un enunciado al menos de convergencia hacia políticas diferentes a las actuales en lo fiscal, ya sea con un menor ritmo de emisión y con eliminación gradual de subsidios. Por supuesto que este ítem está enlazado al tema inflación (¿Qué pasará con los congelamientos y con las medidas tomadas para frenar la inercia?) y con la cuestión social en tiempos en que el empleo no se recupera por falta de incentivos (¿El «Plan Platita» terminó?). ¿Pondrán los gremios algo de sí para acceder a flexibilizar al menos por un tiempo la absurda legislación que no ayuda a tomar personal? también habrá que contestarlo.

Por último, aunque quizás deberían ponerse como los primeros dos ítems de la lista operativa porque son ordenadoras de casi las demás políticas está la cuestión institucional y sobre todo el funcionamiento de la Justicia (nombramiento de jueces, funcionamiento del Consejo de la Magistratura, etc.) y el tema internacional. En lo diplomático, ¿Se continuará con el seguidismo hacia Venezuela, Cuba y Nicaragua, tal como lo pide el ala izquierda del Frente de Todos? ¿Habrá mayor sintonía con los Estados Unidos para que ayude en la negociación con el FMI o se seguirá jugando a la multipolaridad con China y con Rusia? ¿Brasil volverá a ser el socio que la Argentina necesita y quedarán de lado las cuestiones que separan a sus gobiernos? ¿El Mercosur podrá ser alguna vez un bloque comercial dinámico, hoy frenado por el anquilosamiento ideológico argentino?

Hay mil y una preguntas más que deberán responderse tras las elecciones, demandas que fundamentan el cansancio de la sociedad e incertidumbres todas que han tenido su reflejo en el valor del dólar blue durante los últimos días. Sus saltos como pelota de píng-pong son la demostración cabal de las grandes incógnitas que tiene la gente en su cabeza. ¿Cuánto durará el nuevo proceso que debería comenzar este lunes 15? «Ése es otro precio», suele decir otro conocido economista cuando le piden la receta de la felicidad permanente.