
Una empresa familiar refleja desde Metán la pesadilla que viven hoy muchos productores que quedaron sin pasturas en Salta.

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“En los años que llevo en la zona, jamás sufrí semejante sequía y desastre. En ocho meses se me murieron 200 vacas y 300 terneros. Estamos liquidados. Hemos perdido el Gatton Panic”, resumió Ramón Francisco Rodó, un productor de Los Rosales, en el departamento Metán.
Su relato guarda la historia de cinco generaciones de una familia vallista que, trabajando de sol a sol, a lo largo de casi un siglo, escribió una página referencial de la ganadería salteña. Hoy, con el sector caído en uno de los peores escenarios imaginables, el testimonio de “Ñaño”, como se lo conoce en el ámbito rural, es un fiel reflejo de la pesadilla que viven miles de ganaderos en distintos departamentos de la provincia, tras un largo ciclo sin lluvias que pulverizó pasturas y esfuerzos de toda una vida.
El Gatton Panic es una gramínea subtropical originaria de Zimbabwe
(Africa) que es hoy un recurso forrajero crucial en áreas ganaderas del
norte, este y sur de Salta. Esto, por su excelente adaptación a suelos
donde el monte nativo no soporta más de una vaca cada 10 o 12 hectáreas.
En esas mismas zonas, el Gatton Panic permite sostener una y hasta dos
vacas por hectárea inclusive, con lo que la producción pecuaria se
amplía de cinco a diez veces. Ese sostén es el que Rodó -como cientos de
ganaderos- perdió por la larga sequía que impacta con consecuencias
devastadoras en sus rodeos.
Ramón nació en una finca de los Valles
Calchaquíes localizada entre Molinos y Angastaco, sobre la ruta 40.
Allí, su abuelo, llegado desde España en 1926, empezó a escribir la
historia con el primer campo familiar: La Arcadia.
Con el paso de
los años fueron su padre y su tío, ya fallecidos, quienes tomaron la
posta. “Ahora quedamos mi primo y yo, que sigo siendo una cabra
vallista”, bromeó “Ñaño”, permitiéndose un recreo para olvidar las penas
que carga por el capital familiar que peligra como nunca antes.
“Estoy
en Metán desde hace 40 años. Me fui a probar suerte. En el 81 compré un
campo en Paso del Durazno. En el 90 adquirí otro en la zona de Los
Dálmatas. Llegué a la zona diez años antes que los portugueses”,
rememoró el pionero que el próximo 4 de abril cumplirá 71 años.
La
finca que quedó sin pasturas en Metán se llama Puerta Verde. A ella se
llega por la ruta 29, desde El Tunal. El campo está localizado cerca del
borde fronterizo con Santiago del Estero, en la banda sur del
Juramento.
Sin alimento
“No quedó nada de
pasto. Allí tengo 140 preñadas que hoy están comiendo mistol bajo las
cortinas. Tengo otro campo en Taco Pozo, sobre la línea Barilari, en el
borde limítrofe de Chaco con Salta. Ahí tengo unas cuantas vacas que
todavía subsisten en el monte, pero esa finca no es el fuerte de mi
producción. El pilar mío era Puerta Verde, desde donde acabo de llevar
250 vacas con crías hasta la zona de Nuestra Señora de Talavera para que
se puedan salvar, porque ya no daban más”, remarcó Rodó, con respecto a
los movimientos de hacienda que muchos ganaderos deben realizar por la
sequía para poder alimentar a sus animales en campos que tienen alguna
disponibilidad de pasturas. “Tuve que llevar otras 500 vacas a la zona
de LIAG”, precisó el productor, en referencia a una de las principales
firmas agropecuarias radicadas en el área de Tolloche y Nuestra Señora
de Talavera (Anta).
“Venimos de dos años muy duros y este también
está siendo desastroso. “Nosotros hemos tenido una pérdida de más de 200
cabezas de vacas adultas y de cerca de 300 terneros. En un rodeo de mil
cabezas, se nos han muerto, en un primer momento, más de 90. Después
llevamos las vacas a LIAG y hemos comprado pasto, pero después que heló
fue malo y cuando llegaron los días más calurosos se nos empezaron a
morir las vacas”, puntualizó Rodó.
Desde mayo
La pesadilla empezó a desencadenarse en mayo de 2021 y mostró los alcances más desastrosos a partir de septiembre. Desde hace ocho meses hay zonas del sudeste de la provincia donde no llovió casi nada. Metán y Rosario de la Frontera tienen áreas agrícolas en las que desde mayo de 2021 apenas se acumularon 60 milímetros. Allí, en muchos campos, las siembras de granos no llegaron al 20% de la superficie proyectada, cuando las implantaciones de soja y maíz deberían estar a estas alturas prácticamente completadas.
Emergencia ganadera
En muchos puestos, fincas y campos ganaderos, la falta de pasturas adquirió dimensiones dramáticas. Productores como “Ñaño” Rodó están, como lo expresó con sus propias palabras, prácticamente “liquidados”.
De hecho, su pesadilla clama por urgentes declaraciones de emergencia o desastre agropecuario, pero la ley tiene tantos desajustes, las decisiones políticas son tan vidriosas y las experiencias tan amargas, que muchos afectados cuestionan los criterios de las asistencias con fundadas razones. “La experiencia que tengo es que, con la declaraciones de emergencia, muchos de nosotros quedamos marginados de las asistencias y de los créditos que necesitamos con desesperación”, expresó Rodó, tras señalar que las ayudas se focalizan en pequeños productores. “Aquí, grandes quedan pocos y los demás somos medianos productores que estamos sufriendo una terrible sequía. Esta, en nuestro caso, ya lleva tres años”, subrayó.
Ramón Francisco Rodó y su señora, de 68 años, campearon juntos por 50 años toda clase de temporales, pero hoy necesitan como nunca medidas que los ayuden a seguir en pie. Sus tres hijos, Francisco (48), Juan Manuel (44) y Gastón (41), comparten sus desvelos, porque también son parte de la empresa familiar que está al borde del desastre: La Angostura. Agustín Rodó, un nieto de 22 años, también se desvive en estos difíciles momentos por salvar su incipiente cabaña de raza Brahman. Estas historias familiares deberían ser conocidas y honradas por quienes, lejos de ayudar a alivianar las cargas, las hacen más pesadas.
“La ley de emergencia necesita revisión”
Afirmó el presidente de la Sociedad Rural Salteña, Carlos Segón, quien pidió un seguro.
El
presidente de la Sociedad Rural Salteña, Carlos Segón, afirmó que la
ley nacional de emergencia agropecuaria necesita urgentes revisiones.
Recordó
que hoy, para el reconocimiento de la emergencia, se debe tener un 50%
de pérdidas totales en cultivos. Para la declaración de desastre, en
tanto, las pérdidas totales deben ser del 80% o más. La ley no contempla
como causal de emergencia las siembras que no se pudieron realizar por
falta de lluvias, como ocurre hoy con la producción de granos de Salta.
En
ganadería los porcentajes de pérdida corren en relación con la
hacienda. “Creo que la ley debería cambiarse por un seguro nacional
agropecuario, con el que el productor pueda recuperar al menos una parte
de lo perdido o invertido”, planteó Segón.
“La ley de emergencia
agropecuaria, que es de 2009, se aprobó con un presupuesto de 500
millones de pesos, monto que quedó fuera de toda realidad por los
procesos inflacionarios”, advirtió el dirigente rural. “Hoy es como una
aspirina para un enfermo de cáncer”, ironizó, tras señalar que el
presupuesto de 2022, que no fue aprobado, proyectaba duplicar ese monto.
“De todos modos, con la inflación que acumuló Argentina desde 2009,
sería menos que poco ante una situación como la de este año, que
encuentra al agro y la ganadería en emergencia o desastre en el 70% del
territorio nacional”, agregó Segón.
El titular de la Sociedad Rural
consideró que están dadas las condiciones para que la Provincia declare
la emergencia, o desastre, en departamentos como San Martín, Rivadavia,
Anta, Metán y Rosario de la Frontera, entre otros. “Una vez formalizada
la presentación de la Provincia ante la Nación, cada productor afectado
debería exponer a través de una declaración jurada las pérdidas sufridas
en su campo”, señaló Segón, al explicar los pasos que se esperan. Más
allá de ello, insistió en que “la gran deuda es una ley de seguro que
debería crear un fondo integrado con parte de los impuestos que aporta
el sector agropecuario y una asignación presupuestaria adicional”.
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